Opinión
Todas las mentiras del expresidente de REE
Amador G. Ayora
Dos tardes, es lo que duró Jordi Sevilla al frente de Red Eléctrica de España (REE). El mismo tiempo en el que había prometido enseñar economía a José Luis Rodríguez Zapatero. Su marcha de la presidencia del operador del sistema eléctrico más que a la intromisión de la vicepresidenta de Transición Ecológica, Teresa Ribera, fue causada por sus permanentes maniobras para ganar cuota de poder en la sociedad y sus constantes desafíos a la vicepresidenta.
Sevilla llegó a decir que Ribera le instó, entre otras injerencias, a no pleitear contra la decisión de la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMC) sobre los ajustes en la retribución de REE porque su marido, Mariano Bacigalupo, había tomado la decisión.
Una barbaridad, ya que Bacigalupo es una más del órgano colegiado, integrado por más de media docena de personas que aprobó la medida. También es discutible "la injerencia constante" de Ribera, para "intenta controlar Red Eléctrica como si fuera un departamento de su Ministerio", según Sevilla.
Sevilla, como sabía que lo iban a echar, dijo "antes me voy yo" y se labró la figura de mártir
El diario El Mundo aseguró que la vicepresidenta telefoneó en persona a Sevilla para alterar el orden del día de la reunión de la cúpula de REE que tuvo lugar este martes. En fuentes próximas a la empresa se asegura que esto es y ha sido así "toda la vida", ya que el Estado es el accionistas mayoritario con alrededor del 20 por ciento del capital. REE depende del Ministerio de Hacienda a través de la SEPI, pero en la práctica es el de Transición Ecológica el que pone y quita presidentes, así como el que está más al tanto de su día a día.
Jordi Sevilla recibió información de que su relevo al frente de la compañía se iba a producir de manera inminente. La elegida en principio era Natalia Fabra, de gran reputación en el sector. Es catedrática de Economía en la Universidad Carlos III de Madrid. En 2014 fue galardonada con el XIII Premio Sabadell-Herrero al mejor investigador español menor de 40 años en el área de ciencias sociales. Además, es la hija de Jorge Fabra, ex presidente de REE y amiga de...Ribera.
Sevilla, conocedor de los movimientos que se estaban produciendo a sus espaldas, dijo a varios de sus allegados: "Antes de que me echen, me voy yo". Y es lo que hizo, filtrándolo a la Prensa unos días antes que dimitiría y utilizando la amistad con algunos periodistas para labrarse la figura del mártir, al que apedrean a las puertas de la ciudad.
Cuando accedió al cargo admitía que sabía poco de REE y que lo hizo por el elevado sueldo
Ribera se defendió. El jueves, preguntada por las injerencias sobre REE, lo negó: "un señor que conocemos todos, que tiene una amplia capacidad comunicativa, si no se siente cómodo en el contexto de las referencias externas del entono regula torio", dijo en referencia a su persona, "quizá es comprensible que se vaya".
Tampoco había que ser un lince para descubrir que la carta a los miembros del consejo de administración de REE para justificar su próxima salida había sido enviada al mismo tiempo a varios periodistas conocidos, sobre los que basó su defensa.
La verdad, sin embargo, duele. Sevilla había llegado al puesto en julio de 2018, poco después de que se produjera la moción de censura contra Rajoy. En privado, presumía de que era uno de los que hablaba a diario con Sánchez para asesorarle en asuntos económicos. En declaraciones a elEconomista, reconocía poco después de llegar: "yo de esto sé poco, tengo que aprender".
Es decir, que es uno de tantos directivos puestos a dedo por los políticos, sin méritos propios para el cargo, que acabamos pagando entre todos los platos rotos de su gestión.
Se empeñó en adquirir Hispasat, pese a que nadie acaba de ver las sinergias con el grupo energético público, lo que le valió una rebaja por parte de varias agencias de rating ante el incremento de la deuda.
Después se embarcó en un plan de inversiones de 7.000 millones, prácticamente las duplicó, que suponía un incremento de la tarifa en torno del 1 por ciento, lo que le enfrentó a la ministra.
El 29 de septiembre, Tenerife sufrió un apagón de nueve horas por culpa de REE, sin que jamás llegara a asumirlo en público ni pidiera perdón a los afectados.
Pero la gota que colmó el vaso fue el intento, de traspasar los activos de REE al holding del grupo, con un incremento de los márgenes de alrededor del 30 por ciento, lo que de nuevo repercutiría sobre un incremento de la tarifa eléctrica.
Ribera había impedido ya a finales del año pasado la maniobra Sevilla de inflar los activos del grupo a costa del erario público, por lo que tenía todo el sentido que se interesara por el orden del día del consejo de REE celebrado esta semana.
Sevilla no era una persona de fiar. Su defensa de la economía de mercado es de pacotilla. En vez de financiar los recortes de retribución y su decisión megalomaniaca de adquirir Hispasat con mejoras de eficiencia, intentó a toda costa traspasar la factura a los consumidores. Una práctica común entre los economistas de la llamada izquierda caviar, como él.
El presidente de REE intentó ante la prensa culpar de sus diferencias con Ribera a la rebaja de la retribución ordenada por la CNMC con el concurso de su marido, pero como se ve es todo una gran mentira.
En la legislatura de Zapatero salió despechado del sanedrín montado entre Miguel Sebastián y Pedro Solbes para controlar la política económica. Sánchez le ofreció, tras la moción de censura, el puesto de Nadia Calviño, pero rehusó. "Con el sueldo de ministro no se puede vivir, no compensa los disgustos", manifestó a este periódico en privado al poco de su nombramiento.
Sin embargo, la presidencia de REE escondía una golosina, uno de los sueldos públicos mejor retribuidos. El año pasado ingresó un total de 529.912 euros. Se marchó sin indemnización, pese a sus intentos por restituirla, por los ajustes en que estaba inmerso el grupo.
En otras dos ocasiones seguidas intentó subirse el sueldo a cambio de asumir plenos poderes ejecutivos. Una práctica contraria a las normas de buen gobierno, que había obligado a su antecesor, José Folgado, a traspasar los poderes ejecutivos a un consejero delegado.
En mayo del año pasado, cesó al consejero delegado, Juan Lasala, y lo sustituyó por un hombre a su medida, Roberto García Merino. Quien a hierro mata, a hierro muere.
Esta semana renunció a la presidencia, arropado por las falsas denuncias aireadas por su cohorte de periodistas. La Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) preguntó a Sevilla por la intromisión, contra la que bramaba, pero recibió la callada por respuesta. Y encima se fue haciéndose la víctima por renunciar voluntariamente, cuando su cese estaba ya en marcha, y por no cobrar una indemnización, a la que jamás tuvo derecho. Todo son mentiras.
PD.-Por lo demás, la subida del salario mínimo (que esta semana rubricaron en Moncloa patronal y sindicatos) ha levantado en contra del Gobierno al campo así como a las autonomías más pobres, porque no pueden pagarlo. Los agricultores llevan razón, sus costes laborales suben, pero los productos agrícolas no lo hacen. La productividad española sigue estancada en los actuales niveles desde hace una década. El alza del SMI sólo puede acarrear una consecuencia: una subida brutal del desempleo en las zonas rurales, en la España vaciada, justamente contra lo que se pretende lucharlo desde el Ejecutivo. Y más si el coronavirus hace mella sobre el crecimiento mundial. No sé que cara se le quedará a Pablo Iglesias, vicepresidente de Asuntos Sociales, cuando sus electores comprueben cómo los engañó.