Opinión

La sostenibilidad del crecimiento económico en España

    Un plan fiscal es básico para sostener el crecimiento

    Francisco de la Torre Díaz

    Históricamente, todas las crisis económicas graves en España han comenzado por el estrangulamiento del sector exterior. Esto no pasó a la historia cuando entramos en el euro, aunque algunos lo creyesen. Lo que en realidad ocurrió es que los desequilibrios se fueron acumulando hasta que estallaron.

    En la "década prodigiosa" de la economía española vivimos por encima de nuestras posibilidades. De hecho, incluso ahora, vivimos peor que entonces. El PIB per cápita real es similar al de 2007, es decir ganamos más o menos lo mismo, pero ahora consumimos menos y, sobre todo, invertimos menos en vivienda. Eso sí, nuestro crecimiento es más sostenible.

    Hoy no hablaremos de ecología, aunque un dato puede ilustrar que también somos ligeramente menos dependientes del petróleo. En 2007 consumimos 41.401 millones de litros de gasolinas y gasóleos, según datos de la Agencia Tributaria (excluyendo Ceuta, Canarias, País Vasco y Navarra), nuestro récord histórico. En 2022, esta cifra se redujo a 33.400 millones de litros, que era un 1,5% superior a la de 2021, pero un 3,83% a la de 2019 con un PIB similar. Eso sí, estamos muy, muy lejos de una economía, no ya sin emisiones de CO2, sino simplemente con bastantes menos emisiones.

    En lo que llevamos de 2023 estamos quemando menos carburante, pero pagándolo más caro. Pero incluso con el grave problema de la balanza energética- importamos la mayor parte de la energía que consumimos- la competitividad de la economía española ha mejorado. El pasado 23 de septiembre, el Banco de España señalaba en nota de prensa que: "En términos acumulados de cuatro trimestres, en el segundo trimestre de 2023, la capacidad de financiación se situó en 42,7 mm (3% del PIB), superior a los 18 mm de un año antes (1,4% del PIB)." Ésta es una buena noticia que ha pasado desapercibida, y que explica, mejor que ninguna otra, la resiliencia del crecimiento de la economía española.

    Esta capacidad de financiación de la economía española contrasta con la necesidad de financiación de las Administraciones Públicas, que concluyeron 2022 con un déficit del 4,74% del PIB - algo inferior al 4,81% publicado anteriormente debido a la revisión del PIB que comentamos la semana pasada. Las Administraciones Públicas sí gastaron (e invirtieron) más de lo que ingresaron, pero las empresas y familias no. En sentido contrario, durante la fase final de la burbuja, era el Estado el que tenía superávit mientras que las empresas, y especialmente los particulares, gastaban e invertían mucho más de lo que ganaban. Teníamos un gravísimo problema de falta de competitividad de la economía, aunque el nivel de deuda pública fuese muy reducido.

    El problema de los desequilibrios económicos es que se heredan, y además que tardan en corregirse mucho tiempo. Tener necesidad de financiación es que se consumen recursos del resto del mundo, o por ser más precisos que se consumen más bienes y servicios del exterior que los que se les venden. Esto se traduce en que esa diferencia o se debe (deuda externa) o suponen inversiones del resto del mundo en España (o que se reduzca la inversión española en el exterior). Esto tiene un nombre técnico en la jerga económico-contable, la posición de inversión institucional neta (PIIN), que viene a ser la acumulación de las necesidades o capacidades de financiación de una economía frente al resto del mundo. Se tiene capacidad de financiación cuando se es competitivo, y cuando no se gasta e invierte por encima de lo generado.

    Esta PIIN es negativa en España desde hace décadas. Sin embargo, en los últimos años se ha ido reduciendo, como también lo está haciendo la deuda externa. Aunque el proceso es muy lento. Hemos vuelto a los niveles de PIIN de 2003, un 56,6%. Es una mejora sustancial respecto a 2007 y 2008, en los que esta magnitud alcanzó el 100% del PIB. Pero el aumento del endeudamiento frente al resto del mundo de cuatro años de burbuja, 2003-2007 hemos tardado en reducirlo nada menos que quince años.

    Esto nos hace menos dependientes del exterior, aunque resulte paradójico. Esto no significa que seamos inmunes frente a lo que ocurre en el resto del mundo. Como nuestros principales socios comerciales están teniendo problemas económicos, como China o Alemania entre otros, esto está ralentizando el crecimiento económico en España. Sin embargo, algunos sacrificios han tenido sus frutos. Por ejemplo, en la medida en que los precios han aumentado en España menos que en otros países, esto ha permitido mantener las exportaciones y que no se disparen las importaciones. La causa principal de este hecho, no lo olvidemos, es que los salarios en España han aumentado mucho menos que en otros países, es decir que han perdido más poder adquisitivo.

    Otro factor que seguirá lastrando la economía española es la subida de los tipos de interés. En la medida en que estamos más endeudados que otros países, nos afecta más que se tengan que pagar más intereses por esas deudas. Es posible que el ciclo de subidas de tipos de interés haya concluido, o esté cerca de su final. Sin embargo, los tipos de interés permanecerán elevados mucho tiempo como explicábamos la semana pasada. A medida en que estos elevados tipos se vayan trasladando a la economía real, vía nuevos créditos, nuevas emisiones de títulos de deuda o actualizaciones de hipotecas, entre otros, sufriremos más. Eso sí, como debemos mucho menos que antes, y el sistema financiero está saneado, el efecto no será tan demoledor para la economía española como fueron las anteriores subidas de tipos en 2008 y 2011, aunque esta subida haya sido mucho más agresiva.

    Aunque el desequilibrio del sector exterior se haya solucionado, nos siguen quedando otros graves desfases. El más persistente, junto con el nivel de desempleo, es el déficit público, que también se acumula en forma de deuda pública. Para reducir el déficit, habrá que afrontar, muy pronto, si se retiran o no, las costosas medidas anti-inflación. Esta retirada no sólo incrementaría la inflación, sino que también reduciría el crecimiento, y la competitividad de la economía… Pero, tampoco se puede mantener indefinidamente un nivel tan bajo de impuestos energéticos. No es sostenible.

    En cualquier caso, la sostenibilidad del crecimiento a largo plazo pasa por un plan fiscal porque los desafíos se están concentrando aquí: a corto plazo con la retirada de las medidas extraordinarias, a medio plazo, con los efectos de la subida de tipos en una deuda pública que ha crecido mucho, y a largo plazo, con los efectos del envejecimiento de la población, que aumentará el gasto en sanidad, dependencia, y, sobre todo- ya lo está haciendo- en pensiones.

    Ignorar los desafíos y desequilibrios se paga muy caro, y durante mucho tiempo.