Opinión

La encrucijada de los bancos centrales

  • Todos los países emergentes, excepto la India, notan un ligero enfriamiento
  • Se ha agotado el margen de actuación de los bancos de los zonas avanzadas

Miguel Ángel Bernal Alonso

Muy atrás queda ya el verano de 2007. En aquellas fechas comenzaron los problemas para las principales economías desarrolladas en lo que se ha venido en llamar el estallido de la burbuja de crédito. En aquel verano comenzaron a materializarse lo que hasta el momento era un murmullo, el impago de las hipotecas sub-prime o de alto riesgo. Desde entonces las noticias se sucedieron a velocidad endiablada: la caída primero de Bear Stearns, luego Lehman Brothers; posteriormente el contagio a Europa, primero con Islandia e Irlanda a los que les seguiría una larga lista de países en Europa.

Desde el primer momento la Fed, la autoridad monetaria independiente americana, reaccionó rápidamente implementando una política tremendamente laxa: tipos bajos, barras de liquidez y mensajes potentes. Su política fue tan agresiva que Ben Bernanke, el gobernador por aquellas fechas, sacó por tres vez el famoso helicóptero, los famosos quantitative easing, en lo que se ha venido a denominar la política monetaria no ortodoxa. El Banco de Inglaterra, con una economía también carcomida por el enorme volumen de los préstamos acumulados por sus entidades financieras, implementó medidas, tanto convencionales como no, para impulsar su economía. El BCE tardó en comprender la gravedad de la situación, recordemos que llegó incluso a subir los tipos en la época de Trichet. Este año ha incorporado ya a sus actuaciones políticas no ortodoxas. Después de muchos años el actual panorama, a pesar de la política monetaria general de carácter expansivo, no es tan boyante como cabía prever. Cierto es que la economía americana parece exhibir un cierto brío, sin embargo su mercado laboral, cuando se estudia detenidamente, no ofrece una radiografía tan boyante. Por ejemplo el nivel salarial del gigante americano aún no llega a los niveles previos a la crisis. En Europa los indicadores adelantados así como las previsiones, las últimas del Fondo Monetario Internacional, nos hablan de una desaceleración del raquítico crecimiento, algo que no va a ayudar a rebajar la masa de desempleados. Si repasamos a los países emergentes, prácticamente todos a excepción de India, ven un enfriamiento de sus economías y en algunos casos la posibilidad de una recesión, algo que en el caso brasileño tiene tintes de ser profunda y continuada en el tiempo. En medio de este poco sugerente panorama se ha colado de rondón la posibilidad de que la Fed suba tipos de interés, es decir que abandone la laxitud y se mueva a un terreno más neutral.

La Fed es consciente de que en este momento ya no le queda más munición, si hoy tuviera que actuar para impulsar su economía no le quedan instrumentos, su margen de actuación es reducidísimo por no decir nulo, salvo por el lado cambiario, pero solo pensar en ello podría llevar a una guerra de divisas y aquí China tendría mucho que decir. Cierto es que no parece haber en estos momentos riesgos de una recesión fuerte, pero es necesario tocar madera, ya sabemos que a los economistas nos cuesta mucho predecir recesiones. Si la Fed hoy se plantea la posibilidad de subida de tipos, en mi opinión, es tan solo por ganar margen de maniobra ante cualquier problema. Los datos macroeconómicos no llevan a pensar en ningún momento en la necesidad de endurecer las actuales condiciones, la inflación ni está ni se la espera. Pero solo pensar en esta posibilidad hace temblar a más de un país, de los que hasta hace poco constituían para algunos el milagro emergente.

Hoy el FMI recomienda retrasar esa normalización. China el mayor banquero de la economía americana manda claros mensajes de que no lleve a cabo ninguna actuación y deje la situación como está. El resto de países y organizaciones se muestran muy poco alegres con la posibilidad de un tensionamiento de tipos. La normalización monetaria americana supondría un fuerte varapalo para las economías emergente, especialmente para Brasil. La Fed se ve prisionera de sus actuación, por una parte tendría que subir tipos, pero si lo hace sabe que se verá perjudicada por las consecuencias que su decisión tiene fuera de sus fronteras. Desde el primer momento los bancos centrales sabían que sus actuaciones nunca se habían llevado a cabo o al menos con la contundencia utilizada. Sabían y eran conscientes de que el experimento pasaría algún tipo de factura, esa factura ha venido de la mano de la materia prima y de la difícil situación de los países emergentes por el apalancamiento de su sector privado. Pero puede haber más frentes que emitan futuras facturas. Los bonos los tenemos a unos niveles de tipos nominales muy bajos, las bolsas confían en unos crecimientos de beneficios que veremos si se cumplen dada la desaceleración de la actividad.

Si hablamos del BCE la situación es diametralmente opuesta. En su momento ya se cuestionó los resultados de la expansión cuantitativa y el resultado, después de medio año, no está siendo satisfactorio. Las economías europeas no despegan, el IPC no se acerca al dos % y los efecto

s sobre el desempleo son inapreciables. Como será que el gobernador Draghi comienza a filtrar que se podría aumentar el volumen y la duración del actual QE. La realidad es dura pero los márgenes de actuación en política monetaria de los tres principales bancos centrales de países desarrollados están agotados. La Fed que siempre ha ido por delante del BCE es consciente de ello, intenta ganar margen de actuación pero le va a ser muy difícil.