El esperpento de la España fiscal
José María Triper
Dice la sabiduría popular que todo se pega menos la hermosura. Y algo de eso le ha debido pasar a la vicepresidenta primera y ministra de Asuntos Económicos, Nadia Calviño, que parecía la más lista de la clase y que se ha contagiado de la mediocridad, el esperpento, el desvarío y la mentira de su jefe en el Ejecutivo y de la mayoría de sus compañeros de gobierno.
Sólo así puede explicarse que alguien a quien se suponen conocimientos suficientes sobre economía tenga la osadía de afirmar que "una bajada generalizada de impuestos quiere decir recortes en los servicios públicos". Para concluir después asegurando que "este tipo de mensajes que hablan de bajada generalizada no se corresponden con lo que los ciudadanos quieren y merecen".
Unas distorsiones de la realidad, por no hablar directamente de manipulaciones, ante las que lo primero que cabe preguntarse es: ¿cuánto tiempo hace que la señora vicepresidenta no pisa la calle y no habla con los españoles? Eso y saber también: ¿de qué habla con el resto de sus compañeros ministros europeos en las reuniones del Ecofin que, en su inmensa mayoría, han optado por reducir los impuestos sin menoscabo de los servicios prestaciones a sus ciudadanos?
O, como se explica que, aquí en nuestra España, Madrid, bajando impuestos no sólo recauda más al generar mayor actividad económica, sino que se ha situado como la primera comunidad de España en PIB, renta per cápita, atracción de inversiones y creación de empleo y esté también a la cabeza en la calidad de los servicios públicos. Ejemplo que ha seguido la Andalucía de Juanma Moreno, subiendo al tercer lugar del ranking autonómico en sus indicadores de renta, crecimiento y puestos de trabajo.
Miente la señora ministra cuando se atribuye el sentir y la opinión de la ciudadanía, como miente también cuando vincula la bajada de impuestos con el empeoramiento de la sanidad, la educación, las pensiones y demás servicios. Porque, ella sabe o debería saber que para aliviar la carga fiscal sin tocar las prestaciones sólo hace falta reducir sustancialmente la política de gasto desbocado que practica su gobierno con una administración elefantiásica de 22 ministerios, el mayor de Europa, algunos de ellos absolutamente prescindibles por innecesarios, inútiles e ineficaces.
Eso y rebajar también la pléyade de asesores y amiguetes colocados a dedo por Pedro Sánchez y sus compañeros de Gabinete que sólo entre enero y octubre de 2021, últimos datos contrastados, costaron a los españoles mas de 122 millones de euros. Nada menos que a 785 enchufados asciende la legión de asesores del Gobierno, el máximo histórico, y 186 más que los que tenía el Ejecutivo de Rajoy. Y, por supuesto, dejar de derrochar el dinero que quitan a los españoles en lujos y banalidades como los 30.000 euros que el Presidente se ha gastado en maquillaje o los 20.000 millones que ha entregado a Irene Montero para gastar hasta el año 2025.
Si la señora Calviño de verdad saliera a la calle y hablara con la gente sabría que de lo que los españoles son cada vez más conscientes es de la incapacidad de este gobierno para sacarnos de este atolladero económico en el que no nos ha metido Putin, sino su pésima gestión de la pandemia y de la crisis económica, señalada como la peor de todo el mundo desarrollado por la OCDE y otros organismos internacionales y que nos ha llevado a ser los peores de la UE en déficit, deuda, paro e inflación, además de estar en el furgón de cola de la recuperación.
Eso es lo que perciben hoy los españoles y eso es lo que refleja el vuelco en las encuestas de intención de voto desde la llegada de Alberto Núñez Feijóo a la presidencia del Partido Popular arropado por una gestión y unas propuestas de política y de economía basadas en bajar impuestos y cuadrar las cuentas públicas.
Dice el maestro Valle-Inclán por boca su personaje Max Estrella en Luces de Bohemia que "España es una deformación grotesca de la civilización europea". Frase que, a buen seguro, hoy podría suscribir y transmutar afirmado que la España de Sánchez es hoy una deformación grotesca de Europa y de la UE.