Opinión
La guerra eterna, la inflación
Alfredo Reguera
Con los datos del IPC definitivo anual de febrero ya en la mano, podemos confirmar sin ninguna duda, que uno de nuestros más duros enemigos, ha vuelto. No, no hablamos de Rusia ni nada por el estilo, sino de un fenómeno puramente monetario, la inflación. Un viejo enemigo, muy celebre en épocas pasadas.
Podemos definir la inflación como una subida sostenida y generalizada de los precios. Y el mejor indicador para estudiarla es el IPC (índice de precios al consumo), que es un indicador de precios, de una lista de bienes y servicios consumidos, estadísticamente típica de una familia. Teniendo en cuenta que la subida de precios anual, este febrero ha alcanzado el 7,6% (la cifra más alta en 29 años), ya no hay duda, nuestra economía está sufriendo una inflación cada vez más acelerada, ya que se preveía en un 6,1% en enero, un 5,5% en noviembre y un 4,0% cuando estábamos en septiembre.
La primera pregunta que habría que hacerse sería: ¿Por qué ocurre esto? Y la explicación la tenemos en la cantidad de planes de estímulos de todos los organismos, para relanzar la economía. Planes por otra parte, que lo único que consiguen es zombificar la economía con deuda y tipos de interés ridículos. Planes de Recuperación y Resiliencia, escudos sociales, fondos Next Generation, etc. Todo un sistema que se basa en la capacidad de los bancos centrales de imprimir e imprimir dinero, para que los gobiernos gasten a espuertas.
La otra pregunta que nos viene a la mente es: ¿Cómo nos afecta esto? Fácil, que los precios no paran de subir, es decir el dinero existente cada vez vale menos, ya que con los mismos euros ahora vas a poder comprar menos, y sobre todo tus ahorros, empiezan a perder valor. En un país con una inflación de este nivel y tipos de interés bajísimos, hacer que los ahorros no se deprecien, se convierte en una hazaña si no se quiere prácticamente jugar a la ruleta con ellos. Este tipo de políticas, no solo llaman al sobreendeudamiento sino también a la sobreexposición al riesgo.
La deuda a la que hacemos mención, tiene mucho que ver con que ocurra esto. Ya que no es casualidad que los responsables de los programas de estímulos que provocan dicha inflación, sean los únicos beneficiados por esta, al ser los más endeudados.
Porque al igual que los ahorros valen menos con el aumento de precios, este fenómeno también afecta a las deudas. ¿Y cuáles son las instituciones más endeudadas de todas? Los Estados. La inflación es la medida más usada a lo largo de la historia para reducir la deuda gubernamental. Además de que como es un fenómeno que ellos no aprueben como podría ser un nuevo impuesto, la opinión pública no les afea esta situación. Por ello, la inflación es también conocida como el impuesto silencioso, beneficia a los endeudados (los Estados) y perjudica a los ahorradores, comiéndose sus ahorros, sin que estos localicen al culpable.
Para frenar este fenómeno, solo hay un camino, apagar la máquina de hacer dinero, frenar los estímulos y el gasto masivo, sea con el apoyo de los distintos gobiernos o sin él. Para eso existe la sagrada independencia de los bancos centrales frente a los gobiernos. Recordando que, según los estatutos fundacionales del nuestro, el Banco Central Europeo, su objetivo primordial por encima de cualquier otro, incluido el crecimiento económico, es la estabilidad de precios.