Pedro, ese hombre
José María Triper
Parole, parole, parole. Sirva el estribillo de este éxito musical de Mina Mazzini y Alberto Lupo a principios de la década de los setenta para definir el resultado de la Cumbre de Presidentes en la isla de La Palma. Palabras, palabras, muchas palabras, ninguna solución, ningún acuerdo y mucha propaganda del Gobierno para intentar mutualizar el empobrecimiento general de España. Es decir, Sánchez en estado puro.
Solo el anuncio del presidente del Gobierno de impulsar una rebaja de impuestos para los sectores afectados por las consecuencias de la guerra de Ucrania, pero sin concretar cuando, cómo, en qué cuantía y a qué sectores. Con el agravante además de que esa intención de rebajas fiscales no está recogida en el documento final de la reunión. Y ya tenemos suficientes muestras Pedro del valor que tiene su palabra. Ninguno.
Si a Sánchez le ocuparan y preocuparan de verdad los problemas y las necesidades reales de los españoles habría empezado por deflactar la tarifa del IRPF para adecuarla a la inflación. Habría seguido el ejemplo de Polonia que ha eliminado el IVA en gasolina, gas y alimentos para combatir la inflación y dejar más cantidad de dinero en el bolsillo de los polacos. O estaría imitando al primer ministro francés, Jean Castex, que ha anunciado una rebaja de 15 céntimos por litro en los carburantes a partir del 1 de abril para paliar la subida de los precios provocada por la guerra en Ucrania.
Eso y reducir el gasto público. Pero en lugar de atender a la realidad social el Gobierno de PSOE y Podemos se dedica a hacer un lucrativo negocio con el aumento de la recaudación impositiva por la subida de los precios. Sólo con la factura de la luz el gobierno se embolsa ya 11.000 millones. El presidente se gasta 30.000 euros en maquillaje y concede al Ministerio de Igualdad un presupuestos de 20.000 millones de euros para gastar hasta 2025 que parece un insulto a la ciudadanía cuando el litro de gasolina supera los dos euros, la factura de la luz es más alta que nunca y la inflación se sitúa en cifras récord, algo que incide de manera directa en los bolsillos, en la cesta de la compra y en el nivel de vida de los españoles. Pero Sánchez y su ego narcisista son así.
Define la paranoia el diccionario como la enfermedad mental caracterizada por la presencia de ideas fijas y obsesivas, al tiempo que se mantiene una capacidad normal de la mente en otras muchas circunstancias. Y en base a esta definición cada vez son más, entre quienes se mueven en el sorprendente mundo de la psicología, que empiezan a estudiar la paranoica obsesión de Pedro Sánchez con el dictador Franco.
Una ofuscación rayana en lo enfermizo en la que no se descartan componentes de un cierto mimetismo entre ambos gerifaltes, al que el hoy Presidente del Gobierno sigue utilizando, como estandarte de sus campañas políticas, ahora tras el acuerdo de Gobierno en Castilla y León, al que sacó del sepulcro en El Escorial, como elemento propagandístico, con el que comparte el ademán dictatorial y autoritario y al que ahora quiere equipararse intentando pasar a la historia cinematográfica al protagonizar una serie documental de cuatro episodios en el que retratará su vida cotidiana en La Moncloa y que recuerda demasiado a ese "Franco, ese hombre" que dirigió José Luis Sáenz de Heredia en 1964 para exaltar la vida, la obra y la figura del Dictador.
Como afirma un destacado exdirigente socialista, "Sánchez quiere inmortalizarse aún más con este producto cinematográfico más propio de regímenes totalitarios que de gobiernos democráticos".
Y de hecho parece que empieza a conseguirlo porque Pedro Sánchez aparecía junto a Franco, aunque en obras diferentes, en la 40 (+1) edición de ARCO, la feria de arte contemporáneo, retratado con sarcasmo por el artista finlandés, afincado en España, Riiko Sakkinen, En un irónico retrato titulado "Mis líderes favoritos de la extrema izquierda", Sakkinen rodea a Sánchez con los nombres de Lenin, Stalin, Mao, Evo Morales, Fidel Castro o Hugo Chávez. Así le ven, y así parece.