Bolsa, mercados y cotizaciones

El dividendo en 'scrip' ya solo quedará en el baúl de los recuerdos del accionista


Carlos Simón García, Isabel Blanco
Madrid,

El próximo día 1 de julio Sacyr pagará su primer dividendo ordinario en efectivo desde que Manuel Manrique llegó a la presidencia de la compañía en 2009. Este pago, que podría ser uno más en la historia de la concesionaria española, tiene una carga simbólica especial ya que, con él, prácticamente se da por muerta esta tipología de remuneración al accionista, que otras épocas más complicadas han sido un recurso muy utilizado por muchas compañías del mercado nacional, especialmente los bancos. A partir de ahora, estos scrips se quedarán en el baúl de los recuerdos del accionista español.

Así, con el cierre del ejercicio 2024 se cerró definitivamente esta etapa, al menos entre las grandes compañías del mercado español. Según los últimos datos de BME, el año pasado de los 246 dividendos distribuidos en la bolsa española, hubo todavía nueve que se realizaron a través de la emisión de nuevas acciones, valoradas en un total de 4.694 millones de euros, que representaron algo más de un 5% del total distribuido por las compañías.

Técnicamente el de Sacyr era ya el único dividendo que daba la opción a ser cobrado en metálico a cambio, eso sí, de la dilución del accionista en el capital proporcionalmente al monto finalmente emitido en acciones. Pero Sacyr no era el único que lo hacía ya que Ferrovial, ACS e Iberdrola también dan la opción a sus accionistas que aumentar cobrar con acciones de la compañía. No obstante, estas compañías posteriormente amortizan el equivalente a la ampliación de capital realizada para evitar así la dilución de aquellos que hayan optado por el cash.

La última gran empresa española que enterró el dividendo en papelitos fue Telefónica en 2022. Después de superar la coyuntura postpandémica, la dirección de la teleco decidió que el dividendo pasaría a pagarse en efectivo exclusivamente, pero a cambio, lo redujo de 0,4 a los 0,3 euros que reparte al año actualmente y que ofrecen rentabilidades en torno al 7%.

Si algo han tenido en común Sacyr y Telefónica para haber sido los últimos en retirar este recurso es precisamente el motivo que los llevó a utilizarlo, que es el endeudamiento. En ambos casos, el alto apalancamiento ha sido su principal lastre en los últimos años y, en consecuencia, el epicentro de sus objetivos estratégicos ha sido el reducirlo, para lo cual se han ayudado de la posibilidad de no utilizar caja para remunerar a sus accionistas, permitiéndoles mantener el atractivo que tienen sus dividendos.

Los datos confirman la muerte anunciada de esta forma de retribuir. En 2013, llegó a suponer un 42% del total de dividendos que repartieron las cotizadas en la bolsa española, según datos de BME. Fue su momento más álgido. Del 5,3% que representaron en 2009 llegaron a esa cota cuatro años más tarde, tras el peor momento de la crisis de deuda. Desde entonces comenzó de nuevo a reducirse el uso de esta herramienta hasta el 12,8% de 2019. Sin embargo, el año siguiente, castigadas las compañías por la pandemia de Covid, volvieron a recurrir al pago en acciones para sostener la deuda y este alcanzó el 36% del total. Ahora, de nuevo, se ha venido reduciendo hasta el 5,2% del año pasado. En lo que va de 2025, tan solo el 3,1% de los dividendos repartidos han sido en esta modalidad, según BME.

2009, el año clave

A raíz de la gran crisis financiera que se inició con la quiebra de Lehman Brothers en 2008, muchas compañías tuvieron que cancelar, suspender o reducir sus dividendos para proteger sus balances y, en muchos casos, la viabilidad futura de la compañía. A partir del siguiente año, liderados por la banca, algunas compañías optaron por modificar su política de retribución al accionista y comenzar a utilizar el formato scrip para salvaguardar su caja y ganar tamaño a cambio, eso sí, de que las acciones tengan un menor valor para el accionista.

Ahí fue cuando Santander tomó la decisión de abrir este camino inexplorado, de ofrecer la posibilidad a sus accionistas de cobrar uno de los dividendos en nuevas acciones, reduciendo su peso en el capital y la proporción de los beneficios obtenidos por cada título. Era la primera cotizada que tomaba esta iniciativa en la bolsa española, aunque pronto la siguieron otras compañías del Ibex 35. Iberdrola introdujo el pago en papelitos en 2010 y un año más tarde también lo implantaron BBVA, CaixaBank, Bankinter y Gas Natural (ahora Naturgy). Telefónica, Repsol y ACS sucumbieron a esta política en 2012, a las que luego se unirían Acerinox, Ferrovial y Sabadell.

En pocos años se convirtió en un gran recurso para las empresas. Algunas lo expandieron a todos su pagos. La fórmula era perfecta. Repartir acciones a través de ampliaciones de capital implicaba que saliese mucho menos efectivo de la compañía en un momento especialmente delicado. Para muchas, incluso, fue la única vía que les permitió no recortar sus dividendos durante los años más complicados en los que debían centrarse en reducir su deuda. Pero, al mismo tiempo, para aquellas que no hacían más que aumentar el capital se fue convirtiendo en una bola a la que han tenido que buscar solución.

La gran beneficiada de esta posibilidad ha sido la banca, que obtenía una ventaja extra al utilizarlo después de que a raíz de la crisis de deuda, el regulador aplicase normativas más estrictas en lo referente al colchón de capital que debían tener. Estas pequeñas ampliaciones para retribuir al accionista han ayudado a ello engordando esos colchones. De hecho, un ejemplo claro se ve en Santander, cuya capitalización ha superado este año los 100.000 millones, máximo de su historia, mientras que el precio de su acción unitaria todavía tendría que doblarse para alcanzar ese mismo hito.

Fiscalidad menos atractiva

Ya no existe una ventaja a la hora de vender los derechos en mercado, sino que tributan como una ganancia patrimonial sometida a retención; antes, en cambio, no se tributaba por ello sino que el importe obtenido reducía el valor de adquisición de las acciones cuando se producía la transmisión de éstas, difiriéndose la tributación. Así, en la fiscalidad actual para el scrip el cobro en acciones es lo único que no se considera una renta o ganancia, mientras no se vendan. Para aquellos que reciben el dinero en metálico se produce un rendimiento del capital mobiliario, sometido a retención, como en cualquier dividendo en efectivo.