La legislatura puede 'saltar por los aires' en cuatro días: manifestación, procés y Presupuestos
Borja Ventura
La izquierda y la derecha tienen en la España de los últimos años una particularidad local: a una siempre se le ha dado mejor llenar las calles y a la otra, las urnas. De ahí que el relativo fracaso de la concentración convocada en Madrid por el bloque conservador sea apenas una alegría momentánea para el Gobierno. Saben que la derecha puede no estar movilizada de forma pública, pero sin duda lo está en intención de voto. Hoy mismo la portavoz del Gobierno, Isabel Celaá, ha afirmado que, si los Presupuestos salen adelante, el Ejecutivo "transitará en 2019 con la normalidad de cualquier Gobierno" pero en caso contrario, "ciertamente, el tiempo será más corto", aunque ha precisado que corresponde al presidente decidir sobre una próxima cita electoral.
A los estrategas de Ferraz no se les escapa lo sucedido en Andalucía: el tripartito conservador ya suma, y probablemente eso es lo único que detendrá el reloj de las elecciones mientras lo maneje Pedro Sánchez. La cuestión es que los plazos, como todo en la política nacional en los últimos años, se han acelerado, y de qué manera: en apenas cuatro días todo podría saltar por los aires.
Pinchazo en el frente nacional
La primera etapa era precisamente la concentración de Colón. Al final, y a pesar de la fuerza propagandística de destacados sectores de opinión, la convocatoria fue bastante limitada: apenas 45.000 personas, según Delegación del Gobierno. Poca cosa si se compara con otras manifestaciones de igual signo convocadas en el mismo lugar.
De hecho, la cita ha servido para poner de manifiesto que las mayorías no las dan los extremos sino precisamente todo lo contrario. La forma en que se convocó -retahíla de descalificativos de Pablo Casado contra presidente incluida- atrajo, como era de esperar, a las facciones más reaccionarias de la sociedad madrileña. Y eso, aunque se controlara con cuidado la iconografía de la cita, desmovilizó a muchos moderados. Costó que el PP convenciera a sus barones más valorados -el caso de Alberto Núñez Feijóo es el más destacado- y en Ciudadanos la foto con Vox y los titulares con Hogar Social o Falange van a pasar factura.
No sería acertado decir que ese pinchazo sea un motivo de alegría para el Ejecutivo, pero en cierto modo está logrando un objetivo: escorar a sus rivales hacia posiciones ideológicas que generan rechazo en amplios sectores de votantes. Es una jugada peligrosa, pero efectiva a nivel electoral. Lo que no terminó de conseguir el proyecto de exhumación de Franco lo hizo una supuesta mesa de diálogo con el soberanismo catalán.
El procés, ante el juez
La segunda etapa llega el martes, con el inicio del juicio contra los presos del procés. La cita servirá para volver a visibilizar a ciertos líderes que llevan meses silenciados por su condición de presos. Oriol Junqueras y compañía no son Carles Puigdemont o Quim Torra, ni por lo que significan para los suyos -unos afrontan sus actos como víctimas del sistema y otros huyen como delincuentes-, ni por su talla discursiva. A nadie se le escapa que el líder de Esquerra ha demostrado tener un talante mucho más dialogante que sus homólogos en Convergència.
Además de devolver esa cara del procés a la palestra política, el inicio del juicio era una suerte de fecha límite para Sánchez: si no conseguía reconducir la situación mediante el diálogo antes de que empezaran las comparecencias haría que todo saltara por los aires. Y así lo hizo. Para algunos fue un gesto de debilidad, pero en cierto modo contribuyó a limitar los argumentos de sus oponentes, tanto internos como externos.
A fin de cuentas, la forma en que se vendió el fracaso de las conversaciones culpabilizaba al otro bando, como era de esperar. El Gobierno es consciente de que las dos almas del procés tendrán que ajustar cuentas internas tarde o temprano, al tiempo que deciden qué tipo de interlocutor prefieren tener en Moncloa.
Los Presupuestos llegan al Congreso
Con este panorama, el proyecto de Presupuestos llega el martes y miércoles al Congreso. Salvo sorpresa de última hora, y con el 'plantón' del soberanismo catalán, nada los salvará. Hasta Podemos, que vive su propia guerra interna, lleva semanas preparándose para hacer campaña contra el Ejecutivo. Y eso a pesar de que parte importante de la redacción de las cuentas lleva su firma.
Así las cosas habría dos opciones: o prorrogar los Presupuestos existentes, algo que los socios de Podemos rechazan, o convocar elecciones y abocar al país a un imprevisible superdomingo electoral -o a votar dos veces en pocos meses-.
Dadas las circunstancias, el escenario es poco deseable para casi todos ahora mismo. El PSOE no ha tenido tiempo de hacer demasiado, aunque ha recuperado el pulso y la iniciativa además de haber conseguido escorar a sus rivales hacia el otro extremo ideológico. Podemos ha podido sacar pecho con medidas sociales, pero se ha visto consumido en su enésima y seguramente más grave guerra interna. El PP ha emprendido una carrera desatada hacia la confrontación tras años de lánguida inercia. Ciudadanos se ha multiplicado, pero también se ha manchado al acercarse demasiado a la derecha tradicional que prometía combatir.
Con todo, de ninguna de las tres citas llegarán grandes sorpresas, pero a su manera simbolizan el fin de un ciclo. La manifestación es un fracaso, pero no lo es. El juicio arranca, pero llevará meses. Los Presupuestos no saldrán, pero nadie esperaba otra cosa. En este punto nuestra política ha conseguido hacer predecible que llegáramos hasta aquí... y que todo lo que suceda a partir de este punto vuelva a ser de todo punto impredecible.