Internacional
La campaña de EEUU más extraña: un Biden desaparecido en su casa espera a que un hiperactivo Trump se autodestruya
- Las encuestas dan mejores resultados a Biden que a Clinton en 2016
- Trump amenaza a los estados que faciliten el voto por correo
Víctor Ventura
Hace varias vidas, cuando el coronavirus era algo que aún solo estaba en Asia, los partidos estadounidenses estaban calentando motores para una primavera de primarias y un largo verano y otoño electorales. La realidad, sin embargo, ha hecho saltar por los aires todos los planes de ambos partidos. Y la imagen, a punto de empezar el verano, es de una campaña que apunta a ser muy diferente a la que todo el mundo se esperaba. Un monotema que absorbe la atención de todo el mundo, un Donald Trump hiperactivo intenta cubrir con comparecencias constantes el espacio que han dejado sus mítines. Y mientras Joe Biden, escondido en su vivienda de Delaware, espera sentado a que el presidente se autodestruya él solo.
A diferencia de otros años, cuando las interminables primarias extendían las batallas internas de los partidos hasta finales de mayo o junio, las tempranas y decisivas victorias del exvicepresidente Biden en los estados clave le dejaron el camino libre mucho antes de lo previsto. Y la crisis del coronavirus llevó al senador Bernie Sanders a retirarse de la contienda y dejar la nominación en sus manos en abril.
Campaña descafeinada
En otro momento, eso habría supuesto que la campaña presencial habría empezado ya. Pero el estado de excepcionalidad que vive el mundo entero también ha trastocado esos planes. Trump se ha visto obligado a guardar en un cajón gran parte de los anuncios que tenía listos para atizar a Biden lo antes posible y marcar el terreno de juego desde el primer momento, y a suspender sus adorados mítines multitudinarios, el alma de su carrera política. A cambio, el magnate ha disparado aún más su hiperactividad televisiva, con ruedas de prensa casi diarias con las que ocupa horas y horas de la parrilla y desde las que lanza titulares de forma continua.
Por su parte, el demócrata se limita a hacer vídeos desde su casa y dejar que sean otros -principalmente, grupos de presión- los que hagan una guerra de guerrillas contra el presidente con anuncios de televisión durísimos sobre su gestión de la pandemia. El propio Biden está casi desaparecido. Una estrategia que, todo sea dicho, le funcionó de maravilla en las primarias, en las que consiguió victorias aplastantes en numerosos estados en los que no emitió un solo anuncio, ni visitó nunca, ni tuvo ni una sola persona contratada para hacer campaña a su nombre.
Y quizá lo más sorprendente es que la estrategia le está funcionando. Biden llega a la última semana de mayo con más de seis puntos de ventaja sobre su rival, frente al empate técnico que tenían Trump y Hillary Clinton hace justo cuatro años. No solo eso, sino que es casi imposible encontrar una sola noticia positiva para el actual presidente en ninguna encuesta: pierde en casi todos los estados clave, incluidos los cinco decisivos -Florida, Pensilvania, Michigan, Wisconsin y Arizona-, en parte por la huida de los mayores de 65 años desde que comenzó la crisis sanitaria. E incluso estados tradicionalmente conservadores como Georgia o Texas están en juego, según los sondeos.
Además, las encuestas para el Congreso pronostican una repetición de la victoria demócrata por 9 puntos de las legislativas de 2018, con una evolución de la intención de voto desde entonces, hace año y medio, que parece prácticamente una línea recta. Y hasta su mayoría en el Senado está en juego. Unos datos mucho peores de los que Trump marcó hace cuatro años y, sobre todo, sorprendentemente estables: Biden lleva liderando por seis puntos o más desde hace año y medio, mientras que, en el mismo periodo de tiempo, Clinton tenía una ventaja muy volátil que Trump llegó a reducir al empate técnico en múltiples ocasiones.
La estrategia de Biden parece ser muy sencilla: decir "yo no soy Trump" y esperar a que la impopularidad del presidente le baste para llevarse la victoria. El magnate, por su parte, parece no haber encontrado todavía el camino a seguir: los grupos de estudio con votantes señalan que ninguno de sus argumentos contra Biden logran dañar al que fuera mano derecha de Barack Obama. Así que sus planes han variado en las últimas semanas: desde cambiar el foco y decir que "yo no estoy compitiendo contra Biden, sino contra la izquierda radical de Sanders"; a atacar a Obama, al que acusa de espionaje contra su campaña en 2016 en base a teorías de la conspiración sacadas de foros oscuros de internet.
Dificultar el voto
Pero el gran caballo de batalla de los republicanos es hacer el voto lo más complicado posible, con la esperanza de que las grandes ciudades, feudos demócratas, no puedan votar por falta de colegios electorales o por miedo al contagio. Este miércoles, Trump amenazó a los estados de Michigan y Nevada -este último, con un responsable del sistema electoral republicano- con retirarles la financiación federal si insistían en enviar formularios para solicitar el voto por correo a todos los ciudadanos. Trump -que vota por correo- acusa a los estados que apuestan por esta modalidad de "incentivar el fraude", y ha ordenado a su partido recurrir ante los tribunales cualquier medida que facilite la participación electoral, con una partida de 20 millones de dólares para sufragar los gastos legales que supongan estos recursos.
Aun así, nada garantiza que este plan funcione: hace unas semanas, el candidato conservador a juez del Tribunal Supremo estatal de Wisconsin perdió contra pronóstico pese a que los republicanos dejaron solo cinco colegios electorales abiertos en la ciudad más grande -y demócrata- del estado e impulsaron acciones judiciales para hacer más difícil el voto por correo y reducir el plazo de votación. Y perdió por diez veces más votos que el margen de victoria de Trump allí hace cuatro años.
Aun así, el magnate tiene una carta bajo la manga, a la que lo apuesta todo: esperar a que la economía se recupere en los próximos meses, y llegar a noviembre con datos de empleo y de PIB positivos. Su amenaza es que la vacuna contra el virus llegue ya entrado diciembre y que la cifra de fallecidos -ya más de 90.000- no deje de crecer hasta entonces. Y Biden, al que las encuestas le sitúan como "mejor preparado para gestionar una pandemia", confía en poder ganar sin tener que subirse al autobús (de campaña).