Opinión

La hora decisiva para el 'Brexit'

    La partida del Brexit entre la UE y Reino Unido llega a los meses claves

    Alberto Nadal

    La crisis de la Covid-19 oculta otras cuestiones que, sin embargo, a largo plazo pueden tener una importancia elevada. Una de ellas es la futura relación económica entre el Reino Unido y la UE.

    En estos momentos nos encontramos en período de transición. Es decir, aunque el Reino Unido abandonó formalmente la UE el 31 de enero de este año, en la práctica, las relaciones económicas y comerciales entre ambos territorios continúan, todavía, bajo las mismas reglas que regían hasta entonces. Se trata de un período transitorio que finaliza el 31 de diciembre de este año. Si para entonces, no hay un acuerdo que regule las relaciones entre ambos estaremos ante el escenario de Brexit duro: Reino Unido pasaría de golpe a ser, para la UE, un país tercero al que sólo se aplican las normas OMC, sin ningún acuerdo comercial que dé un acceso privilegiado al mercado europeo. La UE tiene ya acuerdos comerciales con la gran mayoría de países y áreas económicas. Entre las excepciones, Estados Unidos, Australia, Japón y China son las economías más relevantes cuyas relaciones con la UE se rigen por reglas OMC y no por acuerdos específicos. Pero, incluso en estos casos, suelen existir algunos acuerdos parciales para facilitar el comercio en ámbitos concretos.

    España saldría muy mal parada si la UE y Reino Unido no son capaces de alcanzar un acuerdo

    En teoría, el período transitorio se podría extender hasta dos años más. Y no es un secreto que los negociadores europeos confiaban en que, con la crisis de la Covid-19, los británicos pedirían una extensión y, así tener tiempo para alcanzar un acuerdo amplio y satisfactorio para ambas partes. Sin embargo, tras la reciente reunión al más alto nivel entre el Reino Unido y la Unión Europea, lo único claro es que esa extensión no se producirá y, por tanto, el período transitorio acabará a fin de año, haya o no acuerdo. Para el Gobierno británico, con algo de razón, la extensión carece de sentido. Las negociaciones con Bruselas habitualmente sólo finalizan en el último minuto, cuando el plazo se agota y, hasta entonces, las partes guardan sus cartas para no tener que ceder mucho en la negociación final. Por ello, dilatar la fecha de la conclusión sólo serviría para mantener la incertidumbre más tiempo. Únicamente en el caso de que la negociación estuviera muy avanzada tendría sentido alargarla para cerrar flecos. Pero este no es el caso. Si la negociación no avanza en julio, ambas partes seguirán negociando, pero simultáneamente se prepararán para el escenario de no acuerdo, lo que en la práctica hará muy difícil un acuerdo final.

    Según el calendario pactado en el acuerdo de retirada, entre marzo y junio se han celebrado cuatro rondas de negociación entre la UE y el RU. ¿Qué es lo que se está negociando? ¿Qué se ha acordado hasta ahora? Ambas partes coinciden en que el objetivo común es mantener los intercambios de bienes y servicios libres de aranceles y restricciones al comercio. Pero a partir de aquí empiezan las discrepancias. La UE quiere que el Reino Unido, para poder comerciar con el mercado interior, respete las normas sobre ayudas de estado, sobre medioambiente, las laborales y las de seguridad de la UE. Para la UE, de no hacerse así, el Reino Unido podría "parasitar" el mercado europeo haciendo una regulación depredadora de las inversiones del continente. Para los británicos, esto carece de sentido. Todo el Brexit gira alrededor de que Gran Bretaña deje de someterse a la regulación europea y, por tanto, aceptar las reglas europeas significaría que el RU seguiría bajo la regulación de la UE, pero ahora sin poder participar en su elaboración. Hay soluciones intermedias, pero de difícil aplicación. Los británicos ponen el ejemplo de otros acuerdos como el acuerdo con Canadá en el que la UE no ha exigido estas condiciones a la otra parte. Pero la UE considera que, por volumen de comercio, proximidad geográfica y la cuestión irlandesa, el RU no puede tener las mismas obligaciones que Canadá. Esta es sin duda la cuestión más relevante y de muy difícil solución.

    Bruselas no puede permitir que un competidor en el continente juegue con otras reglas

    Otro punto de conflicto es el acuerdo sobre pesca. Tiene una importancia económica menor, pero políticamente es muy significativa. Con la salida del Reino Unido de la UE, los británicos recuperan el control de su Zona Económica Exclusiva marítima. Para que la flota comunitaria pueda seguir operando allí es preciso un acuerdo sobre pesca. La UE quiere que esté ligado al acuerdo comercial y sea permanente, mientras que los británicos quieren que sea separado y temporal. En el calendario inicial se esperaba un acuerdo en este ámbito para finales de este mes.

    Otras cuestiones críticas en la negociación son los servicios financieros, en los que el Reino Unido tiene especial interés, y la aplicación de las decisiones del Tribunal de Justicia de la Unión Europea.

    Tras las cuatro primeras rondas de negociación los avances han sido muy escasos. Si a finales del mes de julio no se observan progresos suficientes, ambas partes se prepararán para el Brexit duro el 1 de enero de 2021. ¿Es creíble el escenario de no acuerdo? Pues depende de los cálculos que hagan los negociadores sobre qué ganan y qué pierden sin un acuerdo. La UE representa casi el 50% del comercio exterior de bienes y servicios del RU. Imponer restricciones a la mitad del comercio exterior tiene un alto coste para cualquier economía. Pero, simultáneamente, el Reino Unido tiene un importante déficit comercial con la UE. Por ejemplo, el superávit comercial de Alemania con Gran Bretaña es de 22.000 millones de libras, superior incluso al de China. España es el cuarto país con comercio más superavitario con RU, con 14.000 millones de libras. Y, aunque a largo plazo el proteccionismo tiene un alto coste, a corto el R.U. podría calcular que, imponiendo aranceles estratégicos a productos de la UE, puede mejorar la situación de algunos de sus sectores agrícolas e industriales. Sin embargo, esta estrategia también tendría un alto impacto negativo en su sector financiero.

    Desde el lado europeo, no llegar a un acuerdo puede suponer la pérdida de estos superávits. Pero un acuerdo que no sea equilibrado en términos regulatorios puede, a largo plazo, crear un competidor en la espina dorsal del continente que no juegue con las mismas reglas que los demás.

    Queda la cuestión de la relación con países terceros. El RU puede confiar en un acuerdo con EEUU y con los demás países anglosajones para compensar la reducción del comercio con la UE. Sin embargo, las cifras muestran que Gran Bretaña ya tiene fuertes superávits frente a EE.UU. (nada menos que 45.000 millones de libras), Australia y Canadá. No es muy probable que los acuerdos, que seguro firmará con estos países, le permitan al RU mejorar mucho más su comercio exterior con países que son ya un gran mercado de exportación.

    Por tanto, no es evidente la ganancia o pérdida neta a corto y largo plazo en el caso de fracaso de las negociaciones. Por ello, ambas partes se han comprometido a hacer un esfuerzo hasta finales de julio. El objetivo es salvar un comercio sin obstáculos en el que todos estamos de acuerdo, pero las dificultades son enormes. Lo que parece incontestable es que, si en un mes no vemos resultados, el Brexit duro será mucho más probable. Y esto no le viene nada bien a España.