Todo lo que tiene de discreto lo tiene también de genial actor. Porque hay pocos en la escena como Luis Merlo, y sin necesidad de proclamarlo ni luchar por estatuillas. Si hay que decir que Merlo es el mejor actor de nuestra tierra, o al menos entre los tres mejores, se dice. Esta vez quien lo dude puede comprobarlo en el teatro Alcázar donde se representa la obra Un Dios salvaje, original de la autora Yasmina Reza, y que dirige Tamzin Townsend en un cartel que completan Natalia Millán, Clara Sanchís y Juanan Lumbreras. De esta obra que se ha estrenado en pleno agosto y de sus inquietudes o alegrías hablamos en una calurosa mañana de Madrid donde apenas hay veraneantes y donde sin embargo uno siempre puede encontrarse un Larrañaga-Merlo por la ciudad. Es lo que tiene el teatro y la pasión de quien lo hace y lo siente.
Cuando todavía está todo el mundo por las playas o montañas, un verano más se queda trabajando. Ahora con el estreno y la promoción de Un Dios salvaje. Está claro que lo lleva en el ADN…
Es una función muy importante y te aseguro que no te das cuenta realmente de lo que supone hasta que se sube a escena. Y encima con una directora tan grande como Townsend. Esta función ya estuvo antes y lo mejor de todo es que la directora no ha querido imitar ni hacer nada parecido a lo que ya se vio antes. Eso nos ha dado una libertad extraordinaria a la hora de crear sin fijarnos en los recuerdos ni sentir algún complejo por lo bien que estuvo el reparto anterior.
¿Cómo consigue no contaminarse con el recuerdo tan impresionante que dejaron Aitana Sánchez Gijón, Maribel Verdú, Pere Ponce y Antonio Molero?
Ese montaje está grabado y evidentemente lo vi varias veces en su momento porque además lo produjo mi hermano Pedro Larrañaga. Cuando sabía cómo quería realizar mi personaje en mi intelecto y entendí que podía hacerlo es cuando me decidí a ver de nuevo esa grabación sin complejos y en absoluta libertad. Esta obra es un cuarteto absoluto.
¿Cómo hace para desdoblarse y sacar esa parte salvaje en la escena?
Me desdoblo poco porque luego no hay quien me estire. Lo interesante no es actuar de manera salvaje sino pensar de manera salvaje. La violencia que palpa el espectador nosotros lo sentimos de otra forma porque no se trata de cargar tanto sino de transmitir. Así lo hemos entendido todos.
Un Dios salvaje es la delgada línea entre la civilización y el instinto. ¿En la vida real esa delgada línea también existe?
Hay un momento en la obra que se abre una puerta y es como si entrara el mar Báltico y arrasara con todo. Al igual que en la función, en la realidad todos tapamos cosas porque socialmente es lo que nos imponen. Eso es lo que les ocurre a estos personajes durante la primera media hora, cuando tapan unos instintos muy radicales. Y lo interesante de la función es cómo piensan los personajes y cómo están totalmente en desacuerdo entre ellos. Siempre hablo de las barbaridades que uno puede llegar a cometer cuando está convencido que tiene razón. Por defender su idea hace callar a los otros. Y eso es lo que se vive en la escena sólo que encima con el humor tan especial de Yasmine Reza. Me encanta la comedia porque el público pasa de ser espectador a convertirse en una nota musical. Hay un acompañamiento auditivo entre la palabra del actor y la pausa que hay que hacer para escuchar esa risa que me fascina.

Vivimos en una sociedad polarizada que está sacando la parte más salvaje de las personas.
Este mundo está desquiciado. El terremoto que estamos viviendo con unas guerras impensables en el siglo XXI y esta lucha de territorios tan horrible. Si me voy a un plano quizá más frívolo o personal te diré que la parte más salvaje de los seres humanos con los que habito, a pesar de que puede parecer una estupidez, pero es el dios salvaje de los demás que me hace la vida incómoda, es el mal humor. No quiero decir con esto que haya que ir por la vida contando chistes pero hay que respetar el espacio de convivencia y no contagiar a los demás con la mierda de uno. No quiero que la gente me vaya besando pero hay muchísima crispación por la calle y eso se traduce en un trato violento con los demás porque no quieren participar de la concordia. Te aseguro que todos tenemos razones para ser felices o desgraciados. Lo que no tenemos es ninguna razón para hacer desgraciados a los demás.
Es lo que se llaman personas tóxicas.
Hay muchas personas tóxicas que creen que el mal humor es algo frívolo y que no tiene más importancia cuando lo cierto es que hablar mal a los otros es una barbaridad.
Es un hombre sumamente discreto. Poco se sabe de su vida. ¿Por algo en concreto?
He vivido en una profesión donde las estrellas mediáticas eran los artistas y te aseguro que siempre me ha producido mucho pudor cuando venían los periodistas de las revistas a casa porque cumplía años. No entendía por qué estaban esos señores ni por qué yo era tan protagonista de un evento social. Es un rechazo a contar mi intimidad que por otra parte no es nada interesante, porque no tengo una vida de escándalos ni de amores al límite… y aunque lo tuviera me resultaba absurdo contarlo y así lo decidí en su momento. Nuestro trabajo además es muy absorbente y aunque ahora las cosas no son como en los años del franquismo, donde hubo que luchar por muchas libertades que ya están conquistadas, he tenido muy claro que lo primero que quiero es ser Luis, el amigo, el hermano, y además el actor.
¿Se da cuenta de los problemas que se ha ahorrado al no tener hijos?
Sí. Lo he hecho aposta. Yo en la vida necesito padres pero no hijos, para eso no estoy preparado.

??????Me consta que tiene locura por su madre, María Luisa Merlo.
Es maravillosa y siento locura absoluta. Es la persona más joven y libre que he conocido. ¡Mucho más que yo! A mi madre le ha dado igual todo y eso que viene de una sociedad donde era una barbaridad tomarse ciertas licencias.
¿Qué recuerdo más frecuente le queda de su padre, Carlos Larrañaga?
Lo que inevitablemente, por el tiempo, no sucedió. Aparte de la idea y el vértigo que supone encajar que nunca más vas a ver a alguien tan relevante en tu vida. Pensar que ya no va a conocer este trabajo, que ya no haremos un viaje, no iremos a comer, no nos llamaremos para preguntar qué tal el día y mandarnos a la mierda… Es también el tiempo que nos hemos perdido no estando más cerca el uno del otro.
¿Cree que la gente le conoce bien?
He procurado que no. He intentado que la gente me sienta, que conozcan mis características generales de un hombre más o menos honrado, sensible y muy respetuoso. Sería absurdo que pretendiera que me conocieran más pero sí que sientan lo que puedo transmitirles a través de mi trabajo ya que no creo que como persona resulte muy interesante.
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