Opinión

China bajo presión, pero en auge: la paradoja del superávit

  • La demando de paneles solares, baterías de litio y vehículos eléctricos han subido en China
  • El consumo interno sigue siendo débil, el desempleo juvenil es alto y el sector inmobiliario continúa mostrando signos de fragilidad
Muchos de los productos provenientes de China siguen bajo los efectos de los aranceles

Tom Van der Heyden
Madrid,

En los últimos años, China se ha encontrado en el centro de crecientes tensiones geopolíticas y económicas, especialmente con EEUU. Los aumentos de aranceles y las barreras comerciales—implementados durante la administración Trump y mantenidos en gran parte por la administración Biden—fueron diseñados para frenar el creciente dominio económico de China, reducir el déficit comercial estadounidense e incentivar a las empresas a trasladar sus cadenas de suministro fuera del país asiático. Estos aranceles han ejercido sin duda una presión considerable sobre la economía china, interrumpiendo los flujos comerciales tradicionales y generando fricciones en la cadena de suministro global. Sin embargo, en una sorprendente contradicción, China ha registrado simultáneamente un superávit comercial récord con el resto del mundo. Esta dualidad -presión mediante medidas punitivas por parte de EEUU coexistiendo con un desempeño exportador en auge -revela una dinámica comercial global mucho más compleja de lo que indica el discurso habitual.

La guerra comercial entre EEUU y China, que comenzó formalmente en 2018, impuso decenas de miles de millones de dólares en aranceles a productos chinos. La lógica detrás de estas medidas era multifacética: proteger a las industrias estadounidenses de una competencia desleal, reducir la dependencia de la manufactura china y presionar a Pekín para que reformara su modelo económico dirigido por el Estado. Desde el inicio, muchos analistas predijeron un daño significativo a largo plazo para el modelo de crecimiento basado en exportaciones de China. Ciertamente, algunos sectores como el de la electrónica y la maquinaria industrial sufrieron interrupciones, y se produjo una desaceleración notable en la inversión extranjera directa a medida que las empresas globales reconsideraban su dependencia de las fábricas chinas.

No obstante, el aparato económico chino demostró ser sorprendentemente resiliente. Incluso bajo presión sostenida, las exportaciones chinas no solo se recuperaron, sino que aumentaron hasta alcanzar niveles récord. Para los últimos 12 meses consecutivos (de mayo 2024 hasta abril 2025), China registró su mayor superávit comercial hasta la fecha, de más de 1,1 billones de dólares, impulsado por una sólida demanda de mercados emergentes, la Unión Europea, e incluso de ciertos consumidores y empresas estadounidenses que continuaron dependiendo de productos chinos a pesar de los aranceles. Esta aparente contradicción plantea una pregunta clave: ¿cómo puede un país bajo asedio en uno de sus mercados más grandes prosperar simultáneamente en el comercio global?

La respuesta reside en parte en la capacidad de China para pivotar y adaptarse. A medida que el mercado estadounidense se volvía más restrictivo, China intensificó sus relaciones comerciales con otras regiones. La Asociación Económica Integral Regional (RCEP, por sus siglas en inglés), un acuerdo comercial que involucra a 15 países de Asia-Pacífico, incluidos Japón, Corea del Sur y Australia, se convirtió en un pilar de la estrategia de Pekín para diversificar su cartera comercial. Esto permitió a China redirigir parte de sus exportaciones a países no afectados por el régimen arancelario estadounidense.

Además, China ascendió en la cadena de valor de la manufactura. Ya no es solo la fábrica del mundo para productos de bajo costo; ahora desempeña un papel clave en industrias de alta tecnología como los vehículos eléctricos, las tecnologías de energía verde y la electrónica de consumo. La demanda global de paneles solares, baterías de litio y vehículos eléctricos -sectores en los que China lidera- ha crecido de forma significativa. Estas exportaciones de alto valor ayudaron a compensar las pérdidas en segmentos manufactureros de gama baja y contribuyeron notablemente al creciente superávit comercial.

Irónicamente, los aranceles estadounidenses incluso pudieron haber tenido un efecto contraproducente en algunos casos. Aunque encarecieron los productos chinos para los consumidores estadounidenses, no siempre lograron un cambio significativo en las cadenas de suministro. Muchas empresas multinacionales consideraron que el costo y la complejidad de relocalizar la producción eran demasiado elevados, especialmente frente al ecosistema manufacturero profundamente arraigado de China, su fuerza laboral capacitada y su infraestructura robusta. En algunos casos, las compañías simplemente redirigieron sus cadenas de suministro a través de países intermediarios como Vietnam o México, sin dejar de depender de componentes chinos. Esta táctica de "reexpedición" permitió que productos chinos llegaran al mercado estadounidense de forma indirecta, amortiguando así el impacto de los aranceles.

Al mismo tiempo, el entorno inflacionario global y las interrupciones causadas por la pandemia de Covid-19 llevaron a muchos países a acumular bienes y asegurar importaciones críticas. China, gracias a su rápida recuperación frente a la pandemia, estuvo bien posicionada para satisfacer esta demanda. Su sector manufacturero se recuperó más rápido que el de la mayoría de los países, lo que le permitió capitalizar la escasez de suministros en otros lugares. A medida que las cadenas de suministro globales se tensionaban, la capacidad de entrega de China se convirtió en un activo que superó las preocupaciones geopolíticas para muchos socios comerciales.

No obstante, el superávit comercial récord no elimina los riesgos que enfrenta China. El consumo interno sigue siendo débil, el desempleo juvenil es alto y el sector inmobiliario continúa mostrando signos de fragilidad. Además, las tensiones con EEUU se extienden más allá de los aranceles, abarcando restricciones tecnológicas, prohibiciones de inversión y una competencia estratégica en áreas como la inteligencia artificial y los semiconductores. Estos factores suponen un reto en el panorama económico a largo plazo para China.

En conclusión, la dualidad de la posición económica de China -sometida a presión por los aranceles y, a la vez, disfrutando de un superávit comercial récord- ilustra la complejidad del comercio global en el siglo XXI. Demuestra que las medidas punitivas de un solo país, incluso de una superpotencia, no siempre son suficientes para frenar las ambiciones o el rumbo de otro, especialmente cuando se trata de una economía tan integrada y estratégicamente ágil como la china. La situación subraya la interconexión de la economía mundial moderna, donde los flujos comerciales están determinados menos por disputas bilaterales y más por la demanda global, la logística de las cadenas de suministro y la capacidad de adaptación de los países.