Aún sin alternativas viables al dólar
Barry Eichengreen
El dólar está en caída libre", "¡El dólar como moneda global está condenado!", exclaman los titulares más recientes. En realidad, tales titulares sensacionalistas son "demasiado sensacionales", para hacer eco de esa notable autoridad en materia de divisas, la Srta. Prism, en "La importancia de ser sincero" de Oscar Wilde.
La caída del dólar en julio a un mínimo de dos años frente al euro fue el impulso inmediato para este tipo de informaciones. De hecho, la reciente caída del dólar es una entre una serie de fluctuaciones fácilmente explicables. Cuando la pandemia de Covid-19 se hizo mundial en marzo, el dólar se fortaleció gracias a la búsqueda de refugio en los bonos del Tesoro de EEUU, como sucede al comienzo de cada crisis. En mayo, la Reserva Federal, actuando como prestamista mundial de último recurso, reaccionó a esa fiebre por los dólares inyectando abundante liquidez en los mercados financieros, y el dólar mitigó sus tempranos avances.
La depreciación del billete verde refleja las cambiantes perspectivas económicas
La posterior depreciación del billete verde refleja las cambiantes perspectivas de las economías de EEUU y Europa. Con la expansión del Covid-19, las perspectivas de EEUU se están deteriorando, por lo que los inversores esperan que la Reserva Federal mantenga los tipos de interés bajos durante más tiempo. En la zona euro, el virus está mejor controlado, y los datos de las encuestas de los gestores de compras, reflejadas en índices como el PMI, son sorprendentes en cuanto a la subida.
Esta mejora de las perspectivas no significa que el Banco Central Europeo vaya a empezar a subir sus tipos de interés mañana. Pero sí inclina a los inversores a creer que empezará a normalizar su política monetaria antes.
Los inversores ven que el BCE normalizará antes que la Fed su política monetaria
Esta relación - usted me cuenta las perspectivas sobre los tipos de interés, y yo le vaticino lo que ocurrirá con el tipo de cambio - tiene un nombre, por supuesto. Como le recordará la Srta. Prism, se llama "paridad de interés". Esta teoría no funciona perfectamente. Pero ninguna teoría de lo que determina el tipo de cambio lo hace. Cuando se busca entender los acontecimientos, no debemos hacer de lo perfecto el enemigo de lo bueno.
Tratando de explicar el alza del euro, algunos expertos apuntan en cambio al acuerdo de los líderes europeos de emitir 750.000 millones de euros de bonos respaldados por la Unión Europea. Pero 750.000 millones de euros es menos del 5% del stock de la deuda del Gobierno estadounidense en manos de los inversores. En otras palabras, es una gota en un océano.
Incluso si este es realmente el "momento Hamiltoniano" de Europa, aumentar la emisión de deuda de la UE hasta niveles realmente significativos llevará décadas. Ese es el tiempo que Europa necesitará para crear un activo de referencia a escala mundial, con una liquidez semejante a la de los bonos del Tesoro de EEUU. Y los mercados de divisas se negocian con las expectativas de hoy, no con algo que pueda o no suceder dentro de décadas.
De hecho, lo que más llama la atención de la experiencia reciente es la resistencia del dólar. Normalmente, los inversores mantienen estable el valor de una moneda cuando las políticas del emisor son sólidas y estables. Y éste no ha sido el caso de las caóticas y erráticas medidas de la Administración Trump.
Los bancos y las empresas mantienen estable el valor de una moneda cuando quieren mantener una prolongada relación comercial con el país que la emite. Pero la Administración del presidente Donald Trump ha hecho más que nadie en la historia por desestabilizar el comercio exterior de EEUU. Los Gobiernos, por su parte, suelen estar deseosos de utilizar las monedas de los países que consideran sus aliados directos. Pero, con Trump, EEUU ya no es el socio fiable en múltiples alianzas que fue durante décadas.
Dado todo esto, parecería que las estrellas están alineadas para que los bancos, las empresas y los inversores se alejen del dólar. Pero la importancia internacional de esta moneda no ha disminuido significativamente. Sólo ha disminuido en algunas dimensiones - su participación en las reservas de divisas de los bancos centrales, por ejemplo - e incluso allí sólo marginalmente.
El euro no es alternativa al dólar al no existir unión monetaria por los intereses nacionales de los Estados miembro
La explicación de este estancamiento, como Margaret Thatcher dijo, es (usando un acrónimo en inglés) "TINA": there is no alternative. El euro no es una alternativa. La supuesta Unión Monetaria sigue fragmentada por los intereses nacionales, y Alexander Hamilton no va a venir al rescate en un futuro próximo.
Tampoco el renminbi es una alternativa viable. Dadas las crecientes tensiones con China, ningún Gobierno occidental animará a sus residentes a depender del Banco Popular de China para obtener liquidez, como tampoco los animará a depender de Huawei para obtener 5G.
Con la Reserva Federal capaz y dispuesta a actuar como prestamista de último recurso para el mundo, el statu quo actual es el único tolerable. Un cambio de presidente en la Reserva Federal no alterará la forma en que los mercados internacionales ven esta situación. Pero cambios demasiado frecuentes de este tipo sí que pueden generar problemas y una desconfianza real hacia el dólar.
La única solución a este encrucijada sería dotar de más poder al Fondo Monetario Internacional, para que pueda suministrar a los países, en una crisis, los dólares que quizá la Reserva Federal no pueda proporcionar en el futuro. Esta es, por supuesto, la solución que John Maynard Keynes propuso ya en 1944, aunque con otro nombre.
Da la casuaalidad de que se acerca el 80 aniversario de la propuesta de Keynes de crear una moneda global, el bancor. ¿Qué mejor manera de celebrar esta efeméride que buscando la manera de implementar esa divisa?