David Broncano, ese cómico de los mil chistes y las cero caras largas, ha encontrado una nueva musa para su espectáculo: la teoría conspirativa. Su última hazaña —y qué hazaña— consiste en presentarse como el paladín de los oprimidos invitados televisivos, un Robin Hood mediático que, entre risas nerviosas y cejas arqueadas, acusa a Pablo Motos de ser poco menos que el don Corleone del prime time. En este nuevo evangelio según San Broncano, El Hormiguero no se limita a competir; no, lo suyo es más bien extorsionar, amenazar y coaccionar con un estilo que haría sonrojar al mismísimo Vito Andolini. Y todo esto porque un piloto de MotoGP decidió que salir en La Revuelta no era su mejor plan de miércoles noche. Tal vez tenía un contrato que cumplir.
El relato de Broncano suena, si no convincente, al menos entretenido: Jorge Martín, el pobre piloto, como víctima de un operativo a lo Misión Imposible, como si un Tom Cruise, contratado por Atresmedia y portando un maletín lleno de promesas envenenadas, hubiera irrumpido en su camerino para exigirle que abandonara el plató de La Revuelta y acudiera a los brazos abiertos de Motos. Nada explícito, claro; Broncano no se atreve a hablar de cabezas de caballo ni de mensajes cifrados, pero deja caer la sombra de algo turbio, algo que huele a mafia y suena a "si entras ahí, pasarán cosas". Ah, el suspense. Hitchcock estaría encantado.
Sin embargo, detrás de este melodrama prefabricado se oculta una verdad mucho menos glamurosa: Broncano no es el justiciero que quiere hacernos creer y esta guerra no tiene nada que ver con principios éticos ni con cruzadas morales. Es, simple y llanamente, una táctica desesperada para mantener la relevancia. Porque lo cierto es que La Revuelta, ese experimento que revoluciona las noches de TVE, ha empezado a perder fuelle. Los números de audiencia ya no brillan tanto como antes y el carisma de Broncano, aunque sólido, no basta para frenar el avance implacable de Motos, que lidera con su fórmula.
Así que, ¿qué hace Broncano cuando los chistes ya no son suficientes? Pues lo que hace cualquiera en tiempos de crisis: crear una polémica. La acusación contra El Hormiguero no es más que un movimiento calculado, un intento de recuperar el foco mediático y atraer a un público ávido de conflictos. Pero, claro, hay que disfrazarlo de algo más noble. De ahí la narrativa de las "presiones" y las "amenazas", un relato tan vago como eficaz, porque deja espacio para la imaginación y, sobre todo, para los titulares. Broncano se convierte así en la víctima heroica, el David que lucha contra el Goliat corporativo, mientras sus detractores quedan como los villanos de la película. Es una estrategia tan vieja como el propio show business, pero eso no la hace menos efectiva.
Lo más irónico de todo este asunto es que Broncano, quien ha construido su carrera sobre la burla y el sarcasmo, parece incapaz de aceptar que las bromas tienen consecuencias. Durante semanas ha lanzado dardos hacia El Hormiguero, siempre con esa sonrisa cómplice que dice "es solo humor". Pero ahora que la competencia le ha devuelto el golpe, ha cambiado de registro. De pronto, el humor ya no basta, y lo que antes era un "lance de la profesión" se convierte en una afrenta personal. "Ojalá me respondieran con chistes y no con cosas por debajo", se lamenta, como si él, sus productores o TVE nunca hubieran batallado por ganar.
Pablo Motos ha respondido con el equivalente televisivo de un encogimiento de hombros. Un comunicado breve, un par de aclaraciones sobre acuerdos previos con Jorge Martín, y poco más. Porque si algo ha aprendido Motos en sus 20 años de reinado es que la mejor manera de lidiar con una provocación es ignorarla. Al fin y al cabo, ¿por qué mancharse las manos cuando las cifras de audiencia hablan por sí solas? Motos sigue siendo el rey del prime time, mientras Broncano lucha porque el espejito mágico del share vuelva a decirle que él es más guapo.
Y así, lo que comenzó como una disputa entre dos programas rivales ha terminado convirtiéndose en un espectáculo aún más absurdo que cualquiera de los chistes que Broncano podría haber contado en su programa. Jorge Martín, el supuesto objeto de todas estas maniobras, probablemente esté demasiado ocupado ganando carreras como para entender las intrigas de la televisión. Y el público, ese juez implacable, seguirá decidiendo con su mando a distancia quién merece su atención.
Al final, lo único que queda es un espectáculo triste, un recordatorio de que, en el mundo de la televisión, la relevancia lo es todo. Broncano puede insistir en que su lucha es por principios, pero esta guerra no tiene nada que ver con la ética y todo que ver con la audiencia. Y mientras él y Motos se enfrentan en este duelo de egos, el público solo puede preguntarse: ¿vale realmente la pena? Quizás no. Pero, por lo menos, siempre podemos reírnos del absurdo. Porque si algo nos ha enseñado esta historia, es que la televisión no necesita culebrones habiendo presentadores como Broncano.
Relacionados
- Todas las cosas horribles que iban a pasarle a Jorge Martín si iba a Broncano antes que a Pablo Motos
- Belén Esteban desmonta la teoría de Broncano: "Yo he ido primero a 'La Revuelta' y luego a Motos y no ha pasado nada"
- Jorge Martín se pronuncia tras la polémica con 'El Hormiguero' y lanza un mensaje a Broncano: "Volveré"
- Adela González lanza desde TVE un contundente alegato contra Motos: "Broncano denunció una frontera que nunca se debió pasar"