Donald Trump se enfrenta a nuevas revelaciones que lo conectan aún más estrechamente con Jeffrey Epstein, el financiero fallecido en prisión en 2019 mientras enfrentaba cargos por tráfico sexual de menores. Oficialmente, el delincuente sexual se suicidó. La aparición de nuevas pruebas y declaraciones, sumadas al silencio institucional, han desatado una tormenta política y mediática que amenaza con salpicar seriamente la imagen del presidente de EEUU y los republicanos avisan del coste que puede tener de cara a las elecciones de medio mandato, en 2026.
La última bomba informativa llegó esta semana con la publicación de fragmentos de conversaciones grabadas en 2017 entre Epstein y el autor Michael Wolff, quien asegura haber sido confidente del financiero durante años. En los audios, Epstein asegura que Trump tuvo su primer encuentro sexual con Melania a bordo de su jet privado, el tristemente célebre Lolita Express, conocido por haber transportado a numerosas figuras del poder político y económico junto a menores de edad en vuelos privados hacia sus propiedades en islas del Caribe.
Estas declaraciones, aunque no constituyen una prueba directa de delito, han reavivado las sospechas en torno a una relación entre ambos hombres que se ha intentado minimizar en reiteradas ocasiones. El propio Trump ha intentado remarcar su distanciamiento de Epstein en los últimos 20 años, asegurando que su amistad terminó en 2004 por una disputa inmobiliaria. Sin embargo, los documentos oficiales, registros de vuelo, fotografías y testimonios parecen contar una historia diferente.
La incomodidad en la Casa Blanca
Según fuentes cercanas al entorno del presidentes citadas por diversos medios norteamericanos, el tema Epstein genera un profundo malestar en Trump. Personas que han conversado recientemente con él lo describen como irritado y cada vez más impaciente con sus asesores, incluso con aquellos que le son leales. Exige que se aclaren los rumores, pero al mismo tiempo teme lo que aún puede salir a la luz. La publicación de los audios de Wolff no ha hecho más que agravar esa ansiedad.
Lo que más preocupa a muchos seguidores del presidente es la falta de transparencia de su propio gobierno. En mayo pasado, la fiscal general Pam Bondi, como ya contamos, informó directamente a Trump de que su nombre aparece repetidamente en los archivos del Departamento de Justicia relacionados con Epstein. Por primera vez, se reconocía oficialmente algo que hasta entonces solo circulaba en rumores: la existencia de documentos internos que mencionan de forma explícita a Trump en el contexto del caso Epstein.
Pero después de esa notificación, no pasó nada. A pesar de que Trump dijo que los desclasificaría, los documentos siguen clasificados, inaccesibles, enterrados bajo el más absoluto mutismo. Ni una línea adicional se ha hecho pública, y la promesa de desclasificarlo todo —tan reiterada por Trump y sus aliados durante años— ha quedado en el olvido.
Promesas rotas y silencio institucional
Parte de la frustración también proviene del incumplimiento de promesas por parte de figuras clave en el entorno de Trump. Kash Patel y Dan Bongino, actuales director y subdirector del FBI, fueron designados por el propio Trump tras años de aparecer en pódcast y programas afines asegurando que, si accedían al poder, desvelarían toda la verdad sobre Epstein: desde las grabaciones que presuntamente servían para chantajear a políticos y jueces, hasta la lista completa de sus clientes.
Sin embargo, ya en sus cargos, ambos se limitaron a pedir paciencia. Alegaron que no había nada nuevo que revelar y derivaron la responsabilidad a la fiscal Bondi. Esta, por su parte, organizó en febrero una presentación para un grupo selecto de influencers, a quienes entregó carpetas como si fueran documentos inéditos. Pero los contenidos no eran más que recortes censurados, ya disponibles desde hace años. Pura puesta en escena.
Cuando en televisión le preguntaron directamente si pensaba desclasificar la lista de contactos y aliados de Epstein, su respuesta fue tan ambigua como inquietante: "La tengo en mi mesa, lista para revisarla".
La relación entre Trump y Epstein fue cercana y sostenida durante al menos una década y media, como ya avanzamos. Coincidieron en fiestas, cenas, eventos privados en Palm Beach y Nueva York, y en numerosos registros públicos. Trump figura al menos siete veces en los manifiestos del avión Lolita Express. Su número personal, el de su secretaria y el de Melania aparecen en las agendas privadas de Epstein.
Una fotografía de 2000 muestra a Trump, Melania, Epstein y Ghislaine Maxwell juntos en una fiesta en Mar-a-Lago, la residencia personal de Trump en Florida. También se ha confirmado que Epstein fue invitado a la boda de Trump con Marla Maples en 1993.
Pero más allá de los registros públicos, lo que ahora preocupa a los asesores del presidente son los audios grabados por Wolff. En ellos, Epstein no solo menciona a Trump en contextos sexuales comprometedores, sino que además ofrece un retrato profundamente negativo del magnate: lo describe como solitario, iracundo, manipulador y obsesionado con seducir a mujeres casadas.
Según Epstein, Trump solía poner el altavoz en llamadas con amigos y hacer preguntas íntimas sobre sus esposas, para luego intentar seducirlas. También afirma que el expresidente se jactaba de haber mantenido relaciones extramatrimoniales con mujeres negras estando casado, usando expresiones racistas y despectivas.
Trump ha desmentido estas afirmaciones, calificándolas de "mentiras descaradas" y parte de una campaña de desprestigio orquestada por los demócratas, en particular por la presidenta Kamala Harris. Sin embargo, lo que inquieta al entorno republicano no es lo que ya ha salido, sino lo que aún podría filtrarse: Michael Wolff afirma poseer más de cien horas de grabaciones inéditas.
Una frase que lo persigue
Uno de los momentos más citados de toda esta saga sigue siendo una declaración de Trump en 2002 a New York Magazine: "He conocido a Jeff [Epstein] durante quince años. Es un tipo estupendo. Es muy divertido estar con él. Se dice incluso que le gustan las mujeres hermosas tanto como a mí, y muchas de ellas están en el lado más joven. No hay duda al respecto: a Jeffrey le gusta su vida social".
Aunque dicha afirmación es de una época en que la amistad entre ambos era pública y sin controversia, con el paso del tiempo ha sido reinterpretada como una señal de que Trump conocía —al menos parcialmente— las inclinaciones sexuales ilegales de Epstein.
En los círculos republicanos más fieles, el caso Epstein empieza a convertirse en una espina difícil de ignorar. No tanto por lo que ya se sabe, sino por lo que se teme que aún quede por descubrir. La falta de explicaciones, la opacidad institucional y las promesas incumplidas solo agravan la situación.
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