Opinión

Un premio Nobel a las subastas

    Los recientes ganadores del Nobel de Economía

    Álvaro Nadal

    Las subastas constituyen una de las formas de fijación de precios y asignación de cantidades de un determinado bien más antiguas que existen. Según Heródoto, ya en el siglo VI a.C. había registro documental de las subastas en Babilonia, cuyos resultados se escribían en tablas de arcilla.

    Existen muchos tipos de subastas. Las más frecuentes son conocidas por todos. Si los postores pujan a la vez se llaman simultáneas o de sobre cerrado. Y su modalidad más habitual es al mejor precio, aunque también se utiliza, por ejemplo, entre los coleccionistas de sellos, las subastas al segundo mejor precio. En este tipo de subastas los postores no conocen la valoración que para los demás tiene el objeto sobre el que se puja.

    Si los postores van modificando sus pujas mientras la subasta esté abierta se denomina dinámica o secuencial. Si se va pujando al alza estamos ante una subasta inglesa, típica de las obras de arte, si es la baja se llama holandesa, muy utilizada en las lonjas de pescado.

    Estas son las más conocidas, pero existen otros muchos tipo, por ejemplo, cuando compiten vendedores (y hay un solo comprador) entre sí, como la marginalista en la que todos los vendedores reciben el precio más alto pujado, frente al "pay-as-bid" en la que cada vendedor recibe el precio individualmente ofrecido. O subastas de tipo fijo que sólo asignan cantidades, como las empleadas por el Banco Central Europeo en su provisión de liquidez o a tipo variable, como las del Tesoro.

    El trabajo de los premiados Milgrom y Wilson ha mejorado la política económica

    Existen tantos tipos de subastas como diferentes necesidades se quieran cubrir. La posibilidad de diseñar y elegir entre tantas modalidades de subastas permite alcanzar en una sola actuación diferentes objetivos que de otra forma son difíciles de simultanear. Por ejemplo, si somos los vendedores de un inmueble posiblemente sólo nos interese recibir el mayor precio posible. Ahora bien, en otros casos, como un ayuntamiento que quiera subastar una concesión de autobuses, no buscará solamente maximizar sus ingresos sino también querrá una calidad del servicio y una viabilidad en el tiempo de la empresa concesionaria.

    Los postores fijarán sus estrategias en función de sus objetivos, el propio diseño de la subasta y el grado de información que tengan sobre el valor del objeto subastado y del valor que estiman que los demás postores asignen al mismo. De hecho las estrategias se hacen más complejas a medida que hay menos información disponible y lo esté de forma más asimétrica. Así, un problema frecuente en las subastas es la llamada maldición del ganador, ya que suelen ganarlas los postores que más han sobreestimado el valor del objeto subastado, lo que resulta en una pérdida para el que gana la subasta.

    El premio Nobel de Economía de 2020 se ha concedido a dos economistas, Paul Milgrom y Robert Wilson, que han ayudado a desarrollar toda una rama de la economía: la Teoría de las Subastas. Estos autores, junto a otros (entre ellos el ya premio Nobel en 1996, William Vickrey), han aplicado con gran rigor matemático y una impecable lógica teórica la teoría de Juegos (la rama de la matemática que estudia las interacciones estratégicas) a las subastas. No sólo realizaron modelos elegantes para describir el comportamiento de los postores, sino que, entendiendo los mismos, han definido toda una serie de instrumentos para que el diseño de los distintos tipos de subastas logre alcanzar de la forma más eficiente posible los objetivos buscados por el organizador de la misma.

    Lo más importante es la aplicación práctica del marco teórico de los galardonados

    Pero no se quedaron solamente en el campo teórico, sino que revolucionaron el mundo de las subastas con su diseño para la asignación de las frecuencias del espectro radioeléctrico para la telefonía móvil a comienzos de los años 90. Con ello se logró aunar de forma efectiva los objetivos de recaudar para la hacienda pública, evitar la maldición del ganador (de poco sirve recaudar mucho si luego la empresa ganadora quiebra por haber sobreestimado el valor de mercado de la nueva tecnología), y revelar la verdadera estimación del valor que la entonces incierta tecnología de datos móviles suponía para los distintos operadores de telefonía. Y lo hicieron con un sistema tan sencillo como eficaz (la sencillez es algo obligado en cualquier diseño de una subasta), a través de subastas de sobre cerrado, simultáneas, en rondas sucesivas con una serie de cláusulas que incentivaban la participación (evitaban que los agentes hiciesen una estrategia de "esperar y ver").

    La Teoría de Subastas traspasó las fronteras de los Estados Unidos y del sector de las telecomunicaciones, para convertirse en el instrumental necesario para realizar todo tipo de asignaciones complejas. Así, durante la etapa en la que me correspondió la responsabilidad del Ministerio de Energía, Turismo y Agenda Digital, hubo dos momentos en los que se recurrió intensamente a las guías e intuiciones de este marco teórico.

    El primero de ellos en las subastas de la garantía de rentabilidad de la nueva potencia de energía eléctrica de origen renovable. Entonces se realizó una subasta en dos rondas, separadas entre ellas por un tiempo no conocido a priori por los postores, mediante una asignación marginalista a sobre cerrado y con pujas simultáneas y con todas las tecnologías a la vez. A su vez, se estableció una cláusula confidencial de asignación adicional de cantidades, desconocida por los postores. Se buscaba con ello aunar lograr el mejor precio posible para el consumidor eléctrico, junto con conocer por parte del regulador los verdaderos costes de cada planta y tecnología (es decir, que no hubiera incentivos a inflar los precios de puja por encima de los costes de inversión), dar una garantía de precio que permitiese entrar a productores pequeños, y a su vez generar la energía renovable con las tecnologías más eficientes y baratas del momento. El resultado fue una asignación bajo este sistema de 8.000 Mw de energía renovable (la gran mayoría entró en funcionamiento antes de 2020), con una garantía de precio algo superior a los 30 €/Mwh, muy por debajo de los precios habituales del mercado (que suelen quedar bien por encima de los 50€/Mwh, y, por lo tanto, no se pagarán primas), y con una idea clara de los costes de inversión asociados a cada planta y tecnología.

    El otro caso fue la subasta del espectro radioeléctrico de 3.600 a 3.800 MHz para la telefonía 5G. Se realizó de una forma muy similar a la propuesta por Milgron y Wilson, mediante rondas sucesivas a sobre cerrado, cláusulas de actividad, junto con unas limitaciones para evitar el acaparamiento de espectro por unos pocos operadores. El resultado (la resolución de la subasta se realizó en julio de 2018, ya pasada la Moción de Censura), fue una recaudación en valor presente de unos 1.400 millones de euros y un reparto equilibrado del espectro entre todos los operadores.

    Pocas veces un marco teórico en economía suma la elegancia de su lógica, el rigor formal de su formulación matemática y un efecto práctico tan claro. Por eso, el premio Nobel de Economía de 2020 ha suscitado una total unanimidad en cuanto a su merecimiento y yo me sumo a ella con todo el agradecimiento que este esfuerzo intelectual ha supuesto para hacer mejor la política económica.