Opinión

El plan temerario de Trump que meterá a Europa y EEUU en crisis

    Trump prende la mecha para destruir el orden mundial. PV

    Amador G. Ayora
    Madrid,

    Quienes conocen a Trump aseguran que desde muy joven consideraba que los extranjeros estaban robando la riqueza de los americanos. "Vamos a cobrar a los países por hacer negocios en el nuestro y por quitarnos nuestros empleos y nuestra riqueza", señaló poco ante de anunciar los aranceles.

    Sus amigos consideran que es inútil intentar convencerlo de que nadie les roba el almuerzo a los americanos y que el libre comercio puede ser beneficioso para ambas partes. Las esperanzas se desvanecieron definitivamente este miércoles cuando anunció aranceles para todos los países sin excepción con el objetivo de hacer "más ricos" a los estadounidenses.

    Trump quiere que todos los automóviles vendidos en su país se fabriquen en Estados Unidos, los 16 millones al año. Incluso si este objetivo fuera racional, requeriría muchos años y cientos de miles de millones de dólares en inversiones. No entiende que los fabricantes han invertido miles de millones en cadenas de suministro eficientes para producir coches asequibles para la clase media y ahora tendrían que multiplicar los costes para repatriarlas. Su modelo de "sustitución de las importaciones" ya mantuvo en la pobreza a la India por décadas.

    También ignora que los automóviles subirán. "Así comprarán coches americanos", respondió. Cada automóvil se encarecerá unos 10.000 dólares sin importar donde se fabrica. Si Hyundai eleva el precio de un modelo hecho en Corea del Sur, Ford y GM captarían más cuota de mercado. Pero con el tiempo, subirán también sus precios para ganar más. Eso ocurrió cuando Trump aumentó los aranceles a las lavadoras en su primer mandato, todas subieron el 12%.

    Su principal asesor comercial, Peter Navarro, declaró a Fox News que "los aranceles van a recaudar 600.000 millones de dólares al año, unos seis billones de dólares en un período de diez años". En el mundo real, un arancel es un impuesto. Lo que recaudas más para el gobierno se lo quitas a los ciudadanos y a las empresas privadas.

    La combinación de precios elevados y de un PIB negativo pondrá en un brete a la Reserva Federal

    La cifra de 600.000 millones equivaldría a, aproximadamente, el 2% del PIB y elevaría la participación en los impuestos federales por encima del 19%, dos puntos más del promedio desde 1975. ¿Dónde quedan las promesas de Trump de que acometería la mayor desregulación y rebaja de impuestos de la historia? Los demócratas no se atreverían a alza similar de la presión fiscal.

    Si los aranceles se mantienen durante un período prolongado, la inflación, podría aumentar del 2,5% en febrero al 4,4% a finales de este año, según UBS. En ese escenario, la economía experimentaría un estancamiento este año y se mantendría en negativo el primer semestre del próximo, lo que técnicamente se considera una recesión. La tasa de desempleo, del 4,1% en febrero, podría rondar el 5,5% el próximo año.

    Esa combinación de crecimiento débil o negativo y precios más altos pondrá a la Reserva Federal en una situación muy delicada. Sus funcionarios tendrían que decidir entre combatir la inflación o el desempleo. El desplome de los precios del petróleo frenará algo los precios al consumo. Además, Trump no gravó los productos agrícolas procedente de México para proteger la cesta de la compra. Aun así, los economistas de UBS creen que los tipos de interés bajarán hasta dos puntos porcentuales a finales del próximo año para combatir la recesión.

    Lo malo es que las previsiones están hechas sin tener en cuenta las represalias de los países afectados. Tanto Canadá como China han empezado ya a tomar medidas. Pekín respondió el viernes sin esperar al diálogo con aranceles recíprocos del 34%, que hundieron las bolsas mundiales. China añadió el veto a la exportación de tierras raras, utilizadas para fabricar munición y semiconductores en Estados Unidos.

    La UE, por contra, insiste en la prudencia y en buscar una respuesta proporcionada. La presidenta, Ursula von der Leyen, moderó el tono. Primero señalaba, imitando a Trump: "Todas las cartas están sobre la mesa. Tenemos un plan sólido de represalias si es necesario". Pero luego se mostró dispuesta a negociar antes de aplicar sanciones, ante la división de socios como Italia o Francia.

