Opinión
Tres motivos por los que el cohete de la economía naufragará, tarde o temprano
Amador G. Ayora
Madrid,
Los economistas, una vez más, se equivocaron al pintar oscuros nubarrones sobre la marcha de nuestro país. Las previsiones no sólo no se cumplieron, sino que la realidad superó las expectativas. El PIB cerró el pasado ejercicio con un alza del 2,5%, frente al 0,5% de la UE, es decir cinco veces más. Ahí es nada.
España será, además, el país que más crezca de la UE este año y está entre los más dinámicos del mundo, después de los emergentes asiáticos y de Estados Unidos, según una clasificación reciente del Fondo Monetario Internacional (FMI). La mayoría de las casas de análisis nacionales y de las instituciones internacionales coinciden ahora en mantener la velocidad de crucero del crecimiento español por encima del 2% durante, al menos, los dos próximos años.
¿Por qué van tan bien las cosas cuando tenemos un gobierno inestable, siempre al límite de sus posibilidades y con permanentes rumores sobre un adelanto electoral para sortear las dificultades con sus socios independentistas? Eso no genera confianza.
La economía tiene una gran virtud y tres grandes problemas de futuro. La virtud es que somos un país de servicios, sobre todo por el turismo. Vamos a más que cuadruplicar el número de turistas con respecto a la pandemia, cuando nos visitaron menos de 20 millones de extranjeros. El próximo año, probablemente, batamos el récord de cien millones de turistas, desplazando a Francia, que en estos momentos es el líder mundial. Eso significaría que el número de visitantes duplicaría la población española. ¡Un bendito milagro hecho realidad!
Hay dos magnitudes, que muestran la fortaleza y la resistencia de la economía: las exportaciones de servicios y el consumo. Las exportaciones de servicios no turísticos crecieron el 75% desde la pandemia y aportan casi el 1% del PIB. Además, en los últimos meses se observa un aumento de los productos de alto valor añadido.
En cuanto al consumo, hay que distinguir el público del privado. El consumo realizado por las administraciones públicas aumenta a tasas del 5% por las medidas de apoyo del Gobierno a la economía y los fondos Next Generation. Más de la mitad del crecimiento del último trimestre de 2023 se debió al consumo público, que incluye el pago de las nóminas de los funcionarios y que hay que diferenciar del gasto público.
Pero el principal motor de la actividad es el consumo privado, sustentado tanto en el aumento del empleo como de la población residente y ocupada. La población residente en España crece el 2,5% anual, la mayor tasa de la UE, gracias a la entrada de extranjeros. Pero la población activa, es decir la empleada, lo hace el 5%, también por los inmigrantes.
La inmigración, pese a la ignorancia de los políticos, es lo que sostiene el crecimiento del PIB
Una primera conclusión: La inmigración, tanto de latinos y como de ciudadanos de la UE, es lo que tira del crecimiento, aunque a Santiago Abascal le gustaría devolverlos al mar y el portavoz del PP, Miguel Tellado, pretende enviar a la Armada a detener los cayucos antes de su llegada. Durante la década sanchista se creó una media de 300.000 empleos anuales. Un ritmo que el Gobierno prevé que se mantenga, ya que en el borrador de presupuestos apunta a un millón de nuevos puestos de trabajo de aquí a 2027
A la recuperación del consumo está contribuyendo, asimismo, el poder adquisitivo que, después de más de una década estancado y con tendencia a la baja, mejoró el último año gracias al alza de los salarios el 5%, 1,6 puntos más que la inflación.
Un último factor es el ahorro de los hogares, que llegó a subir el 17% en la pandemia y ahora lo hace casi al 8%, según Esade. Parece que los hábitos de los españoles cambian a mejor. ¡Por fin! Hasta aquí las buenas noticias. No se emocionen porque tenemos grandes problemas.
1.-El primero es la productividad. Lleva estancada durante tres décadas y no tiene visos de despegar, en gran parte porque somos un país de servicios, con mano de obra barata, numerosa y con escasa uso de la tecnología en hoteles y restaurantes. El borrador de Presupuestos vaticina un alza del 4% anual hasta 2027, pero las medidas conocidas hasta ahora como la reducción de la jornada laboral, que pretende la vicepresidenta Yolanda Díaz, será otro golpe bajo. No hay ni una empresa tecnológica entre las grandes españolas ni europeas.
