Silvia Grijalba vive en Alburquerque, donde dirige el Instituto Cervantes, pero ha dejado en una novela su infancia en Torremolinos, donde vivió desde niña por un destino de su padre. La libertad que conoció en los años 60 y 70 no tenía nada que ver con el resto de lo que pasaba en España, y de ahí que pueda contar sin tirar de imaginación cómo fueron esos locos años en la Costa del Sol y cómo surgió Marbella como punto de encuentro de la jet internacional. Personajes reales con otros novelados salpican las 400 páginas de Aquellas noches eternas. Nos ayudan a entender gran parte de lo que fue nuestra crónica social o del corazón.
¿Cómo se ve desde Alburquerque nuestro país?
Hemos vivido una convulsión tan grande en Estados Unidos con la llegada de Trump que realmente pierdes mucha conexión de la realidad española. He aterrizado con la resaca de Eurovisión y confieso que me divierte porque me recuerda a mi infancia, cuando seguíamos las votaciones con tanta ilusión pero creo que se ha creado una falsa expectación con Melody porque se creían que iba a triunfar entre el público gay con su tema de diva. La realidad es que no es una diva de toda la vida sino que se ha convertido de golpe y por eso tenía claro que no iba a triunfar. Sinceramente, no me llena ni la canción ni la puesta en escena pero es verdad que el marketing proclamaba otra cosa aunque al final el resultado me ha dado la razón. De todas formas, a Melody esto le ha venido muy bien como promoción y eso es lo que cuenta.
Aquellas noches eternas va de la sociedad más austera de Oviedo a los locos años 60 de Torremolinos. ¿Y ese viaje?
Aunque nací en Madrid, me crie en Torremolinos, porque trasladaron a mi padre para abrir la sucursal de CD Salamanca en la Costa del Sol. Vendían coches de lujo como los Rolls Royce y eso te acercaba a una clientela muy VIP. Siempre he sabido que mi infancia había sido diferente porque no era normal criarse en la piscina del hotel Pez Espada o ver a Sean Connery como alguien normal, pero con mucho pelo en el pecho. Quería reflejar ese momento tan especial, sobre todo para las mujeres de esos años. Mi madre venía de Madrid, donde no podía llevar pantalones ni fumar y allí la gente iba en bikini. Torremolinos era lo más avanzado en libertad no solo en España, sino en Europa, que venían las suecas a tomar el sol animadas por esa libertad. No quería hacer una crónica periodística, sino una novela, y por eso elegí a una chica que llega de provincias y se convierte en una empresaria de la noche. Mezclo realidad con cosas que podían haber pasado.
Hay una historia de amor que marca la vida de su protagonista y su evolución. Tras bucear mucho en esas décadas, ¿cree que se vivía mejor antes?
Se tiende a idealizar todo. Por edad soy más de los años 80 y siempre pienso en esa música y en la movida. En esos 60 de mi novela es cierto que la jet set vivía estupendamente pero para una señora que viviera en la Carihuela que era un barrio obrero no sería tan divertido. Hoy sí creo que vivimos mejor porque tenemos más privilegios. Me suelen que decir que mis personajes son siempre guapos y ricos pero confieso que mis libros también me sirven para huir de la realidad que, ya es bastante triste. Me divierto con estas historias en las que hay amor, lujo y pasiones.
En sus historias habla del aborto, las relaciones homosexuales, las drogas… Temas complicados de tratar en esos años de la dictadura y siempre con ese toque de amor y lujo.
Creo que un toque de frivolidad siempre es bueno. En cualquier caso, incluso los personajes que la gente engloba en frívolos, como son Gunilla von Bismark o Ira de Furstenberg, resulta que eran mujeres que tenían una gran cultura y estudios y eran muy valientes. Pero insisto que lo que cuento es lo que he vivido y no hay muchas historias de ese Torremolinos y lo que pasaba por entonces. El dorado de Sánchez Dragó o la novela Hijos de Torremolinos de Michener son excepciones. O como cuando me sitúo en Asturias, donde también reflejo las diferencias sociales que había por entonces en las casas con el servicio y los señores.
Juega con personajes reales y eso siempre puede levantar ampollas.
Pero es verdad que cuando cito a gente real intento que sea lo más blanco y a favor de ese personaje, y cuando he querido reflejar los claroscuros invento a mi protagonista. Realmente, el personaje de mi novela está muy inspirada en Menchu, una señora que tenía un bar en Puerto Banus y que me fascinaba cuando la veía de niña e iba con mis padres.

Fueron los años dorados de la crónica social o del corazón. ¿Cómo ve hoy esos lugares con el paso de estos años?
Confieso que me inspira más los personajes de aquellos años que las influencers de ahora. Tenían un background que hoy apenas tienen los famosos que salen en las revistas o redes que no tienen pasado ni han roto reglas. Simplemente salen en Instagram y pocas veces se han arriesgado. Me van más los rebeldes como Jaime de Mora o aristócratas venidos a menos que siempre me han parecido geniales.
¿Entre Ira de Furstenberg o María Pombo qué escribiría?
¿Pero qué voy a escribir de la Pombo? ¿Una vida de una familia normal? Hoy se está llegando a un estándar de no llamar la atención. María Pombo es el ejemplo de la chica ideal, pero todo tan normal que no ha roto ninguna tradición en su familia ni en ninguna parte y sería casi imposible contar algo apasionante o interesante. Es muy complicado sacar jugo de algunos personajes. Menos mal que aún quedan sagas que dan juego.
¿Desde Alburquerque está al día de la crónica social?
Te diré que escucho a diario el programa de Federico [Jiménez Losantos], sigo las redes sociales, leo lo que puedo y por supuesto en el plano cultural estoy super al día por mi trabajo. Lo que nunca se pierde es la mirada periodística y por eso aprovecho para ir a sitios que me llaman la atención, como una muestra de animales disecados disfrazados de bailarines, que son cosas que pasan en la América profunda. De todas formas me queda poco aquí porque me han trasladado al Cervantes de Hamburgo donde me mudaré en breve.

¿Veremos su novela en una serie de televisión?
No puedo decir oficialmente nada pero sí que hay conversaciones con una propuesta muy interesante.
¿Quién ganó el pulso Torremolinos-Marbella?
Pues en estos momentos te diría que Torremolinos que se ha convertido en un punto de encuentro del turismo gay muy potente. Marbella sigue siendo muy fuerte pero está más indefinido.
Ha tardado diez años en escribir esta novela. ¿Cree que ha sacrificado mucho de su vida por su trabajo?
He tomado decisiones condicionadas por mi trabajo como el hecho de no tener hijos. No lo considero un sacrificio porque tampoco he tenido ese sentimiento de maternidad pero de no haber sido periodista igual sí lo habría tenido. En mis años de periodismo era muy difícil conciliar y como veía en mis compañeras lo mal que lo pasaban decidí que yo no quería estar así.
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