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Trump y Epstein fueron íntimos pero las celebridades relacionadas con el delincuente sexual van de Ana Obregón a los Clinton

Ana Obregón en uno de sus posados. A la derecha, Trump y Epstein en Mar-a-Lago en 1997

Jeffrey Edward Epstein (Brooklyn, 20 de enero de 1953) fue un magnate y delincuente sexual estadounidense. Según la versión oficial, se suicidó en una cárcel de Manhattan el 10 de agosto de 2019. Tras amasar una fortuna considerable, en 2005 fue objeto de múltiples investigaciones por delitos sexuales contra menores. En 2008, logró un controvertido acuerdo judicial que le permitió evitar cargos federales a cambio de una condena leve por prostitución. Pero en 2019 fue arrestado nuevamente por tráfico sexual de menores a nivel federal. Murió en prisión en circunstancias oficialmente catalogadas como suicidio. Tras su muerte, salieron a la luz numerosos documentos judiciales, testimonios y demandas que revelaron la magnitud de su red internacional de explotación sexual, así como la complicidad de, entre otras personas, su novia Ghislain Maxwell.

Se supone que con todo lo publicado de este delincuente quedaba poco por decir pero además de salpicar a personalidades como los Clinton (se declaró cofundador de la Fundación que lleva su nombre), su biografía guarda sorpresas como por ejemplo que ayudó a Ana Obregón a comienzos de los años 80 a recuperar los millones de inversiones perdidas de su padre, que habían desaparecido tras un fraude financiero. Otro de los clientes de Epstein que a veces venía por España fue el empresario saudí Adnan Khashoggi, intermediario en la transferencia de armas estadounidenses de Israel a Irán, como parte del asunto Irán-Contra. Otro multimillonario cliente de Epstein fue Leslie Wexner, presidente y director ejecutivo de L Brands (anteriormente The Limited, Inc.) y Victoria's Secret.

Epstein fue mano derecha de Leslie Wexner, presidente y director ejecutivo de L Brands (anteriormente The Limited, Inc.) y Victoria's Secret

Epstein fue su asesor financiero y su mano derecha. Ni que decir tiene que Epstein asistía a muchos desfiles de moda de Victoria's Secret y recibía a las modelos en su casa de Nueva York, además de ayudar a las aspirantes a modelos a conseguir trabajo como maniquíes de lencería fina. Epstein conoció a Ghislain Maxwell, hija del político y empresario británico Robert Maxwell, en 1991. Maxwell fue señalada por varias de las víctimas de Epstein como reclutadora o suministradora de niñas menores de edad.

Epstein conocía al príncipe Andrés de Inglaterra y desde fechas muy tempranas y asistía a fiestas con muchas personas prominentes, como Bill Clinton, Woody Allen, y Harvey Weinstein. Sus contactos incluyeron a Rupert Murdoch, Michael Bloomberg, Richard Branson, Alec Baldwin, y miembros de las familias Kennedy, Rockefeller y Rothschild. Sus contactos también incluyeron al primer ministro israelí Ehud Barak, el primer ministro británico Tony Blair y el príncipe heredero de Arabia Saudita Mohammed bin Salman. Tanto Clinton como Trump niegan no obstante haber visitado nunca la isla de Epstein. Pero la amistad de Donald Trump con el delincuente sexual "suicidado" en una cárcel de Manhattan el 10 de agosto de 2019 fue duradera y hay testimonios, evidencias y datos que lo corroboran de manera incontestable. Lo de Jeffrey Edward Epstein y Trump, hoy presidente de los Estados Unidos, da para una novela larga o al menos para un reportajes, como los publicados por The Wall Street Journal o este fin de semana en el New York Times. Lo resumiremos en diez breves pero clarificadores capítulos. Puede que sea verdad, como consta oficialmente, que este energúmenos se suicidara. Pero sea así o no, muchos de estos apellidos estarán más tranquilos con semejante personaje muerto. Es decir, callado. Ahora parece que hasta los más acérrimos defensores del trumpismo quieren desclasificar archivos que aún permanecen secretos. Ya ha caído una fiscal. La novela no ha hecho más que empezar.

Trump posa con Melania Knauss, que era su novia (y futura esposa). Junto al hoy presdente de Estado Unidos y la hoy Primera Dama, Jeffrey Epstein y Ghislaine Maxwell. La imagen está tomada en Mar-a-Lago hace 25 años.

