Opinión

Un presidente desbordado


    Amador G. Ayora

    Si Pedro Sánchez no supo proteger a su ministros del ataque del coronavirus, ¿cómo va a hacerlo con los demás? Esta es la cuestión. La imagen de un presidente desbordado, sobrepasado por los acontecimientos es la que transmitió en su comparecencia después del consejo de ministros extraordinario del jueves.

    La intervención se produjo con dos horas de retraso sobre el horario previsto, las dos de la tarde para entrar en los telediarios. Pero el gurú sanchista, Iván Redondo, probablemente se percató de que no estaba el horno para bollos, era mejor que no salir en horario de máxima audiencia.

    Sánchez se escudó, como ya ha hecho en ocasiones anteriores, en los datos científicos. Las didácticas comparecencias del doctor Simón, el director del Centro de Coordinación de Alertas y Epidemias, que han servido hasta ahora para tranquilizar a la población sobre el avance del virus, son ya insuficientes.

    La tarea de los profesionales de la sanidad es prevenir y la de los políticos, adelantarse a los acontecimientos. Y ni una ni otra cosa se ha hecho bien.

    El plan de choque contra el virus es anecdótico ante la parálisis que sufrirá toda la economía

    La decisión de clausurar temporalmente los centros educativos se debería haber tomado antes, así como la de prohibir los vuelos con Italia. El propio Simón manifestó en la televisión su asombro porque los seguidores del Atalanta inundarán las avenidas de Valencia sin ningún tipo de control.

    Y aún peor. Se retrasó la adquisición de material sanitario para los médicos y pacientes del coronavirus como mascarillas ó trajes y, sobre todo, los test para realizar las pruebas y los respiradores. En los centros de salud de Madrid, los médicos han tenido que compartir las mascarillas homologadas, las únicas que protegen del contagio, para atender a los pacientes con síntomas.

    El número de pruebas realizadas en la Comunidad de Madrid hasta la semana pasada rondaba las 18.000 para una población global de más de seis millones. En Corea del Sur, uno de los países donde primero se extendió el virus y se logró detener, se han realizado más de cien mil test.

    No es de extrañar que la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, diga que se espera una explosión para el fin de semana. Hay miles de casos sin diagnosticar. El propio Sánchez reconoció, tras declarar el estado de alarma, que pronto llegaremos a 10.000.

    Va a ser muy difícil atajar los problemas de liquidez si no hay créditos masivos con aval del Estado

    El jueves, los sanitarios madrileños recibieron material para los test y se incorporaron 700 personas para atender el número de teléfono 900 102112, que está colapsado.

    Quizá a partir de ahora, aunque crezca la dimensión de la enfermedad, podamos atajarla. ¿Si no tenemos localizado donde está el virus, como impedir su contagio?, se preguntan los médicos.

    En el frente económico, la inacción es brutal, como denunció elEconomista desde hace varias semanas. Nuestra portada de el sábado pasado reclamaba un plan de actuación a Sánchez, que desgranó el jueves, aunque sin convencimiento.

    El presidente se limitó a un aplazamiento de los pagos de cuotas de IRPF e IVA a Hacienda durante tres meses por un importe ridículo, 30.000 euros. Una cuantía que limita sus beneficiarios a pequeños negocios. Además, circunscribió los créditos del ICO a los sectores del transporte y del turismo. Hay muchas otras actividades afectadas por la parálisis de la economía.

    La parte sustanciosa del denominado plan de choque, la agilización del papeleo para presentar Expedientes de Regulación Temporales de Empleo (Ertes), todavía está pendiente de aprobar. Espero que, por lo menos, se puedan aplicar con carácter retroactivo, porque si no habrá muchas empresas con dificultades.

    El paquete español, que Sánchez cifró en 14.000 millones, es una décima parte del italiano (120.000 millones), que incluye ayudas directas a los afectados, incluso el aplazamiento del pago de hipotecas ó del alemán. Merkel puso a disposición de las empresas créditos ilimitados a tipo cero. La misma petición que trasladó la patronal catalana Foment del Treball al Gobierno, que el Estado avale los créditos de la banca, porque ésta suele cerrar el monedero en tiempos de incertidumbres.

