Bolsa, mercados y cotizaciones

La deuda de las grandes economías occidentales es un polvorín y la mecha ya está corriendo

  • Desde la crisis de 2008 las grandes economías han disparado su endeudamiento
  • La situación fiscal de Francia, Estados Unidos y Japón amenaza con una crisis financiera
  • Los Gobiernos no han seguido las advertencias de Draghi en los años del 'QE'
La deuda se ha convertido en una bomba a punto de estallar. Foto: Dreamstime

Víctor Blanco Moro
Madrid,

Las grandes economías de Occidente comparten ahora una debilidad, que tiene a muchos inversores en vilo, y que puede ser el detonante de una crisis financiera si la situación no se gestiona con extrema cautela. Algunos de los países más importantes del mundo han acumulado una enorme cantidad de deuda desde la Gran Crisis Financiera y, aunque desde el Covid el nivel de endeudamiento frente al PIB se ha moderado algo, la situación es muy preocupante en países tan importantes como Estados Unidos, Japón o Francia. Para financiar el crecimiento económico tras la crisis, y también para luchar contra el impacto de los confinamientos durante el Covid, algunas de las principales economías mundiales han acumulado un polvorín de deuda en sus sótanos, y hay señales evidentes de complicaciones a la hora de vaciarlo. Por el camino, cualquier chispa puede hacer detonar el polvorín y desatar una crisis de mercado que se puede contagiar a la bolsa.

En la crisis de deuda europea de 2011 y 2012 los países periféricos preocupaban al núcleo de la Unión: los dos grandes motores de la economía europea, Francia y Alemania, eran duros con sus vecinos, por haber sido irresponsables fiscalmente hasta llevar sus finanzas públicas al colapso. Sin embargo, desde la Gran Crisis Financiera, hasta ahora, algunas de las economías más sólidas del planeta, como son Francia, Japón o Estados Unidos, han empeorado mucho su balance, y ahora acumulan una montaña de deuda que se ha convertido en la gran amenaza para los mercados financieros.

El hecho de que ahora coincidan varias de estas economías en esta situación es especialmente preocupante, ya que, si se producen tensiones en los mercados para alguno de estos países, se puede generar una reacción en cadena que acabe haciendo que los mercados mundiales se tensionen y caigan como fichas de dominó. El papel de Japón es especialmente importante en este sentido, por su relación con Estados Unidos, al ser el principal acreedor internacional del gigante norteamericano.

El endeudamiento de los últimos años es el principal problema al que se enfrentan ahora las grandes economías occidentales. Las ratios de deuda / PIB de algunos de los principales países del G7 reflejan una situación fiscal mucho peor que la que había antes de la quiebra de Lehman Brothers, y han llegado a un punto en el que varias agencias de calificación han terminado recortando la nota de solvencia que le dan a los bonos de países tan sólidos como Estados Unidos, como hizo Moody's el pasado mes de mayo, algo que, hace no tantos años, parecía impensable.

La incapacidad de los gobiernos estadounidenses de reducir el gasto, o en su defecto, conseguir por la vía que sea un mayor equilibrio fiscal, ha llevado a los mercados a exigir altos retornos en el bono estadounidense, síntoma de una percepción de riesgo mucho más elevada que en el pasado a la hora de prestar dinero al Gobierno de la primera economía del mundo. Ahora mismo, el bono estadounidense a 10 años cotiza en niveles similares a los que se veían en junio de 2008, pocos meses antes de la quiebra de Lehman.

"La creciente preocupación por la sostenibilidad de la deuda podría dar pie a un aumento de las primas de plazo en los mercados desarrollados, especialmente en Estados Unidos", explican desde Wellington Management. Los expertos de la gestora confirman cómo "en este contexto, han sido los bonos de mayor duración —y no los mercados bursátiles— los que han impuesto disciplina, obligando a las autoridades a replantearse su enfoque. Esto podría marcar el regreso de los «bond vigilantes», con los mercados de renta fija ejerciendo presión sobre los gobiernos cuyas perspectivas fiscales muestran un claro deterioro. Aunque algunos aranceles puedan deshacerse mediante acuerdos comerciales, aumenta la probabilidad de un auge del nacionalismo económico y de la repatriación de capitales", advierten.