Capítulo 1: La espuma dorada del poder

A principios de los noventa, Palm Beach y Manhattan bullían con el mismo cóctel de frivolidad y ambición. Era una época en la que los ricos no disimulaban serlo y los poderosos competían por ver quién tenía la piscina más azul, el avión más largo o la rubia más joven en la cubierta de popa. En este teatro de ostentación, Donald Trump y Jeffrey Epstein coincidieron como dos soles gemelos orbitando sobre la misma alfombra roja. Ambos venían del extrarradio neoyorquino y ambos se habían abierto camino en Manhattan a codazos, vestidos con trajes de Armani y sonrisas de tiburón. El uno alardeaba de sus hoteles de oro falso; el otro, de sus conexiones misteriosas con multimillonarios y científicos de Harvard. Unidos por el ansia de ascender en la pirámide del jet set, Trump y Epstein se hicieron amigos. Eran los años del champán sin fin y las recepciones con mujeres bronceadas que parecían esculpidas en bronce. Así empezaron aquellos años de gran amistad.

 Trump y Epstein en Mar-a-Lago en 1997
Trump y Epstein en Mar-a-Lago en 1997

Capítulo 2: Mar-a-Lago, templo de la carne

Las escenas podrían pertenecer a una novela picaresca de la Florida moderna: cheerleaders del equipo de los Buffalo Bills bailando en Mar-a-Lago mientras Trump, dueño del club, se pasea señalando a las chicas como si seleccionara ganado en una feria medieval. A su lado, Epstein ríe, le susurra cosas al oído, y ambos se comportan como dos adolescentes atrapados en los cuerpos de magnates.

En 1992, la NBC grabó ese momento para la posteridad: Trump y Epstein intercambiando miradas cómplices y compartiendo el catálogo humano de la noche. Era una simbiosis natural: uno ofrecía el escenario, el otro el misterio. En esas veladas, la línea entre el lujo y la sordidez se volvía invisible. Y Trump, lejos de incomodarse, organizaba fiestas privadas donde, a veces, Epstein era el único invitado masculino además del anfitrión.

Epstein, de espalda y de perfil, cerca de Trump y la modelo Ingrid Seynhaeve en una fiesta de Victoria's Secret en 1997
Epstein, de espalda y de perfil, cerca de Trump y la modelo Ingrid Seynhaeve en una fiesta de Victoria's Secret en 1997

Capítulo 3: Las mujeres jóvenes como pasatiempo

"Le gustan las mujeres bellas tanto como a mí, y muchas son bastante jóvenes", declaró Trump sobre Epstein en 2002 a New York Magazine. Lo dijo sin rubor, con la misma naturalidad con la que hablaba de sus campos de golf o de sus casinos en bancarrota. Para ambos, las chicas jóvenes eran parte del mobiliario de su ocio. Stacey Williams, modelo de Sports Illustrated, relató años después cómo, en una visita a Trump Tower junto a Epstein, Trump la manoseó como si fuese un juguete nuevo entregado para su inspección. "Me sentí como un trozo de carne servido en bandeja", declaró. Pero en aquellos días, nadie parecía escandalizarse. La alta sociedad de Palm Beach estaba acostumbrada a ver estas escenas sin levantar la ceja, mientras movía el hielo en el whisky.

Virginia Giuffre a las puertas del Tribunal Federal de Distrito en Manhattan después del suicidio de Epstein en la cárcel, en agosto de 2019. Los cargos en su contra fueron posteriormente desestimados debido a su muerte.
Virginia Giuffre a las puertas del Tribunal Federal de Distrito en Manhattan después del suicidio de Epstein en la cárcel, en agosto de 2019. Los cargos en su contra fueron posteriormente desestimados debido a su muerte.

Capítulo 4: Virginia Giuffre, la víctima invisible

En 2000, una joven llamada Virginia Giuffre trabajaba en Mar-a-Lago como masajista. Tenía 17 años. Ghislaine Maxwell la reclutó a la salida de un vestuario: le ofreció un trabajo mejor. No necesitaba experiencia, solo estar dispuesta a aprender. Pronto se encontró en la mansión de Epstein, masajeando a un hombre desnudo mientras Maxwell la instruía. Lo que comenzó como un masaje derivó en un entramado de abusos que involucraban a poderosos de todo el mundo. Giuffre acabaría testificando que había sido forzada a tener relaciones sexuales con varias figuras prominentes, incluido un príncipe inglés. Trump, en su versión de los hechos, siempre dijo que no sabía nada. Afirmaba desconocer las prácticas de su amigo Epstein, a pesar de haber compartido con él fiestas, aviones y confidencias durante más de una década.

