Por estos días, bajo la delicada llovizna británica que riega los campos de Oxfordshire como si preparara la tierra para una antigua ceremonia druídica, se cuece una historia de amor tan reluciente como los nuevos billetes que nunca llegan a ensuciarse. Eve Jobs, la hija del legendario Steve Jobs, pasa de pantalla: ha anunciado su próximo enlace con Harry Charles, jinete de casta, olímpico de oro, heredero de una tradición ecuestre que sabe de linajes tanto como de trofeos.
No es una unión cualquiera. En los pasillos digitales de Instagram, donde los sentimientos se exhiben como trofeos sobre repisas virtuales, Eve viene sembrando hace tiempo la imagen de un idilio que galopa al compás de las competiciones y las estaciones. Fue precisamente en los Juegos Olímpicos de París 2024 donde decidieron hacer pública su relación, como si Cupido hubiera sido uno de los jueces oficiales de la pista. Desde entonces, sus seguidores asisten a una suerte de novela moderna con estampas ecuestres y besos en contraluz.

El escenario de la ceremonia, revelado entre líneas por el periodista Richard Eden, no podía ser más apropiado para una pareja que parece salida de una novela de Jane Austen con el algoritmo de Silicon Valley en la sangre: Oxfordshire, tierra de verdes infinitos, mansiones de piedra antigua y vecinos célebres como Ellen DeGeneres, que se ha hecho con una propiedad de 18 millones de euros en el lugar. En ese marco idílico, entre establos centenarios y senderos de espino, se espera que amigos y familiares celebren el inicio de este nuevo capítulo.
Los invitados también dan para comentario. No será un convite de pueblo, sino una constelación cuidadosamente tejida de apellidos que caben en los titulares. Entre los nombres que suenan figuran Phoebe Gates, hija menor del omnipresente Bill Gates, o la exvicepresidenta Kamala Harris, cuya amistad con Laurene Powell, madre de Eve, se remonta a tiempos donde la política y la filantropía cruzaban vasos de vino en salones privados. Por parte de Harry, además de su padre, se menciona a figuras del mundo ecuestre como la presidenta de Inditex Marta Ortega y Athina Onassis, que comparten con él amor por los caballos y una inclinación evidente por los círculos exclusivos.
No se puede hablar de Eve sin tocar el inevitable legado que la rodea como una niebla fina: su apellido. Pero lo cierto es que más allá de las pantallas táctiles y los logos de la manzana, la joven ha trazado su propio camino. Comenzó montando a los dos años, según confesó a Horse Sport, y no tardó en destacar en el mundo ecuestre, llegando a figurar entre las cinco mejores amazonas del mundo menores de 25 años. Luego cambió el casco por las pasarelas y firmó en 2020 con la prestigiosa DNA Model Management, desfilando para marcas como Coperni en París, como si la estética heredada del minimalismo Apple se hubiera encarnado en sus poses.

Pero la riqueza, en este caso, no llegó envuelta en acciones ni herencias. Steve Jobs, en una decisión que siempre ha generado más preguntas que respuestas, decidió no dejar fortuna a sus hijos. El dinero quedó dividido entre su primera esposa, Lisa Brennan, y Laurene Powell, quien ha canalizado ese caudal hacia proyectos filantrópicos. De hecho, a comienzos de este año, fue condecorada en Bután con la Medalla Civil a la Solidaridad, como si el karma tibetano hubiera querido saldar cuentas con el mundo digital.


Así, mientras los caballos relinchan a lo lejos y las camelias florecen a destiempo en los jardines de Oxfordshire, Eve y Harry se preparan para una boda que será tanto una celebración como una declaración. No es solo el amor lo que se sellará, sino también el raro encuentro entre el genio de la tecnología y la tradición ecuestre, entre Silicon Valley y la campiña inglesa. En ese cruce improbable, puede que por fin alguien logre domar no al potro salvaje, sino al vértigo del legado.

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