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El padre de Sonsoles, contra Pedro Sánchez 'por la cara': Fernando Ónega dice que es "el retrato del ánimo de un país"

El periodista Fernando Ónega, veterano cronista de la política española y padre de la presentadora Sonsoles Ónega, ha vuelto a poner el foco en el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, no por sus decisiones políticas o su estrategia parlamentaria, sino por algo tan humano y, al mismo tiempo, tan simbólico como su rostro. En una columna publicada en La Vanguardia, Ónega, de 78 años, afirma que Sánchez es "un genio de la imagen" y que su capacidad de manejar gestos y expresiones lo convierten en "posiblemente el mejor actor del escenario europeo".

Ónega, el periodista que escribía los discursos más conocidos de Adolfo Suárez, y con más de seis décadas de experiencia, reconoce que apenas en dos ocasiones se ha detenido a comentar el aspecto físico de un jefe del Ejecutivo, y ambas han sido para hablar del actual. En su opinión, la cara de Sánchez ha sido siempre una herramienta poderosa, capaz de comunicar tanto o más que sus discursos. "Si la política tiene mucho de teatro, Pedro Sánchez ha sido y sigue siendo un enorme actor", escribe el cronista, citando incluso a Nietzsche, quien sostuvo que "vuestras caras han hecho mucho más que vuestras razones".

El análisis se centra en la reciente aparición de Sánchez en la entrevista de Pepa Bueno en Televisión Española. Allí, según Ónega, el presidente mostró un semblante distinto, marcado por la tristeza y un aspecto visiblemente desmejorado. "Sus ojos no tienen la viveza que conocíamos, apenas sonrió y su delgadez parece excesiva", señala. El columnista añade que este cambio físico "anuncia algo, aunque no sepamos qué; quizá él tampoco lo sepa".

En el terreno político, la entrevista tuvo un doble efecto: en los medios, la repercusión vino por la dureza de Sánchez contra los jueces que investigan a personas de su entorno; en las conversaciones privadas, sin embargo, la pregunta que se repetía era mucho más terrenal: ¿qué le pasa al presidente?

Ónega recuerda que la percepción de un adelgazamiento repentino se debe, en gran medida, a la escasa exposición mediática del líder socialista. "La entrevista de Pepa Bueno fue la primera en un año. Si lo hubiésemos visto adelgazar día a día, no existiría esa sensación de repentina debilidad", explica.

El veterano periodista ironiza sobre la explicación que en su día ofreció la vicepresidenta María Jesús Montero, quien justificó la delgadez del presidente afirmando que "sufre y está al pie del cañón, empujando a España cada día". Según Ónega, esa versión resultó "levemente cómica" y careció de la transparencia que la opinión pública esperaba. En su opinión, los servicios informativos del Gobierno debieron aclarar la situación, aunque solo fuera para garantizar que el estado de salud del presidente "es perfecto, como todos deseamos que sea".

Para Ónega, la cara no siempre es el espejo del alma, pero sí es "el retrato de un momento" y, tratándose de un gobernante, también puede convertirse en el retrato del ánimo de un país. "Sánchez no es que tenga mala cara; es que la sufre. Y la gente tiene derecho a preguntar por qué", apunta. En este contexto, cita al fotógrafo François Brunelle, quien definió el rostro humano como "la herramienta de comunicación por excelencia", y advierte de que, si Sánchez transmite pesimismo, ese sentimiento puede contagiarse a toda la nación.

El cronista va más allá y plantea una reflexión inquietante: ¿acaso el rostro del presidente empieza a reflejar el desengaño de su propia obra política? Si así fuera, dice Ónega, "sería magnífico, porque significaría la entrada en escena de la autocrítica, fenómeno desconocido por la mayoría de los gobiernos".

A partir de ahí, enumera los factores que podrían explicar esa "mala cara": la tensión de gobernar en equilibrio con socios de intereses enfrentados; la sensación, confesada por el propio Sánchez, de ser víctima de una "campaña de deshumanización"; la imagen de político movido únicamente por la ambición de poder, y, quizá lo más doloroso para él, la pérdida de influencia en Europa. "Ayer, cuando intentaba recuperarla en la cumbre de París, se le estropea el avión y, claro, no va a viajar en vuelo regular", recuerda Ónega con ironía.

El análisis de Fernando Ónega combina la observación personal con citas literarias y filosóficas. Recurre a Lope de Vega para subrayar la relación entre el semblante y las emociones: "Mis trabajos se vieron en mi cara / hallando incierto el bien y cierto el desengaño". Y evoca a Quevedo, quien escribió que "arrojar la cara importa, que el espejo no hay por qué", para cuestionarse si el presidente muestra ya el cansancio de su propio proyecto.

El texto, que mezcla literatura, política y psicología del poder, ha generado debate porque aborda un ángulo poco habitual: el físico del jefe del Ejecutivo como reflejo de la situación política. Una mirada que, viniendo de Fernando Ónega, se recibe con el peso de la experiencia y con la capacidad de abrir nuevas preguntas sobre la figura de Pedro Sánchez y el futuro de su mandato.

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