La baja inversión y productividad, junto a la desmesurada subida de impuestos, oscurecen el futuro
2.-El segundo hándicap es la elevada fiscalidad. El Gobierno está subiendo los impuestos a las personas y a las empresas de manera escandalosa. Las contribuciones sociales subirán el 1,5% anual para las rentas altas (a partir de 60.000 euros brutos) de aquí a 2050 para sostener las pensiones; los autónomos pagarán más tras la desaparición de los módulos, mientras que bancos y energéticas, verán prorrogar un impuesto extraordinario, que debería expirar a fin de año.
La peor parte del león es la del ciudadano de a pie, cuya tarifa del IRPF no se actualiza desde la anterior legislatura, con lo que pierde un poder adquisitivo similar a la inflación. La cuña fiscal, IRPF más cotizaciones, ya representa más del 40% del salario.
La presión fiscal alcanzó el 39% del PIB, hemos superado la brecha histórica con la UE, donde está en poco más del 40%. Del lado de las empresas, la suma de cotizaciones sociales e impuesto de Sociedades representa el 12,2%, dos puntos más que Europa. Otra prueba de que la actividad empresarial está muy penalizada.
La inflación y el dinamismo económico, aparte de los nuevos impuestos, ha permitido lograr récord de recaudación fiscal. Pero esto no es sostenible en el tiempo.
3.-El tercer problema es la baja inversión, como consecuencia de la desconfianza: En el 23 apenas representó el 20% del PIB. El Gobierno lo atribuye al retraso en los desembolsos de los fondos Next Generation, que se acelerará de aquí a 2026 para cumplir con los plazos de ejecución. Pero no deja de ser un parche, por una circunstancia extraordinaria. La causa real es la pérdida de confianza del empresario, en una encrucijada. Los costes salariales y de materias primas, además de los impuestos, en constante ascenso, no siempre pueden trasladarse al consumidor. La inversión extranjera también está en mínimos.
La conclusión es que España vive un momento dulce, que el Gobierno no está aprovechando para quitar la grasa superflua del gasto. La AIReF acaba de darle un toque porque el Presupuesto de 2025, si llega aprobarse, no respeta las reglas europeas. El gasto público crece a tasas del 3,2%, siete décimas más de lo previsto, lo que obligará a un ajuste de 11.000 millones, cuando hemos subido el techo de gasto en 6.000.
El déficit estructural, además, sigue en el 4%, lo que quiere decir que en el momento que desaparezcan las circunstancias excepcionales, los números rojos se dispararán. Fedea calcula que el alza de cotizaciones sociales tendrá que duplicarse hasta el 3,2% para financiar las pensiones.
El turismo está llegando a su techo. Los movimientos contra la llegada masiva de turistas empiezan a darse en todas las ciudades costeras, porque no caben muchos más visitantes. El alza de la población residente tampoco puede mantenerse a estos ritmos.
Vivimos por encima de nuestras posibilidades sin hacer los deberes y prepararnos para el aumento de gastos que se nos viene encima en los próximos años. Nada se sabe de la reforma fiscal pedida por Bruselas y, para colmo de males, estamos al borde de un bloqueo legislativo como muestra que en el último año sólo se hayan aprobado dos leyes económicas y una decena estén arrinconadas en un cajón. La economía va como un cohete, sí pero ¡ojo! cuando vuelva a tocar la atmósfera, porque puede naufragar.
PD.-La venta de Talgo se está convirtiendo en un dolor de cabeza para Oscar Puente. El Gobierno quiere articular un grupo en torno a la checa Skoda, en lugar de la opa de la húngara Magyar Vagon. Los checos no disponen ni de capacidad financiera ni industrial para abordar la adquisición y los posibles socios privados, tanto CriteriaCaixa como Escribano, irían a regañadientes. ¿No sería mejor aceptar la realidad en vez de forzar un consorcio antinatural? Sobre todo, cuando los húngaros están dispuestos a aceptar la participación de la SEPI. Son los únicos con la capacidad industrial que Talgo necesita, en estos momento, para servir sus pedidos y seguir creciendo.