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La lira turca recupera un 25% en un año, pero no espanta los fantasmas de la crisis

    Liras turcas. Autor: Dreamstime.

    Cristina Cándido

    El 7 de agosto de 2018 el nubarrón de una inflación cercana al 16% colisionó con una lira turca en caída libre por las decisiones en materia política y económica del presidente Recept Tayyip Erdogan. Una jornada negra que sería la primera gota de una tormenta de verano que inundó de pérdidas no sólo al país, sino que se extendió a otros mercados y desencadenó una crisis en las divisas emergentes.

    Un año después, la moneda se recupera, no sin dificultades, un 25% desde el mínimo histórico que alcanzó el 13 de agosto en los 0,1453 dólares. Pero las consecuencias del golpe aún están presentes y en lo que llevamos de 2019 la lira cede un 4%.

    A lo largo de aquella semana de agosto, un mes que habitualmente no necesita excusas para dar un susto a los inversores, Turquía se sumió en una debacle financiera que el presidente Donald Trump no dudó en aprovechar para dar el golpe de gracia a la divisa otomana. El día 10, EEUU duplicó los aranceles al acero y aluminio turcos, aumentado así la presión al pulso diplomático que Washington mantenía con Ankara por la liberación de un pastor norteamericano acusado de terrorismo por el golpe de Estado en julio de 2016.

    Este hecho, junto a la negativa del Banco Central otomano (controlado por Erdogan a través de su yerno y ministro de Finanzas, Berat Albayrak) a subir los tipos de interés y la falta de contundencia para atajar la crisis llevaron a la lira a mínimos nunca vistos el 13 de agosto tras caer un 24% en cuatro sesiones. Un desplome del que no se libró la bolsa de Estambul (que cedió un 10%) ni la renta fija, donde las ventas llevaron a la rentabilidad del título a 10 años hasta el 21,53%, un récord para la referencia.

    Con la inflación instalada en el 18% (la más alto desde 2003) a finales de agosto, el Banco Central se vio forzado a subir los tipos de interés al 24% el 13 de septiembre. Una medida que llegó tarde y que no sirvió para aliviar la caída del 40% con la que la moneda despidió el pasado ejercicio.

    Recuperación intermitente

    A día de hoy y con las divisas en el ojo del huracán por la devaluación del yuan, la economía turca atraviesa una recesión que no se espera que termine antes de 2020. Con este escenario, la lira se ha movido en los últimos meses al son de los fantasmas del verano pasado por los bandazos de la cotización.

    En marzo, la Agencia de Supervisión y Regulación Bancaria de Turquía (BDDK) abrió una investigación a JP Morgan por un informe "engañoso y manipulador" por el tipo de cambio frente al dólar. Posteriormente, los resultados de las elecciones municipales pusieron de manifiesto la falta de apoyos a Erdogan en feudos clave como Ankara, alcaldía que perdió en marzo, y Estambul en junio (donde repitió los comicios tras impugnar la victoria de la oposición).

    Los últimos vaivenes de la moneda han tenido que ver con la destitución del presidente del Banco Central, Murat Cetinkaya en julio. Una expulsión con la que el mercado especuló que fue debida a las reticencias del banquero a recortar los tipos en contra de la opinión del presidente turco. Una intromisión que vuelve a poner en entredicho la independencia de la entidad y que se tradujo en un nuevo descenso de la lira al que el Gobierno ha tratado de poner freno con un impuesto para la venta de divisas.

    "Paradójicamente, justo cuando el jefe del banco central fue despedido, el entorno externo había comenzado a mejorar con la recaída de los precios del petróleo y el endurecimiento de la senda de la Reserva Federal", señalan desde Jefferies. "Además, las reservas de divisas se han estabilizado y la lira ha comenzado a beneficiarse de un renovado apetito de riesgo por parte de los inversores", añaden.

    'Resaca' en los emergentes

    Aunque los analistas ya advirtieron de la baja probabilidad de que la crisis turca pudiera llegar a bloquear los mercados por la dimensión de su economía y su pequeño peso en los índices globales, la histórica caída de la lira fue el detonante que arrastró al resto de emergentes a medida que el dólar se fortalecía.

    La recuperación de estas divisas desde sus mínimos del año pasado ha sido dispar (ver gráfico). Mientras el real brasileño sube más de un 7% desde su suelo más bajo de todos los tiempos (nivel que tocó a pocas semanas de las elecciones que darían la victoria a Bolsonaro), el rublo suma un 8% y el peso mexicano avanza un 7%. Distinto es el caso de Argentina, rescatada en 2018 por el FMI. El peso marcó un nuevo mínimo histórico en abril y en lo que va de año cede un 17% frente al billete verde.