Opinión
La Corona en su contexto
Balbino Prieto
Si hay un rasgo que define mejor la situación política y económica, e incluso social, por la que atraviesa España, ese sería el de la confusión. Confusión representada por una pugna de ideas e intereses, la mayoría de las veces revestidas con una fuerte capa de ideología y dogmatismo, y de enorme carga disgregadora, que nos limita a la hora de encontrar las soluciones a la intrincada realidad que tenemos hoy ante nosotros. Si aún no fueran suficientes los desafíos que se derivan de la pandemia y de la secular cuestión de la vertebración territorial del Estado o de la misma gobernabilidad, con el Parlamento más fragmentado de la historia democrática española, algunos se empeñan en incluir en la agenda el cuestionamiento del propio sistema político, esto es, de nuestra monarquía parlamentaria.
Quienes alientan desde sus posiciones intransigentes y dogmáticas esta disputa olvidan el papel modernizador que la institución monárquica ha tenido para España desde la última restauración democrática, precisamente por el hecho de generar un marco de estabilidad institucional, al margen y por encima de intereses partidistas, que ha resultado fundamental para que nuestro país recuperase su imagen internacional tras la dictadura y acometiese profundas reformas que habrían de equipararnos a las democracias occidentales. Sin esa estabilidad institucional, difícilmente hubiéramos conseguido tantos logros.
Efectivamente, el periodo 1976-2020 constituye el periodo más fructífero y de mayor progreso de la sociedad española. Durante estos años, y merced a esa estabilidad institucional aportada por la Corona, la sociedad española recuperó las libertades democráticas mediante una Constitución de consenso, fue capaz de desactivar amenazas ciertas de involución, como el golpe de Estado del 23F, y de cubrir exitosamente las etapas necesarias para homologarnos a nuestros países vecinos como socios de pleno derecho de la Unión Europea, e incluso situarnos a la vanguardia de ese mismo proyecto integrador tras asumir el euro como moneda común. Algunas cifras resumen de forma elocuente toda esa cadena de avances: en apenas cuarenta años hemos multiplicado nuestro PIB hasta situarlo en 1,25 billones de euros, y la renta per cápita ha superado los 26.000 euros, cifras que nos sitúan entre los 20 países más ricos y desarrollados del mundo.
La monarquía generó un marco de estabilidad que impulsó la imagen de España
Desde el primer momento, la Corona se impuso como misión la mejora de la imagen internacional de España, lo que convirtió a la institución en el mejor embajador y, por ende, en el mejor aliado para los intereses de nuestras empresas y de nuestra economía. Y todo ello se tradujo en la suscripción de tratados de orden cultural, económico o político que reforzaron nuestras alianzas en el mundo.
En la década de los setenta del pasado siglo, Sus Majestades los Reyes Don Juan Carlos y Doña Sofía llevaron a cabo sus primeras visitas a la región latinoamericana. A los pocos meses de su proclamación como Reyes, iniciarían en la República Dominicana su constante periplo por tierras americanas a lo largo de tantos años. Pues bien, el impulso de la Corona ha colocado a España como segundo inversor en Latinoamérica, solo por detrás de Estados Unidos, con un stock de unos 170.000 millones de euros a día de hoy, participando durante la década de los ochenta en los grandes procesos de privatización llevados a cabo en la región, desde México hasta Chile y Argentina, en sectores tales como energía, banca, seguros, telecomunicaciones, autopistas o aeropuertos, que han contribuido al desarrollo económico de aquellos países y también a la creación de riqueza y empleo para nuestro país.
La institución ha sido el mejor aliado para nuestras empresas y nuestra economía
Pero más allá de Latinoamérica, la Corona mantiene relaciones privilegiadas con los países más importantes del mundo, desde Estados Unidos hasta el Golfo Pérsico, y esos vínculos tan estrechos han servido siempre como un catalizador de la política exterior española y de la inversión de nuestras empresas en el exterior, con un stock total cercano a los 500.000 millones de euros.
Creo que todos estos aspectos tan beneficiosos que ha aportado la Corona al progreso de España deberían ser tenidos en cuenta por aquellos que cuestionan en estos momentos nuestro sistema político. La Monarquía, por representar de alguna forma lo que tiene de inmutable y trascendente este proyecto de vida en común que es la nación española, y por encontrarse al margen de cualquier interés distinto del bien de sus ciudadanos, debe ser un valor a preservar y cuidar. Nos va en ello nuestro futuro.
No perdamos un instante en atender lo que realmente es sustancial para España: vencer la pandemia, superar la crisis social y económica y reforzar el entendimiento en torno a un proyecto de vida en común que, como en otras etapas de nuestra historia, será la mejor garantía de bienestar para todos.