    Von der Leyen tiene en su mano aplicar el mecanismo de coerción aprobado en 2023, como pide Macron, que permite a la UE suspender las obligaciones relativas a los derechos de propiedad intelectual, acceso a concursos públicos o restricciones a las inversiones y la financiación. La medida requiere el visto bueno del 55% de los estados miembros y golpearía donde más duele, el sector tecnológico, el alma de Wall Street. Ello provocaría la ruptura de los sólidos lazos mantenidos desde la Segunda Gran Guerra.

    El plan de Trump: aranceles, bajada de tipos de interés junto a dólar y energía baratas

    Trump cambia de opinión de la noche a la mañana. Modificó con frecuencia las tasas y el calendario arancelario para Canadá, México, China o la UE. Por eso aún no se sabe si utilizará los aranceles como moneda de cambio para presionar y amenazar en las negociaciones. Entretanto, sus actuaciones siembran el pánico económico, se saltan las normas del comercio internacional y perturban las cadenas de suministro globales, como en la pandemia, lo que presiona los precios de las materias primas y amenaza con trasladarse al consumo.

    De momento, sólo el oro ha batido récord, porque actúa como sector refugio. Pero los expertos advierten de que esta ansiedad se extenderá a otros metales. Los precios del aluminio en el Medio Oeste de EEUU aumentaron un 80%, y la diferencia en los costes de las bobinas laminadas en caliente entre EEUU y la UE alcanza ya un 75%. Estos aumentos aún no se reflejan en las cotizaciones de estos metales básicos, pero lo harán a medida que se acentúen las diferencias regionales de costes.

    Los importadores estadounidenses están acumulando inventario, lo que impulsa la demanda de metales físicos. El cobre en Londres superó los 10.000 dólares por tonelada por la inestabilidad en la República del Congo y la fuerte demanda de China. El desplazamiento de la capacidad de producción de Europa a EEUU, junto a los esfuerzos de regiones como Oriente Medio por convertirse en centros de fabricación, impulsa el auge de metales como el acero, el aluminio y el cobre.

    En Europa se está produciendo un desabastecimiento de chatarra para la producción de estos metales, que contribuirá a disparar sus precios en un futuro, debido a que Bruselas no pone aranceles a las importaciones, como lo hacen China o EEUU.

    Un estudio reciente muestra que las exportaciones de chatarra de aluminio a países asiáticos como Tailandia, Malasia o Japón creciendo entre el 1.000 y el 2.000%. En el caso de EEUU, el incremento es del 200%.

    La explosión de los precios de estos metales puede revivir los episodios inflacionistas de la pandemia y acelerar la recaída de la economía europea, por lo que urge una respuesta rápida de las autoridades comunitarias. Europa se posiciona así como uno de los grandes perjudicados de la guerra arancelaria.

    La guerra arancelaria evoca la Ley Smoot-Hawley, una legislación proteccionista, aprobada en junio de 1930, que elevó a niveles récord las tasas para más de 20.000 productos importados. Tras su aprobación, muchos países adoptaron represalias, que provocaron que el comercio estadounidense se desplomara más de un 50%. Algunos economistas consideran que la Ley Smoot-Hawley fue el catalizador de la Gran Depresión.

    La hoja de ruta de Trump es arriesgada. El mismo reconoció que Estados Unidos podría pasar por una "recesión transitoria". Su plan consiste en utilizar los 600.000 millones de dólares anuales extra en aranceles para financiar un recorte de impuestos, que en combinación con un dólar barato (esta semana el euro superó la barrera de los 1,10 dólares), el recorte de las tasas de interés y la bajada de los precios energéticos propicie el despegue de la economía americana a finales de año.

    Un experimento temerario porque no cuenta con las represalias de terceros como China o Europa, que pueden conducir a una guerra comercial global. Además, tiene elecciones legislativas a la Cámara de Representantes en 2026, que si pierde mermarán la capacidad legislativa para sacar sus proyectos. En Europa, el problema es peor, porque no tenemos siquiera un plan para hacer frente a las restricciones, por lo que la crisis puede ser más grave.