La crisis vuelve a rugir, los tipos del BCE no nos dejarán en paz
- El alza de los tipos dividió al BCE. Los 'halcones' no confían aún en la inflación ni en la estabilidad
Amador G. Ayora
Este viernes se ha cumplido el 15 aniversario de la caída de Bear Stearns. En su página web presumía de que durante los 83 años de existencia había obtenido beneficios de manera ininterrumpida. Pero su valor cayó el 90 por ciento en un sólo día, el 17 de marzo de 2008, a causa de una apuesta bajista contra él de JP Morgan.
La entidad, uno de los siete grandes bancos de negocios americano, se desplomó porque tenía sus carteras repletas de bonos invertidos en hipotecas basura. Su derrumbe abrió el paso a la caída de otras entidades vinculadas a la subprime, aunque fue el colapso de Lehman Brother, seis meses después, el que desató el pánico financiero.
Lehman, la cuarta mayor entidad de Estados Unidos se acogió al capítulo 11 el 15 de septiembre de 2008 después de que fracasaran las negociaciones para su compra. Con 600.000 millones de dólares en activos es la mayor quiebra de la historia americana.
La intervención del Silicon Valley Bank y la del Signature Bank esta semana nos devolvió a una realidad incómoda del pasado. Es la primera vez desde 2008 que afloran los problemas de liquidez. La sombra de Lehman recorrió los parqués mundiales el lunes, 6 de marzo, después de que la secretaria de Estado, Janet Yellen, reconociera la víspera en una entrevista televisada que, al igual que ocurrió con Lehman, no fue posible encontrar un comprador para el Silicon Valley Bank, que había intervenido el viernes anterior en California.
Los mercados evitaron una sangría gracias a que antes de la campana de apertura de los parqués asiáticos, el Fondo de Garantía de Depósitos (FDIC) avaló el patrimonio de todos los clientes, saltándose la legislación vigente, que garantizaba sólo los depósitos inferiores a 250.000 dólares.
Una decisión polémica, contemplada sólo para rescates que pongan en riesgo el sistema financiero. ¿Por qué una legislación pensada para proteger a las clases medias tuvo que cobijar de manera urgente también a los ricos, con patrimonios muy superiores? Pero, sobre todo, ¿por qué un banco no sistémico, con depósitos cercanos a los 200.000 dólares, tres veces menos que Lehman, provocó el pánico entre los inversores? Por culpa de la subida de los tipos de interés.
El SVB perdió la quinta parte de sus depósitos en un solo día. El contagio sigue vigente
Trump había suavizado en 2018 los requerimientos de capital previstos en la ley Dad-Frank a las entidades financieras con activos inferiores a los 250.000 millones. Esos cambios permitieron a sus gestores labrarse un gran porvenir atrayendo al amplio universo de start-ups y ventures capital (fondos de capital riesgo) californianos con préstamos y depósitos en condiciones que otros bancos más grandes no podían ofrecer.
El SVB, nacido en 1983, cuadriplicó así sus depósitos en los últimos cuatro años con emprendedores en la tecnología. Sólo en 2022, el negocio con start-up creció el 30% hasta alcanzar el nivel más alto en nueve años.
Pero sus gestores cometieron un error de libro, creyeron que el precio del dinero iba a ser gratis toda la vida. Colocaron el 60 por ciento de las reservas de la entidad en bonos del Tesoro a largo plazo sin cubrir los riesgos. Hasta el activo más seguro del mundo, los Tesoros USA, pierde valor cuando los tipos de interés suben.
La Fed neoyorquina se vio obligada a quedarse el Signature Bank
La inversión en tecnología se secó en los últimos años. Las start-ups ó los business angels que las financiaban empezaron a retirar sus dólares para los gastos del día a día. El banco tuvo que vender bonos del Tesoro con grandes descuentos.
Cuando el SVB anunció una ampliación para cubrir las pérdidas provocadas por estas ventas, los rumores sobre su solvencia provocaron su quiebra. Sólo el jueves previo a la intervención, la salida de depósitos fue de 42.000 millones de dólares, una quinta parte del total.
Ese fin de semana, la FED neoyorquina se vio obligada a quedarse el Signature Bank, una entidad más pequeña, con sólo 6.000 millones en depósitos. La corrida bancaria colocó al borde del abismo a las entidades regionales de tamaño mediano. Su impacto reverberó en todos los parqués, con caídas de entre el 2 y el 4 por ciento. El First Republic Bank, con 120.000 millones en depósitos, perdió el 60 por ciento del valor en un día.