Durante los años noventa, Trump voló al menos siete veces en el famoso Boeing 727 de Epstein

Capítulo 5: El Boeing 727 de la vergüenza

La amistad entre Trump y Epstein se fortaleció en los vuelos privados entre Palm Beach y Nueva York. Durante los años noventa, Trump voló al menos siete veces en el famoso Boeing 727 de Epstein, conocido entre los empleados por un apodo sórdido: el Lolita Express. A bordo, la conversación versaba sobre dinero, mujeres y poder. Las azafatas eran jóvenes modelos reclutadas con la promesa de una carrera en el mundo del glamour, pero muchas terminaron en un espiral de abuso y silencio. Leslie Wexner, dueño de Victoria's Secret, proporcionaba el perfume de respetabilidad a Epstein, mientras este tejía su red de influencias. Trump no estaba en los negocios financieros de Epstein, pero compartía su afición por las fiestas en las que las chicas parecían salidas de un catálogo de lencería.

La Maison de l'Amitié, una villa francesa a orillas del Atlántico, en Palm Beach.

Capítulo 6: La ruptura: una mansión y un escándalo

La amistad entre los dos magnates comenzó a resquebrajarse en 2004, cuando ambos pujaron por la misma joya inmobiliaria: la Maison de l'Amitié, una villa francesa a orillas del Atlántico, en Palm Beach. Trump ganó la subasta por 41,35 millones de dólares. Después llegó el pretexto moral: Trump contó que había expulsado a Epstein de Mar-a-Lago porque se había propasado con la hija de un socio del club. Brad Edwards, abogado de varias víctimas de Epstein, aseguró haber escuchado esa misma versión de boca de Trump en 2009. Pero lo cierto es que, tras la compra de la mansión, los caminos de ambos se separaron. Uno siguió su carrera política; el otro, su caída al infierno.

Epstein comparece ante el tribunal en West Palm Beach, Florida, en julio de 2008
Epstein comparece ante el tribunal en West Palm Beach, Florida, en julio de 2008

Capítulo 7: El escándalo judicial

En 2008, Jeffrey Epstein consiguió un acuerdo judicial vergonzoso. Gracias a un equipo de abogados donde figuraban Alan Dershowitz y Ken Starr, logró evitar un proceso federal. Pasó apenas 13 meses en una cárcel condado, con permisos diarios para ir a su oficina. Mientras, las adolescentes abusadas quedaban al margen de la justicia. Trump, por entonces, prefirió mirar hacia otro lado. Solo en 2015, cuando se preparaba para su campaña presidencial, utilizó a Epstein como arma contra Bill Clinton, insinuando sin pruebas que el expresidente había visitado la famosa isla de Epstein. "Clinton tiene problemas con la isla famosa de Epstein", declaró a Fox News. En política, todo sirve, incluso los viejos amigos caídos en desgracia.

Capítulo 8: Epstein vuelve al primer plano

En julio de 2019, Epstein fue arrestado de nuevo, esta vez por tráfico sexual de menores. La noticia corrió como un reguero de pólvora y sacudió los cimientos de las élites. Trump se desmarcó inmediatamente. "No he hablado con él en 15 años. No era fan", dijo a los periodistas, aunque las fotos, los vídeos y los testimonios de la época contaban otra historia. Poco después, Alexander Acosta, secretario de Trabajo de Trump y responsable del acuerdo indulgente de 2008, dimitió. El círculo volvía a cerrarse.

Capítulo 9: El cadáver incómodo

El 10 de agosto de 2019, Epstein apareció muerto en su celda de Manhattan. Oficialmente, se trató de un suicidio. Trump, lejos de calmar los ánimos, incendió las redes sociales compartiendo teorías conspirativas que implicaban a los Clinton. La estrategia era simple: desviar la atención. Mientras tanto, Ghislaine Maxwell, su cómplice, caía un año después. Cuando preguntaron a Trump por su arresto, respondió: "Le deseo lo mejor". Esa frase, aparentemente inocente, dejó perplejos incluso a sus asesores. Era como si en el fondo lamentara la caída de una vieja compañera de fiestas.

Capítulo 10: El secreto compartido

En 2003, según The Wall Street Journal, Trump entregó a Epstein un dibujo de una mujer desnuda y una nota enigmática por su 50 cumpleaños. El diario de Murdoch publicó recientemente que en esa nota se aludía a un secreto compartido. Trump lo niega. Ha presentado una demanda por difamación por 10.000 millones de dólares. Los años han pasado, pero la niebla de aquellos días sigue sin disiparse. Ni los archivos judiciales, ni las transcripciones de los testimonios sellados, ni las acusaciones cruzadas han logrado aclarar del todo la relación entre los dos hombres. Tal vez nunca se sepa todo. Lo que queda son las imágenes: Trump señalando a chicas en Mar-a-Lago; Epstein riendo a su lado; los dos compitiendo por la juventud y el lujo, como dos emperadores decadentes en un banquete romano.

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