Opinión

Cartera inversora para hijos y nietos

    Las claves para invertir con éxito a largo plazo

    Víctor Alvargonzález

    Una pregunta que me hacen a menudo es cómo debería ser la cartera que hiciera uno para sus hijos o sus nietos. La mayoría de la gente mide la rentabilidad de sus inversiones en plazos más bien cortos - de seis meses a un par de años, como mucho -, pero hay personas que se plantean plazos mucho más largos, normalmente para dedicar esa inversión a su descendencia.

    También hay inversores a los que les gusta tener dos carteras: una táctica, dirigida al corto y medio plazo y otra con una visión mucho más estratégica. Esta última, que permanece estable a lo largo del tiempo, es lo que técnicamente se conoce como cartera de "comprar y mantener" ("buy & hold").

    No hay nada de malo en tener dos carteras con horizontes de inversión diferentes. Lo que no se debe hacer es manejar la cartera estratégica como si fuera táctica o viceversa.

    Así que, para contestar de forma definitiva a la cuestión de cómo sería una cartera estable con visión a muy largo plazo -más de 15 años- en Nextep hemos decidido emitir una nota de análisis -lo que los más modernos llaman ahora un "paper"- para que esta cuestión quede definitivamente zanjada entre nuestros clientes.

    Lo primero que surge -e impresiona- a la hora de diseñar esta cartera estratégica es hasta qué punto es importante identificar las grandes revoluciones tecnológicas o económicas. De hecho, es lo más importante.

    Por ejemplo, en los años 70 se encontró la forma de incrementar de forma exponencial la capacidad de almacenamiento de los microchips. Ocurrió en Silicon Valley, donde, además, empezaron a trabajar genios como Steve Jobs o Bill Gates. Luego se inventó Internet y llegaron otros genios, como Page y Brin (cofundadores de Google) o Mark Zuckerberg (Facebook). El inversor que hace 20 años se dio cuenta de lo que se estaba cocinando ha ganado un 625% más invirtiendo en el NASDAQ que haciéndolo en el IBEX, índice totalmente ajeno a la revolución digital.

    Pero ojo, las fuerzas transformadoras no tienen porque venir únicamente de la tecnología. Pueden venir de la industria en cualquiera de sus formas. En el futuro podría ser la industria aeroespacial o la medioambiental, por poner un ejemplo. Aún así y dado que estamos en una sociedad que se caracteriza por su adoración de la tecnología -igual que otras le daban más importancia a la guerra o a la religión-, al diseñar una cartera estratégica es obligatorio mirar también hacia la tecnología. Por ejemplo hacia subsectores como la inteligencia artificial, la tecnología Blockchain o la computación cuántica.

    En nuestro "paper" también miramos hacia activos que no tienen un gran futuro "per se", pero que, por diversas circunstancias, pueden ser actualmente extremadamente caros o terriblemente baratos. Los extremos también nos interesan en una visión estratégica.

    El caso más evidente es la híper valoración de los bonos, especialmente los de los países occidentales, fruto de años de manipulación por parte de los bancos centrales. Probablemente no han tenido más remedio que hacerlo, pero sus compras masivas han llevado los tipos de interés a mínimos de 1500 años y en consecuencia, los precios a máximos nunca vistos. Y no es una broma. Así lo certifican varios estudios que analizan el coste del dinero desde el imperio romano. Y lo bueno es que apostar contra un activo que consideremos sobrevalorado es hoy en día es tan fácil como comprar un fondo que invierte en el Eurostoxx 50.

    En cuanto al instrumento elegido, no hemos tenido la menor duda: los ETF. Los negocios nuevos, sobre todo si se trata de sectores incipientes, no suelen tener una presencia importante en los fondos de inversión tradicionales. Pero se pueden encontrar en los fondos de inversión de tercera generación (los ETF). Y encima nos ahorraremos una fortuna en comisiones, puesto que los ETF son de media un 80 % más baratos que los fondos de inversión tradicionales. Además, como la idea es comprar y mantener, desaparece la ventaja fiscal de los fondos tradicionales, ya que no vamos a mover la cartera hasta que finalmente vendamos para darle el dinero a hijos o nietos.

    Por supuesto, la inversión directa en valores también vale. El ejemplo que he puesto anteriormente sobre el NASDAQ palidece frente a quien detectó directamente a los Jobs, Gates, Page, Brin o Zuckerberg. El problema es que eso es un poco más difícil. Los genios tardan en ser conocidos / apreciados. Y sufren baches, como le ocurrió a Jobs. En nuestra opinión es mejor empezar por las ideas y las tendencias y luego centrar el tiro añadiendo nombres propios.