Opinión

La burbuja del dinero

    Para el autor, las criptomonedas están lejos de ser una nueva burbuja

    Luis Vaello

    El mercado de las criptodivisas, como cualquier otro mercado competitivo, está sujeto a experimentar fluctuaciones y correcciones. Es llamativo escuchar determinadas voces, algunas de prestigio internacional, clamando contra las criptomonedas cuando se producen este tipo de periodos que, por otro lado, no son sino mecanismos de estabilización.

    Históricamente se han vivido determinadas crisis en los mercados globales provenientes de materias primas, productos financieros y otros entornos que han favorecido la especulación y que han generado un tremendo impacto negativo a nivel económico, político y social. En la memoria de todos se encuentra la afamada crisis de los tulipanes o, en una esfera reciente, la crisis de las subprime.

    En España vivimos hace poco más de una década la brutal crisis del ladrillo que, agitada por la crisis económica global, logró un récord histórico de parados: más de seis millones de personas. Esta delicada situación generó un terrible impacto a nivel social y político, favoreciendo la polarización y generando un clima de desconfianza del que todavía no nos hemos recuperado. A nivel económico, las consecuencias de esta crisis todavía siguen vigentes: precarización del empleo, la mayor tasa de paro juvenil de los países de la UE (casi un 40%, según detalla Statista), la imposibilidad de acceder a la vivienda por parte de las nuevas generaciones, la burbuja del alquiler y una larga lista de consecuencias. Y a este escenario desolador se le ha de sumar el impacto de la crisis de la COVID-19, que se ha cebado de lleno con nuestro país.

    Y con todo, resulta llamativo ver cómo los principales estandartes de un sistema que ha generado una enorme inestabilidad económica, política y social, se alzan como agoreros de las criptodivisas. Paradójico es, sin duda. Sobre todo, si atendemos a que los ciclos económicos en los que se producen estas crisis son cada vez más reducidos y repetitivos y, cuyas consecuencias permanecen más extendidas a lo largo del tiempo.

    Ahora cabe preguntarse: ¿qué consecuencias ha provocado la corrección que experimentó el Bitcoin, Ethereum u otras criptomonedas? Sin duda, sería una frivolidad si quiera el hecho de realizar la comparativa... tan veleidoso como tildar a las criptodivisas de burbuja.

    Sí, es innegable que existen determinados perfiles que se están sirviendo de algunas de las características de las criptodivisas para especular con el afán de hacer dinero rápido y fácil. Sin embargo, el grueso inversor del entorno cripto es conocedor de que las inversiones en este tipo de divisas digitales se han de realizar con vistas a futuro, confiando en las bondades de este tipo de activos. Beneficios como la limitación de la oferta (en el caso del Bitcoin es de 21 millones), lo que le hace inmune a la inflación; que no existe un organismo o autoridad responsable de las mismas, en otras palabras, el valor se lo otorgan sus usuarios; que emplean tecnología blockchain que, además de securizar los procesos, posibilita descentralizar los activos, es decir, sólo hay dos personas en la ecuación, remitente y beneficiario; y un amplio etcétera.

    En resumen, sí, es más sencillo atacar aquellas amenazas cuando aún no se han consolidado que apostar por aplicar un revisionismo necesario a un sistema fiduciario que lleva décadas debilitando las estructuras más básicas. Sin embargo, la realidad es que el futuro del dinero pasa por lo digital, hacia un marco más justo, accesible, equitativo y descentralizado.