Cambios en nuestras vidas, ¿temporales o duraderos?
José María Gay de Liébana
La pandemia ha impactado en muchos órdenes de nuestras vidas y conlleva cambios, por ejemplo, en el quehacer diario de nuestros hogares, en nuestra movilidad, en la forma de trabajar y en la manera de consumir. El mundo virtual, el online, ha irrumpido en nuestra intimidad, nos desplazamos menos y, en general, lo hacemos con cautelas, el teletrabajo se ha colado en nuestras habitaciones y en el comedor y el comercio online forma parte de nuestras liturgias cotidianas. Todo eso ha sido en cuestión de meses. Y en cuestiones de salud la pandemia no solo está provocando sus efectos devastadores, sino que causa problemas de salud mental en gran parte de la población ante las dudas que plantea el futuro y las restricciones y los retrasos de importancia en el acceso a la asistencia sanitaria.
La crisis derivada de la pandemia está golpeando negativamente al empleo y, en concreto, a aquellos colectivos de trabajadores más vulnerables donde se encuentran los asalariados temporales, nuestros jóvenes cuyos ánimos andan caídos, los empleados con bajo nivel de formación y la población femenina. De perdurar ese contexto durante los próximos meses, las desigualdades se agravarían y al mismo tiempo quedarían gripadas las capacidades para desarrollar crecimientos potenciales de la economía española, con menos gente trabajando y mayores bolsas de desempleo. Si durante los últimos años se había conseguido reducir las brechas de la desigualdad, ahora, debido a los efectos de la pandemia, éstas se agravan con una mayor incertidumbre sobre los ingresos futuros de los colectivos indicados.
Entretanto, se está intensificando la automatización de muchos puestos de trabajo, continúan los ERTE y se empiezan a disparar los ERE. Por eso debe insistirse en lo apremiante que es ir reasignando trabajadores hacia otros puestos de trabajo. Habrá puestos de trabajo que desaparecerán para siempre y otros que difícilmente serán recuperables.
Pero hay algo más que nos tiene que preocupar y urge buscar soluciones rápidas: la educación. No es lo mismo que la enseñanza básica y secundaria y la universitaria se lleven a cabo de forma presencial que digitalmente desde casa. Veremos, aunque suponemos, los resultados académicos y las consecuencias negativas a corto plazo, con énfasis particular en los colectivos más desfavorecidos. Que nuestra juventud no disponga de la preparación adecuada, máxime cuando la tasa de paro juvenil ronda el 40%, merma en el futuro nuestras posibilidades de desarrollo y progreso económico.
¿Hasta cuándo durarán los males resultantes de la pandemia? Si el trabajo se resiente contribuyendo en menor medida al crecimiento económico, la lacra de los puestos de trabajo perdidos y de un mayor paro estructural implica efectos castigadores. Del mismo modo, el capital productivo de nuestra economía se resiente. En definitiva, nuestra productividad es susceptible de empeorar, aunque el impulso de las nuevas tecnologías podría compensarla en cierto modo.