Las cifras que reflejan el problema

Estados Unidos no es el único país que ha caído en el abismo del endeudamiento excesivo, y que no parece tener capacidad, al menos hasta la fecha, de revertir la situación (la nueva ley de Trump, Big Beautiful Bill, ha recibido fuertes críticas por no afrontar el problema de la deuda, e incluso por la posibilidad de que empeore la situación, debido a los recortes de impuestos).

Francia está en una situación muy similar, y las últimas propuestas del Gobierno para intentar revertir la situación son el mejor ejemplo de la necesidad que tiene el país de virar su rumbo económico. Ningún Gobierno quiere tener que tomar medidas impopulares, pero son muchos los analistas que, en los últimos meses, han hecho hincapié en que, sin medidas adicionales de recorte de gasto, Francia no será capaz de alcanzar los objetivos de déficit que se ha marcado para los próximos años.

Tampoco es solo Francia quien se ahoga en una montaña de deuda: de media, cogiendo como ejemplo a Japón, Grecia, Italia, Canadá, Portugal, Alemania, Francia, EEUU, Reino Unido, España e Irlanda (ordenados de menor a mayor ratio de deuda / PIB en el año 2007), el endeudamiento que mantenían al cierre de 2007 era del 75% del PIB anual; ahora es del 116,26%, y eso que se ha conseguido reducir algo el endeudamiento, desde el pico que se alcanzó, en general, en la pandemia de Covid.

Japón es el paradigma del endeudamiento masivo: si en 2007 su ratio de deuda pública frente al PIB era del 170%, ahora alcanza el 216%. El incremento, sin embargo, se ha repetido en casi todos: Grecia pasó del 105% al 153% actual; Italia del 104% al 134%; Canadá del 76% a casi el 100%; Portugal del 73% al 95%, España del 40% al 101,4%... y la lista continúa con aumentos similares.

De toda la lista de países, sólo uno ha mejorado su ratio de endeudamiento en los 18 años que han pasado desde la Gran Crisis Financiera. Alemania encaró la crisis con una ratio de endeudamiento del 66,4%, y al cierre de 2024 mantenía un 62,5%. La primera economía europea ha sido el ejemplo de responsabilidad fiscal en los últimos años, pero incluso el país más sensato en la gestión de su balance finalmente ha claudicado este año, al aprobar en marzo un cambio en la Constitución para flexibilizar el límite de deuda, y aprobar inversiones milmillonarias para infraestructuras y defensa, que, por el gasto que suponen, empeorarán la situación de deuda que mantiene el país en los próximos años.

¿Cómo se ha llegado hasta aquí? Los bancos centrales y la advertencia de Draghi

El incremento del endeudamiento se ha justificado en las últimas dos décadas por la necesidad de impulsar el crecimiento económico, anémico tras la crisis de 2008, y para evitar que las principales economías mundiales siguiesen los pasos de Japón y cayesen en una situación de deflación.

"Durante años, si no décadas, el mundo financiero se ha preguntado cuál es el límite de la deuda pública estadounidense. Hasta ahora, esta pregunta era puramente retórica, gracias a la bajísima inflación registrada en todos los países desarrollados desde 2008 y a la fortísima demanda de bonos estadounidenses por parte de países con superávit presupuestario", explica François Rimeu, estratega senior en Crédit Mutuel Asset Management. "La baja inflación condujo a sucesivas rondas de flexibilización cuantitativa, que a su vez «animaron» a los diferentes gobiernos a ser fiscalmente laxos. La situación a la que asistimos ahora en Estados Unidos es aplicable a otros países, con Francia como ejemplo destacado", indica Rimeu.

Los programas de flexibilización cuantitativa a los que se refiere el experto consistieron en compras masivas de deuda pública y privada por parte de los bancos centrales, que funcionaron como el comprador de primera instancia de la deuda que emitían los países para estimular su crecimiento e impulsar la inflación, e inflaron sus balances de bonos hasta niveles que nunca antes se había sospechado que se pudiesen alcanzar (antes del Covid, el consenso de analistas insistía en que había que recortar el balance del BCE, por ejemplo, por el peligro que suponía alcanzar los 4 billones de euros; tras la pandemia y los nuevos estímulos, el balance llegó a alcanzar 8,8 billones de euros).

El problema es que, tras el Covid, la inflación empezó a repuntar con fuerza, y obligó a los bancos centrales a revertir estas políticas, algo que, antes o después, tendría que suceder. El resultado ha sido el tensionamiento evidente de los mercados de deuda, con aumentos de rentabilidades a vencimiento que están poniendo en aprietos a estas economías, por el incremento de los costes de financiación que esto trae asociado.

