En la Casa de Alba, el amor nunca ha sido solo un asunto de dos. Es un espectáculo íntimo con ecos de linaje, patrimonio y protocolo, un cóctel donde la pasión se mezcla con la historia y el apellido pesa tanto como el sentimiento. Ahora, el protagonista es Cayetano Martínez de Irujo, jinete de noble estirpe, que a sus sesenta y tantos años ha decidido casarse con Bárbara Mirjan, una joven de raíces vascas y libanesas que ha permanecido una década a su lado con la paciencia y la discreción de quien sabe que en estos círculos el tiempo es solo una formalidad.
El duque de Alba, Carlos Fitz-James Stuart, ha dado su bendición con una frase que no admite doble lectura: "Chica estupenda que ha demostrado tener muchas virtudes y yo estoy muy contento con el tema. A ver si le endereza un poco". En esta casa, donde la realeza se mide en generaciones y la nobleza no es solo un título, sino una forma de estar en el mundo, la aprobación del hermano mayor no es un mero trámite. Es casi un sello de calidad.
De Bárbara Mirjan se sabe poco y lo que se sabe, sugiere más de lo que dice. Empresaria, políglota, educada en la prudencia de quienes prefieren no exponerse demasiado, su linaje tiene más que ver con la madera y la empresa que con los salones aristocráticos. Su abuelo, José Luis Aliende Cuesta, fundó un próspero negocio de tarimas flotantes, una empresa familiar que exporta un millón de metros cuadrados al año y que ha hecho de la tradición maderera del País Vasco un producto de lujo global.
La fortuna y la estabilidad vienen de ahí, de fábricas y exportaciones, de una visión empresarial que no necesita títulos nobiliarios para sostenerse. Sin embargo, el destino ha querido que Bárbara entre en un universo donde los castillos no son metáforas y las residencias tienen nombre propio. Y en ese escenario, el palacio de Arbaizenea se erige como un posible telón de fondo para su boda.

El palacio de Arbaizenea no es solo una casa. Es un fragmento de la historia de España, una residencia de verano donde Cayetana de Alba vivió sus mejores años cuando San Sebastián era la capital veraniega de la aristocracia. Construido en 1881, fue un regalo de la familia Martínez de Irujo a la ciudad que les ofreció refugio y elegancia.
Cuando Luis Martínez de Irujo falleció, la duquesa Cayetana decidió conservar la casa en lugar de repartirla entre sus hijos. No fue hasta que organizó su herencia en vida cuando el palacio pasó a manos de Cayetano, quien, con el pragmatismo de quien conoce los costes de mantener un legado, permite que se alquilen sus jardines para bodas. Ocho o diez al año, suficientes para sufragar casi la mitad de los gastos de mantenimiento. A veces, la nobleza necesita ser también rentable.
Es probable que la boda de Cayetano y Bárbara se celebre allí, entre los jardines que han visto pasar generaciones de la alta sociedad, en un otoño que haga justicia al dramatismo del momento. No habrá excesos ni grandes filtraciones a la prensa, porque Bárbara no es mujer de escándalos ni Cayetano está para frivolidades. Será, con toda probabilidad, una ceremonia contenida, elegante, con la nobleza de siempre y la modernidad necesaria.

¿Enderezará Bárbara a Cayetano, como sugiere su hermano?
Mientras Cayetano lleva en sus venas el peso de la historia y el temperamento de un jinete que ha recorrido media vida en el ojo público, Bárbara Mirjan representa otra velocidad. En un mundo donde los apellidos ilustres suelen arrastrar a sus parejas a los focos, ella ha conseguido mantenerse en la sombra, sin declaraciones grandilocuentes, sin escándalos ni exclusivas.
¿Enderezará Bárbara a Cayetano, como sugiere su hermano? Difícilmente un hombre que ha cabalgado entre los excesos y la tradición cambiará a estas alturas. Pero sí puede que, con su carácter tranquilo y su visión empresarial, le ofrezca un nuevo equilibrio. En la Casa de Alba, el amor nunca ha sido simple, pero sí ha sido siempre una cuestión de legado. Y en ese tablero de ajedrez donde los títulos, las propiedades y las historias familiares se entrelazan, la boda de Cayetano y Bárbara será un nuevo capítulo en una saga que nunca deja de sorprendernos.