Casado, de las fallas al vía crucis
José María Triper
Con los ecos de la Convención del Partido Popular aún resonando en los oídos y en la mente de la cúpula de Génova es indiscutible que Pablo Casado y su equipo han conseguido la unidad de todo el partido en torno al presidente y que sea indiscutible su candidatura a las próximas elecciones generales. Extremo este que, por otra parte, no estaba en cuestión.
Desde este punto de vista hay que convenir que el evento ha sido un éxito. La cuestión es ahora saber si con ese liderazgo reforzado Casado esta cualificado para conseguir la necesaria reunificación del centroderecha por esa vía de las ideas y de los principios que en Valencia han impulsado como emblema. Y, sobre todo saber si es capaz de convencer a los agentes económicos y a la ciudadanía en la calle, incluido ese electorado socialdemócrata huérfano por la deriva del sanchismo, de que es el líder presidenciable que necesita España hoy. Exactamente lo que ha hecho Isabel Díaz Ayuso en Madrid.
Porque si algo saben, o deberían saber en la dirección de la sede popular de Génova es que al electorado no se le gana sólo con ideas y principios, sino con la acción y con los hechos y por eso el impacto y los mensajes de la Convención no van a allanar el camino de Casado a La Moncloa.
Recordar aquí que para formar gobierno hacen falta 176 diputados en el Congreso y mientras en el espacio del centroderecha exista consolidado una formación de derechas con unas expectativas en el entorno de 50 escaños el Partido Popular obtendrá una horquilla máxima de entre 120 y 130 diputados, extremo este que han obviado el secretario general y el propio Casado en sus discursos, eludiendo también que en las últimas semanas todos los sondeos aunque siguen reflejando una victoria del PP muestran una ligera recuperación del voto del PSOE, que volvería a superar el centenar de escaños, y que Vox está cogiendo impulso
Como apuntaba un destacado exdirigente popular al término de la Convención, "esto ha sido un mitin. Importante y necesario para avisar al electorado de Vox de que el PP es la única alternativa para sustituir a Sánchez, pero un mitin en dosis temporales, alejado de la estructura económica, electoral e internacional de España".
Con el país inmerso en una grave crisis económica por la debilidad de nuestro crecimiento -el menor de todas las grandes economías de la UE- afectado por el efecto de la deuda, déficit, inflación y crisis energética; con el desafío independentista en auge y en pleno deterioro de las libertades y de las instituciones democráticas, Casado está obligado a ofrecer soluciones, promover una reacción, conservar y aumentar el poder territorial en la elecciones municipales y autonómicas del 2022 y 2023 y a reconstruir el partido en Cataluña y el País Vasco, donde son irrelevantes.
Tras la euforia de las Fallas Casado inicia ahora un largo Vía Crucis de dos años en los que se juega la gloria o el calvario. Y, es también consciente de que esa unidad que hoy le han convalidado tiene fecha de caducidad porque los barones regionales ya le han advertido de que si tras la próximas elecciones generales no gobierna se le habrán terminado el crédito y el futuro.
Eso, además, de que la rivalidad entre sus más directos colaboradores y la presidenta madrileña se mantiene por el control del partido en Madrid y eso trasciende. Como trasciende también a la opinión pública y la publicada que los ataque de Génova a Díaz Ayuso sólo reflejan la debilidad de Pablo Casado. De ahí el consejo experto de José María Aznar cuando le dijo que para ser presidente del Gobierno primero debería rodearse de "un buen equipo y poner orden en la casa", para apostillar que cuando hablaba de la casa no se refería a España. A buen entendedor…