Ahora, muchos gobiernos estarán acordándose de las advertencias que lanzaba Mario Draghi en sus años como presidente del Banco Central Europeo. Si bien Draghi llevaba las riendas del banco central y aprobó los programas de compras de deuda como algo necesario, siempre insistía en sus reuniones en la necesidad de que los gobiernos apoyasen estos programas con medidas de consolidación fiscal, ya que, de no ser así, se corría el riesgo de caer en una espiral de deuda de la que es muy complicado salir. La situación actual se parece mucho a ese escenario del que Draghi no quería ni oír hablar.

"El reto actual es que ya no estamos en un periodo de baja inflación y relajación cuantitativa. Poco a poco, los inversores han empezado a preguntarse si se les compensa adecuadamente por los riesgos que asumen. Esto ha llevado a un aumento de las primas a plazo de alrededor del 2% entre finales de 2019 y mayo de 2025. La consecuencia directa de este aumento es el empinamiento de las curvas de rendimiento, una tendencia observada desde hace casi 24 meses", confirma Rimeu.

Esta tendencia, además, tiene todavía recorrido para continuar. "Todavía no hay disciplina fiscal en Estados Unidos (por ejemplo, la reforma fiscal que se está debatiendo actualmente) y algunos compradores históricos se están alejando de la deuda estadounidense, ya sea por motivaciones políticas (como en el caso de China) o porque los mercados nacionales ofrecen rentabilidades más atractivas (por ejemplo, Japón)", explica Rimeu.

El experto no descarta que pueda producirse una crisis financiera por el alto nivel de endeudamiento que ha alcanzado la economía estadounidense. "¿Es posible una crisis financiera? Todo es posible y una emisión de bonos a 30 años mal recibida (con una ratio de oferta/cobertura muy bajo) podría desencadenar cierto pánico", explica Rimeu.

"Dicho esto, es importante señalar que el mercado estadounidense es mucho más líquido que el británico, por lo que es poco probable que los tipos de interés a largo plazo estadounidenses suban más de 200 puntos básicos en un solo mes, como se vio en el Reino Unido durante la crisis desencadenada por el presupuesto muy expansionista de Lizz Truss en 2022", matiza Rimeu. "No obstante, el aumento de las primas a plazo es innegablemente una fuente potencial de inestabilidad del mercado, y es poco probable que las soluciones tradicionales para reducir los déficits públicos (subidas de impuestos, recortes del gasto, reformas estructurales a largo plazo) sean favorecidas por el presidente Donald Trump", advierte el experto.

Grecia es el mejor ejemplo de lo que puede ocurrir

El caso de Grecia refleja el problema al que se enfrentan los países que han incurrido en un gasto excesivo. Tras años de incurrir en déficit excesivos, e incluso más fuertes de lo que reportaban las cifras oficiales, el país cayó en una situación de deuda insostenible, sin acceso a los mercados financieros para poder refinanciar su deuda, ya que los inversores exigían intereses que se habían vuelto insostenibles.

Tras ser rescatados por el Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE), a Grecia se le impusieron distintas reformas orientadas al recorte de gasto y a volver a recuperar la normalidad en los mercados. El esfuerzo fiscal que ha tenido que hacer la economía helena es un ejemplo de lo que tienen por delante países como Francia, Japón o Estados Unidos en los próximos años.

Incluso teniendo en cuenta que Grecia está siendo un caso de éxito en los últimos años, por la rapidez con la que está siendo capaz de devolver los préstamos que tiene comprometidos, el país todavía tiene un largo camino por delante hasta conseguir estabilizar su situación. "En mayo, Grecia anunció su intención de reembolsar los 31.600 millones de euros restantes del acuerdo sobre el préstamo griego de 2010 antes de 2031, una década antes de lo previsto. Esta medida se suma a la amortización anticipada de préstamos por valor de 20.100 millones de euros al FMI, completada en 2022, y a los reembolsos anticipados del GLF por 5.290 millones en 2023. Esta aceleración en el calendario de pagos debería suavizar el perfil de vencimientos de Grecia y reducir el riesgo de refinanciación a partir de 2032", explican Jakob Suwalski y Alessandra Poli, analistas del sector público y soberano de Scope Ratings.