Opinión

La actual crisis energética se imbrica en el imaginario social


    Andrés Schuschny

    Desde el año pasado somos testigos de grandes aumentos de los precios de los hidrocarburos, particularmente, del gas natural, que traccionaron al alza a los precios de la electricidad que alcanzó sucesivos récords y contribuyó a incrementar la inflación como no se veía hace años.

    Los precios de los hidrocarburos, que habían caído al comienzo de la pandemia, se incrementaron debido a la recuperación de la actividad económica en el contexto post pandémico que sucedió a mayor velocidad que aquella en que se reestableció la explotación hidrocarburífera. Esto sucede cuando el financiamiento de proyectos del sector no es bien vista por los inversores quienes, debido a la emergencia climática y las estrategias de descarbonización, prefieren apostar por proyectos de energías limpias y a la sustitución en el uso del carbón mineral por el gas natural, que es visto como un combustible de transición.

    Este año, ya "olvidada" la pandemia, nos vemos sacudidos por un conflicto bélico que golpea las puertas de Europa en Ucrania. El conflicto se da justo cuando el Nord Stream 2, el gasoducto que conecta a Rusia y Alemania, finaliza su construcción. Si la crisis no se resuelve favorablemente, el Nord Stream 2 podría convertirse en el activo varado más flamante de la historia. La situación geopolítica que vive el mundo anticipa que los precios de la energía están lejos de estabilizarse y Europa, que depende en gran medida de las importaciones de hidrocarburos, podría ser, de las regiones más perjudicadas.

    Según el Plan Nacional Integral de Energía y Clima 2021-2030 (PNIEC) del Ministerio para la Transición Ecológica, se ha acordado cerrar en forma gradual las 7 centrales nucleares existentes en España entre el 2027 y el 2035. Es probable que, en aras de garantizar el suministro de electricidad en un escenario restrictivo de prolongación de la crisis en Ucrania, se modifiquen las fechas del desmantelamiento de esas centrales y se revise la manera en que se realizará a la transición energética en el mediano plazo. Este argumento se basa en recientes afirmaciones formuladas por la Comisión Económica para Europa de las Naciones Unidas (UNECE), la Agencia Internacional de Energía Atómica (IAEA) y la Agencia Internacional de Energía (IEA) que destacan el importante aporte que realiza la energía atómica por tratarse de una fuente baja en emisiones de gases de efecto invernadero.

    Huelga decir que estamos viviendo una crisis de gran magnitud, que impacta de manera sustantiva en el sector energético europeo. Como en toda crisis se suelen despertar percepciones de incertidumbre, paranoia y temor.

    El año pasado un instituto del Ministerio Federal de Defensa de Austria publicó un informe con contribuciones de varios consultores. Uno de sus artículos hace referencia a la posibilidad de que en los próximos 5 años pueda haber un apagón masivo y recomienda preparar a la población para tal contingencia. En paralelo dicho ministerio publicó un sitio web con recomendaciones sobre cómo prepararse para semejante evento.

    Los apagones no sólo dejan a los hogares sin energía, sino que también afectan las comunicaciones, el acceso a Internet, el funcionamiento de los sistemas informáticos, los semáforos, así como al abastecimiento de agua potable y combustibles.

    Sin embargo, es improbable que un apagón de larga duración tenga lugar en España. La Red Eléctrica Española, encargada de regular el despacho de electricidad, dispone de las capacidades previstas y de los mecanismos de aislamiento de potenciales disrupciones.

    Así mismo, se dispone de sistemas de reserva de energía suficientes como para afrontar algún tipo de escasez. La importación de gas natural está suficientemente diversificada y el país posee 6 plantas de regasificación. Con todo, nunca se puede tener certeza absoluta pues la realidad no admite riesgo cero.

    En julio del 2021 cerca de 600.000 clientes se quedaron sin luz durante una hora en España debido a un dañó de una línea de transmisión de alta tensión provocado por un hidroavión. Hace 2 años tuvo lugar en Argentina un apagón masivo que se originó por 2 fallas simultáneas en el sistema eléctrico y provocó la caída del sistema uruguayo, la de prácticamente toda la Argentina y afectó parcialmente a Paraguay, Chile y Brasil. Se estima que, en cuestión de segundos, el apagón afectó a más de 50 millones de personas y, según la ubicación, llegó a tener una duración de hasta 20 horas. Desde hace varios años países como Venezuela o Cuba han venido sufriendo frecuentes apagones debido a la deficiencia en el mantenimiento y actualización de sus sistemas eléctricos.

    Tan es así que a veces, por su duración, la gente suele referirse a ellos como "alumbrones". Cuando situaciones así se dan se suelen programar los cortes, reduciéndose temporalmente el suministro de los sectores energo-intensivos y proveyendo de energía a los hogares, aunque sea por unas horas al día hasta el restablecimiento pleno del servicio.

    Las narrativas contemporáneas suelen acompañar aquellos temas que conectan con las preocupaciones de la gente. Por eso, aprovechando el actual contexto, la cadena HBO Max acaba de estrenar la miniserie alemana Apagón, que narra lo sucedido tras el colapso en Europa del sistema eléctrico presumiblemente causado por un hackeo terrorista. Similarmente, la cadena Movistar+ comenzó a rodar en diciembre: Apagón, una miniserie basada en el podcast de ficción "El gran apagón", provocado, en este caso, por una tormenta solar. Estos estrenos muestran que la crisis energética ya está imbricada en el imaginario social.