La renta fija no se pondrá por las nubes
Ken Fisher
Este 2022 quizá sea el año en el que veamos dispararse los tipos de interés. Frente a la escalada de la inflación, el BCE, la Fed de EEUU y otros bancos centrales están dispuestos a aplicar una política monetaria más "restrictiva", conque el alza de los intereses a largo plazo parece inevitable.
En todo caso, por más que la mayoría crea que los tipos fueron la causa del desplome bursátil de enero y que otra subida ahondaría el problema, no se lo crea. En cuanto remitan las presiones en la cadena de suministro, los tipos de la deuda a largo plazo cerrarán 2022 prácticamente planos en todo el mundo, para sorpresa de muchos. Aun así, si me equivoco, el impacto real no se compadecerá con las actuales expectativas negativas.
En primer lugar, analicemos la inflación. Pese al tono alarmista de la prensa, el hecho de que los tipos a largo aún sean benignos demuestra que el aumento actual de los precios será pasajero. De lo contrario, hace tiempo que se habrían disparado mucho más, ya que las entidades de crédito no se arriesgarían a conceder préstamos a largo plazo a tipos tan bajos si la inflación fuera a afectar significativamente a la capacidad de devolverlos.
Aun con los recientes sobresaltos, el bono español a 10 años rinde apenas un 0,67%; el estadounidense, un "suculento" 1,84% (cifra parecida a los niveles prepandémicos que, en aquel entonces, eran bajos a juicio de todos); el británico, un humilde 1,19%; el japonés, un insignificante 0,14%; y el alemán, que venía de "subir como la espuma" hasta un máximo intradía del 0,02%, ha vuelto a terreno negativo (-0,08%). No olvide que el capital circula en todo el mundo a la búsqueda de la mejor rentabilidad, por lo que las oscilaciones de los intereses a largo se replican en todas partes.
El repunte de los rendimientos no ha ido más lejos porque los mercados saben que, a la larga, la inflación es un fenómeno generalizado y monetario provocado por un exceso de dinero frente a una oferta finita de bienes y servicios. Estas características no se observan en la coyuntura actual. Más allá de la crisis energética en Europa, deriva sobre todo de los contratiempos en la cadena de suministro ante los cierres y las reaperturas relacionados con la pandemia. Pero estos problemas vienen remitiendo en paralelo al descenso de los contagios de la variante ómicron y el aumento de la actividad en los puertos.
Es cierto que en diciembre el IPC aumentó en España un 6,6% interanual, pero la inflación subyacente solo lo hizo un 2,1% y los precios de la energía fueron el principal causante. De hecho, en la eurozona, el dato general es del 5%, frente al subyacente del 2,6%, y EEUU. tampoco es una excepción. Sin embargo, el gas TTF holandés (de referencia en Europa) ha perdido la mitad de su valor desde diciembre, las encuestas a los gestores de compras revelan que el encarecimiento de los factores de producción se ha ralentizado en EEUU y estabilizado en Europa y los costes de transporte han bajado. Además, el suministro de gas estadounidense y argelino también debería moderar la factura energética en España, aplacando la inquietud frente al conflicto entre Rusia y Ucrania.
En segundo lugar, la reducción de los programas de expansión cuantitativa (QE) en el BCE y la Fed tampoco impulsará los tipos a largo. Se trata de un evento sobradamente esperado que los mercados, dada su naturaleza prospectiva, descontaron hace mucho, sobre todo porque los gobernadores de los bancos centrales llevan meses dando pistas al respecto. De ahí que el rendimiento del bono español de referencia perdiera 0,05 puntos tras el recorte de la QE del BCE en septiembre; el del bund apenas se inmutó; el estadounidense se elevó unos escasos 0,01 puntos porcentuales una semana después del anuncio de noviembre sobre la retirada de estímulos por parte de la Fed y 0,02 puntos al comunicar en diciembre que aceleraría el ritmo de ejecución de su plan. Si hasta ahora la reducción de la compra de activos no ha espoleado los rendimientos, no tiene por qué ocurrir esta vez.
En tercer lugar, las alzas de los tipos de interés tampoco propulsarán los tipos de la deuda a largo plazo. Estos, si atendemos a una serie histórica larga como la estadounidense, suelen subir ligeramente antes de que la Fed aplique la primera subida de su política monetaria. Lo cierto es que el banco central reacciona a la coyuntura, no la provoca, como llevo tiempo sosteniendo. Desde 1933, el rendimiento medio de los bonos del Tesoro de EEUU a 10 años ha subido menos de un cuarto de punto porcentual en los 6, 12 y 18 meses posteriores a las subidas iniciales de la Fed (una verdadera minucia) y en un tercio de esos periodos ha caído. La razón estriba en que los tipos de la deuda a largo plazo los fija el mercado descontando factores comentados hasta la extenuación, como las intervenciones de los bancos centrales.
En cualquier caso, el hecho de que los tipos de la deuda a largo plazo suban no es en sí mismo un factor bajista, pese a las afirmaciones de que esa fue la razón de la volatilidad del principio de año. Ciertamente, la correlación del Ibex con el rendimiento del bono español a 10 años es del -0,21, es decir, tienden a oscilar ligeramente en sentido inverso; un vínculo poco sólido si tenemos en cuenta que 1 significaría un movimiento idéntico y -1, contrario. Por su parte, el índice S&P 500 de EEUU presenta una correlación ligeramente positiva (0,33) con los rendimientos de su bono a 10 años. De estas correlaciones, vagas y contradictorias, se desprende que, en realidad, no existe tal relación entre los tipos de la deuda a largo plazo y la renta variable mundial, lo que desmonta los argumentos catastrofistas.
Por último, desde 1971, la Fed ha iniciado diez ciclos de subidas de tipos de interés. Doce meses después de los primeros incrementos, las bolsas mundiales promediaban ganancias del 6,9% en dólares, revalorizándose en ocho de las diez ocasiones, y, tras 24 meses, del 17,9%, con solo dos descensos leves. Las subidas de tipos no sacuden a las bolsas. Aprenda de los mercados y de la historia: no se deje afligir por las alzas de tipos.