Miles de pequeños negocios y emprendedores habrían desaparecido de la noche a la mañana y los supervivientes hubieran corrido a retirar su dinero si el Tesoro no hubiera avalado los depósitos del SVB. Se temía un efecto dominó en un momento delicado. Un nuevo Lehman.
Cuando los mercados comenzaban a recuperarse del susto el miércoles, el principal accionista de Crédit Suisse, un bancos sistémico entre los 20 primeros del mundo, el fondo soberano de Arabia Saudí dijo que no acudiría a la ampliación de capital anunciada por el banco, tras presentar resultados horrorosos, después de dos años arrastrándose por el barro. El fondo saudí se excusó en los límites regulatorios, pero todo se volvió patas arriba.
El préstamo del Banco de Suiza el jueves con 50.000 millones, financiadas con una emisión de bonos, unido a que casi un docena de entidades americanos salieron al rescate del First Republic, recondujo las aguas a su cauce y calmó los nervios de los inversores. Europa no es Estados Unidos. Los bancos están mejor capitalizados gracias a una legislación mucho más exigente. Los españoles, por ejemplo, nadan en liquidez y la exposición a los depósitos, apenas supera el diez por ciento de sus activos.
Lagarde no quiere pasar a la historia como su paisano Jean Claude Trichet
Pero el que esté libre de contagio, que tire la primera piedra. La crisis de 2008 nos mostró la combinación de dos efectos muy perniciosos. El efecto dominó por el que una ficha hace caer a las demás, como pasó con las cajas de ahorro, y el efecto mariposa: el aleteo que produce un evento financiero en una parte del mundo impacta de manera casi inmediata al otro lado.
Después de Lehman, los bancos dejaron de prestarse entre sí y a empresas y familias, lo que interrumpió la cadena de pagos mundial y colocó a la economía al borde del colapso. Con este panorama como telón de fondo, el BCE se reunió este jueves para decidir si subía los tipos de interés, como había adelantado Christine Lagarde. Al otro lado del Atlántico, bancos como Godman Sachs anticipan que la Reserva Federal se tomará una pausa en la reunión de esta semana para evitar más fugas de capitales de los bancos regionales a entidades más grandes y seguras.
En Europa, el consejo ejecutivo del BCE se dividió entre palomas como Lagarde, partidaria de aminorar el ritmo y subir un cuarto de punto, y halcones, entre los que figura su vicepresidente, el españól Luis de Guindos, que junto a los alemanes y nórdicos conforman una mayoría y abogaron por seguir con la hoja de ruta y elevarlos en medio punto.
Lagarde no quiere pasar a la historia como su paisano Jean Claude Trichet, quien encareció el dinero en 2008, con lo que contribuyó al estallido de la Gran Crisis. En esta ocasión, venció la tesis de que una marcha atrás hubiera generado más incertidumbre, porque sería como como reconocer que hay más problemas en la recámara.
Además, los halcones desconfían de que los precios vayan a ceder, como apuntan los informes del BCE. Lagarde emplazó a los periodistas a esperar a conocer los efectos de las incertidumbres financieras, a la par que recordó su misión de preservar la estabilidad y los instrumentos para cortar cualquier contagio en el euro, como ya hizo Draghi.
La crisis puso sobre la mesa algunas carencias. Después de más de una década de debate, sigue sin existir un Fondo de Garantía de Depósitos para cortar las hemorragias, sólo se puede intervenir, como el Popular.
La elevada inflación y las estrecheces provocadas por los tipos acelerarán la tendencia hacia la estanflación. En Estados Unidos se vuelve a hablar de recesión. Si a ese cóctel se añade el alto endeudamiento de países como España, el cóctel es explosivo, pese a que Sánchez y Calviño presuman de que estamos entre los que más crecen
Una crisis financiera, provocada por una chispa en cualquier parte del planeta, sería como un polvorín. Los bancos se concentrarían en su supervivencia, cerrarían el grifo del crédito, como en 2008, y el crecimiento se frenaría en seco con inflación y deuda elevadas. La conocida afirmación de Warren Buffet, "sólo cuando baja la marea se sabe quien nadaba desnudo" se confirma una vez más. La época del dinero gratis es ya historia. La subida de los tipos de interés reduce el precio de los activos y sacará a flote el esqueleto de los barcos hundidos.