La economía de las limosnas
José María Triper
El Parlamento, la Fiscalía, la educación, el CNI, la seguridad nacional, los medios de comunicación públicos, el prestigio internacional de España… Este Gobierno que ha demostrado no tener escrúpulos en utilizar las instituciones no en el beneficio general sino en el propio, tampoco los ha tenido a la hora de utilizar los dineros de todos los españoles para hacer campaña electoral e intentar dar la vuelta a unas encuestas que en Andalucía le pintan bastos y le señalan como el posible gran derrotado de las urnas.
Una debacle anunciada que buscan paliar con medidas como la aprobación en Consejo de Ministros de un presunto plan de empleo para Andalucía de 50 millones de euros. Cantidad que, después de una legislatura entera de olvido y abandono, se antoja una limosna si se compara con los 20.000 millones regalados a Irene Montero y su ministerio de Igual-da, o los más de 680 millones de euros en que el tribunal que ha enjuiciado la pieza política de los ERE, cifra el dinero defraudado y expoliado a los parados andaluces por socialistas y altos cargos de la Junta de Andalucía, entre ellos dos expresidentes autonómicos y también expresidentes nacionales del PSOE.
Una constante en la política económica del sanchismo gobernante que, a falta de ideas para combatir la inflación y crear empleo, se dedica a ofrecer limosnas y subvenciones para comprar votos cautivos como ocurría con el PER. Porque a pesar de la caída del paro en mayo, la realidad de nuestro mercado laboral es que, como reflejan las estadística del Ministerio de Trabajo, el empleo temporal vuelve a crecer y el 36% de los contratos indefinidos que se crean son fijos discontinuos. Dato que supone un auténtico maquillaje de las cifras del desempleo al no contabilizarse estos 600.000 trabajadores como parados en las épocas en las que permanecen inactivos.
Una economía de limosnas como ocurre también con ese tope del precio del gas que nunca llega o la subvención de 20 céntimos a las gasolinas, cuya prórroga se anuncia, y que prácticamente ha sido ya absorbida por la subida de los precios. Medida que ha sido duramente criticada por organismos como Funcas, BBVA, Fedea o el Consejo Económico y Social al considera que ni sirve para cumplir el objetivo de aliviar el coste a los consumidores, además de tener solo efecto a corto plazo, mientras la Administración engorda sus ingresos vía impuestos con estos 20 céntimos procedentes del dinero de todos los contribuyentes.
Ese es, junto con una reaccionaria ofuscación ideológica, la razón del empecinamiento en no bajar los impuestos, como han hecho ya la mayoría de los socios europeos, o su cerrazón para no deflactar la tarifa del IRPF como le ha propuesto Alberto Núñez Feijóo y que también le ha pedido recientemente Jordi Sevilla, reconocido socialista y ex ministro en el gobierno de Rodríguez Zapatero.
Recordar que sólo en el primer trimestre de este año la recaudación de Hacienda ha aumentado un 20,2%, 9.200 millones de euros más, mientras que poder adquisitivo de los hogares bajará más de un 12% por el alto IPC como han explicado los analistas de Freemarket, y las empresas pierden competitividad y muchos autónomos se ven abocados a despedir trabajadores o al cierre del negocio. Los datos del último Radar Empresarial de Asexor an Experian Company, al cierre del mes de abril las ampliaciones de capital de las empresas españolas habían caído un 36%, sumando 7.760 millones de euros frene a los 12.212 millones en el mismo período del año pasado.
Y mientras esto ocurre a nivel nacional, las Andalucía del gobierno de Juan Manuel Moreno, con una política de rebajas fiscales y apoyo al emprendimiento y la inversión similar a la de Isabel Díaz Ayuso en Madrid, ha disparado su PIB un 7%, con un crecimiento del 7% en el empleo y un aumento medio del 8%, además de sumar un 4,3% más de empresas que rondan ya las 250.000.
Parodiando esa acertada sentencia de nuestro sabio refranero los números que, como el algodón, no engañan muestran que obras son amores y no vagas razones de limosnas o el recurso a los insultos en campaña para tapar la carencia de propuestas y proyectos.