    Para más Inri, la vicepresidenta económica, Nadia Calviño, se opone a que la Unión Europea ponga en marcha un plan fiscal para ayudar a los Estados. La presidenta de la Comisión, Úrsula von der Leyen, anunció 25.000 millones con la boca chica, que procederán del Banco Europeo de Inversiones (BEI). Pero es difícil que lleguen a las empresas porque serán distribuidos por la banca, que exigirá garantías y una solvencia acreditada, difícil de probar en estos momentos.

    Este fin de semana, la UE tiene una nueva oportunidad para demostrar que es capaz de actuar de forma contundente y unánime, en vez de las divisiones que afloraron durante la crisis del euro

    Esa es la petición de la presidenta del Banco Central Europeo (BCE), Christine Lagarde, quien esta semana también decepcionó a los mercados con un paquete insuficiente para sostener la economía. Lagarde quiso, en realidad, mostrar que son los gobiernos los que tienen que responder y no las instituciones monetarias.

    Entre el fiasco de Sánchez y el de Lagarde, el IBEX se dejó el jueves el 14 por ciento, en la peor sesión desde 1987. La caída de las bolsas suele adelantar en seis meses los cambios de ciclo. Aquí la cuestión es si estamos ante el inicio de otra crisis económica o se trata de un bache pasajero.

    La Organización para la Cooperacion y el Desarrollo Económico (OCDE) advirtió que si la epidemia dura más de lo previsto el mundo puede sumergirse en otra depresión. Además, Europa, donde el crecimiento es muy débil, sería la región más afectada, como este viernes declaró también la Organización Mundial de la Salud (OMS). Por eso es tan importante poner en marcha las medidas necesarias para detener la enfermedad. Va a ser difícil escapar de una recesión en los dos primeros trimestres del año.

    Pero la partida de verdad se juega en Estados Unidos. La bolsa de Nueva York también se derrumbó esta semana después de conocer que Trump cortaba por las bravas los vuelos con Europa.

    La decisión, calificada de precipitada por todos los expertos y sin consultar con la UE, como ya es costumbre, fue interpretada como una actuación desesperada para combatir el coronavirus.

    El mandatario americano pecó de la misma ingenuidad que Sánchez, al menospreciar la multiplicación geométrica de la enfermedad. El virus crecíe ahora a pasos agigantados, como en nuestro país, sin que diera a conocer un programa para contrarrestarlo.

    La paralización de los programas médicos oficiales presentados por Obama, deja sin poder adquisitivo a buena parte de la población para acceder al test de la enfermedad, que cuesta alrededor de 3.000 dólares.

    Una parte de sus votantes puede sentirse indefenso y revolverse contra el presidente americano. Muchos analistas apuntan ya a que el coronavirus será la tumba del Gobierno de Trump.

    El presidente americano declaró este viernes la emergencia económica, pero no concretó sus planes. Sin un programa claro para atajar el virus, los mercados temen que la economía se paralice y vaya a la recesión después de once años consecutivos de crecimiento, el periodo más largo desde la Segunda Guerra mundial. Además, la sola posibilidad de que Trump no repita pone nerviosos a muchos inversores en Wall Street. Si la bolsa neoryorquina profundiza en sus caídas la próxima semana, puede borrar en menos de un mes todas las ganancias de la era Trump.

    Si a todo eso se suma la descoordinación entre los bancos centrales de Europa, Estados Unidos, Canadá ó Japón, y los titubeos del Grupo de los Siete a la hora de tomar medidas, el panorama económico se obscurece.

    El coronavirus tambalea la economía mundial. Y Sánchez pensando que podía él sólo con el virus y que se trataba de un invento de la oposición, como las críticas a la manifestación del 8-M.