De la democracia al esperpento
- Apunta una legislatura de confrontación con tres grandes frentes de conflicto
José María Triper
Con el telón de fondo de un, más que solemne vergonzante, acto de apertura de la XV Legislatura, quienes seguíamos en vivo la sesión en el Congreso asistimos al esperpento de la democracia reflejada en un espejo cóncavo, del que sólo se salvó el discurso del Rey y su firme defensa de la Constitución como garante de la convivencia democrática y del Régimen de libertades del 78. Un legado ahora en peligro de extinción por el asalto a las instituciones, a la separación de poderes, la amnistía y los pactos contra natura del sanchismo gobernante.
Una legislatura que más que legislativa se apunta como una legislatura de confrontación con tres grandes frentes de conflicto: el debate territorial, la economía y la separación de poderes; y que tuvo como animadora o cheerleader del combate a la señora Francina Armengol, a la sazón presidenta del Congreso, con un discurso tan ramplón como sectario, reflejando su incapacidad, falta de preparación y carencia de principios para desempeñar tan alto cargo.
Fue el preámbulo del esperpento democrático que nos espera, en el que mientras en el Palacio del Congreso se representaban todos los ritos que exige la comedia, el futuro de España no se debate y se decide en las cámaras legislativas y por los legítimos representantes del pueblo español y de la soberanía nacional, sino entre un Gobierno arrastrado ante los enemigos del Estado y de la democracia y un delincuente prófugo de la Justicia, tutelados por unos hipotéticos mediadores, como si de un país bananero se tratara, y sin luz, taquígrafos ni transparencia.
Un esperpento en el que también el prófugo se encargó de demostrar quién es el protagonista y el dueño del teatro, avisando a Pedro Sánchez de que "podríamos votar con el PP para derribar el presupuesto o por una resolución sobre Israel, donde nuestra posición en realidad está más alineada", e incluso advirtiendo de una posible moción de censura si no cumple con lo que le ordena. Y una mascarada en la que también los socios del Gobierno, en su alianza Frankestein, se hicieron notar mediante ausencias y comunicados aberrantes contra unas instituciones y una España a la que desprecian, pero de la que siguen cobrando unos sueldos sustanciosos. Que para poner la mano demuestran que no les frenan ni ideologías ni principios. Además de la falta de educación y de conciencia democrática de los diputados de Sumar y del PNV, cruzándose de brazos para no aplaudir el discurso del Monarca.
Y para fin de fiesta, pudimos asistir al espectáculo de la vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz –que no puede resistirse a ser el niño en el bautizo y el muerto en el entierro– enmendando la plana a la todavía vicepresidenta primera, Nadia Calviño, por la reforma de la cobertura del subsidio de desempleo, en una muestra más de la falta de cohesión y de coherencia en el seno de un Gobierno sin ministro de Economía –Calviño está de oyente mirando al BEI– con la que está cayendo en forma de desaceleración económica, caída de las contrataciones, empobrecimiento social, desempleo, latrocinio fiscal, hundimiento de la competitividad y fuga de inversiones por la inseguridad jurídica aderezada con la inestabilidad política.
Pero esto ni importa ni preocupa al Gobierno ni a su presidente virtual y tampoco interesa a Puigdemont, que es el verdadero jefe del Ejecutivo y mueve desde Waterloo los hilos del guiñol. Y eso que estamos sólo en los inicios.
Como reza la frase atribuida a Don Quijote, pero que no figura en la obra de Cervantes "cosas veredes, amigo Sancho que harán hablar las piedras".