Cuando los políticos recomendaban planes de pensiones...
Juan Luis Balmaseda
Todos los que puedan, y que éstos sean los más posibles, tengan o inicien un plan privado de pensiones, que garantice una mejor renta en el momento de su jubilación". Resulta curioso revisitar estas palabras con la distancia que proporcionan los 35 años que hace que fueron pronunciadas. Porque pudiera parecer que semejante aseveración ha salido del argumentario de algún 'peligroso' economista liberal de los muchos que nos advierten a diario desde diferentes medios de comunicación del sinsentido de muchas de las medidas intervencionistas del Gobierno. Sin embargo, asómbrense si no lo recuerdan, la frase pertenece al inefable Alfonso Guerra, el mismo que fue durante años vicepresidente del Gobierno de España durante las presidencias de Felipe González.
Se trata por tanto de una de las viejas glorias socialistas, precisamente del mismo partido, el PSOE, al que pertenece el Gobierno actual que, asómbrense de nuevo, toma medidas fiscales justo en el sentido contrario al recomendado por su propio partido hace ya 35 años. Porque la reforma legislativo fiscal aprobada por el actual Gobierno, prácticamente desincentiva la contratación de planes de pensiones ya que, después de eliminar sucesivamente las deducciones en la cuota, ahora las limitan a un tope de 2.000 euros.
¿Es lógico desincentivar la contratación de planes de pensiones que ayuden a los ciudadanos a completar una pensión que, a todas luces, no va a hacer más que reducirse en los próximos años? ¿No son los planes de pensiones recomendados en todos los países como la mejor forma de completar una jubilación bastante limitada?
En ningún caso me gustaría parecer agorero: la pensión pública seguirá existiendo, y los Estados están en estos momentos viendo las mejores opciones para hacer viables a futuro sus respectivos sistemas públicos de jubilación. Sin embargo, a nadie se le escapa que las pensiones del futuro supondrán para el ciudadano una rebaja importante de los ingresos que recibía durante su vida laboral. Por tanto, si una persona no quiere perder poder adquisitivo en su jubilación, lo más recomendable es tener un producto que le permita conseguir ese complemento que le permita poder seguir teniendo un nivel de vida similar al que disfrutaban antes de jubilarse. Podría decirse que el plan de pensiones evita que un trabajador acomodado se convierta, de la noche a la mañana, en un jubilado pobre. De ahí que no se entienda que, en lugar de fomentar y apoyar la contratación de este tipo de productos, el Gobierno insista en eliminar todas las medidas tendentes a confiar en este tipo de fondos como garantía de futuro.
Porque, además, se trata de fomentar el ahorro como garantía para contribuir a construir una economía sólida, que permita el progreso de la sociedad y la creación de riqueza que, a su vez, permita conseguir los recursos para mantener el Estado del Bienestar del que todos nos sentimos tan orgullosos.
Sí, para rizar el rizo, nuestro actual ministro de "Inclusión", Seguridad Social y Migraciones, José Luis Escrivá, hace días declaraba a los medios la urgente necesidad de reformar las pensiones, y del sistema de pensiones de la Seguridad Social, y nos vaticina que en el 2025 habrá igual o más jubilados o pensionistas que contribuyentes.
Si no se fomenta el pleno empleo, en el sector privado, (que no público, que multiplica el gasto y el déficit), si no se incentiva y apoya al autónomo, a la pyme, a la inversión y a la creación de empleo, y se desincentiva el ahorro y los planes privados de pensiones, y se suben los impuestos a las empresas, ¿qué iluminado puede ofrecernos una luz en este túnel, cada día más oscuro, y tan importante para un Estado de Derecho y para todos y cada uno de los españoles?
Sin caer en el populismo, tenemos que recordar que, precisamente quienes toman este tipo de decisiones son políticos que gozarán en el futuro de inmejorables pensiones vitalicias, en condiciones impensables para el resto de los ciudadanos, y sin tener para ello en cuenta el número de años cotizados, ni los servicios o mejoras que hayan contribuido a crear.
Groucho Marx definía la política como "el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados". Sin duda, en esto, el mundo no ha cambiado demasiado. La nueva política ha evolucionado, pero a veces pareciera que esa evolución sólo ha servido para perfeccionar, aún más, la genial definición de Groucho que, aunque pudiera parecer estrambótica, nuestro día a día nos demuestra que no está tan alejada de una realidad que, lamentablemente, siempre supera a la ficción.