De mil colores y con una energía que debería patentar, la diseñadora Agatha Ruiz de la Prada nos recibe en su tienda de Madrid, en pleno barrio de Salamanca, para presentar la nueva colección de alpargatas que ha creado. La idea surgió tras acudir a una feria en Caravaca de la Cruz (Murcia), donde conoció a los fabricantes de las mejores alpargatas de esparto. La vida de la diseñadora ha cambiado y mucho desde que aquel 3 de noviembre de 2026 Informalia publicaba en primicia el titular que revolucionó la crónica social: Pedro J. Ramírez y Ágatha Ruiz de la Prada rompen después de 30 años y dos hijos en común. Días después, ampliábamos la información que explicaba las causas del cataclismo: Pedro J. Ramírez dejó a Ágatha el sábado tras comunicarle que estaba con otra y ella le echó de casa.
Parece que fue ayer pero han han pasado casi nueve años y nos encontramos aquella despechada señora recuperada, después de haber pasado de ser la mujer del periodista a una gran diseñadora, empresaria, premiada y alabada; pero también carne de corazón: portadas de Hola, platós de Sálvame, romances con el Chatarrero, con Patón o con aquel chico guapo de la casa de subastas. Nos la encontramos divina.
Con la vitalidad que imprime a todo lo que hace. La ex de Pedro J. Ramírez decidió lanzar su propia línea de calzado, y hoy inunda las aceras con sus cuñas de esparto decoradas con nubes o corazones, llenando de color cada pisada. Antes de las alpargatas, ya había presentado chocolates, envases de productos de limpieza, maletas, carritos de compra… Es imparable a la hora de lanzar proyectos, y de todo eso —y de su vida— hablamos, mientras entran clientes de todo el mundo a su tienda, a quienes no duda en atender personalmente. En eso, Agatha es especialmente hábil.
"Me gusta que me vean en la tienda", comenta mientras me enseña el taller que hay en la parte trasera, junto con la zona de diseño y costura. En medio de la conversación, consigue que su hijo Tristán me muestre en el móvil fotos de su nieta, y ahí se le ilumina el rostro. Porque si algo define a Agatha, por encima de sus mil facetas, es su lado familiar. Madraza y ahora abuelona. Aunque a veces intente proyectar una imagen más frívola, se transforma al hablar de sus niños. Y esa, sin duda, es su mejor cara.

Está viviendo una temporada frenética. No sé cómo aguanta ese ritmo.
Estoy completamente enloquecida, y más aún para la edad que tengo (cumple 65 años el 22 de julo). Este año está siendo especialmente movido, entre el cambio de casa, de tienda, del taller.
¿Finalmente vendió su casa?
He optado por alquilarla. Me estaban volviendo loca y, como ya había vendido la tienda, decidí alquilar la casa a un amigo que, además, está pintando algunas cosas. Me dio mucha pena, pero es un buen amigo y sé que respetará todo lo que había allí. Me mudé hace menos de dos meses y, después de ordenar mis 15.000 libros, colgar los cuadros y colocar los muebles, la semana pasada cayó una tormenta en Madrid, con rayos y truenos. Estaba sola en casa y me asusté muchísimo, sobre todo cuando descubrí una gotera enorme en pleno salón.
Bajé corriendo al portal y allí había varios policías, entre otras personas. Pedí ayuda porque caían litros de agua por todas partes, destrozando todo. Ahora estoy de nuevo en la casilla de salida y, reconozco, un poco deprimida, porque se te quitan las ganas de todo. Es mi casa, la compré y reformé, y ahora hay que arreglarlo todo otra vez: salía agua hasta por dentro de las lámparas. Me ha destrozado cortinas, suelos, paredes…
Presentar su colección de alpargatas al menos será una buena noticia. ¿A quién le gustaría que las llevara?
¡A todo el mundo! Están hechas en Caravaca de la Cruz, un pueblo dedicado a las alpargatas que vende suelas por todo el mundo. No duelen nada, puedes estar todo el día con ellas. Me encanta que cualquier persona lleve mis cosas. No soy nada elitista, me da igual que sea una princesa, una influencer o quien sea. Piensa que ni siquiera he inaugurado oficialmente mi nueva tienda y ya he presentado chocolates, carritos de compra, aceite de calidad increíble, productos de limpieza…
¿Y en el amor, cómo le va?
Brotecitos verdes. Estoy en la tontería de la primavera (risas). Me ha venido fenomenal estar sola, tanto para mi casa como para todos los viajes que he hecho con mis exposiciones: desde Buenos Aires hasta Benalmádena. Y pronto, en el Museo de Cera, donde presentarán mi muñeca de cera. Todo esto, con un novio, habría sido más complicado: no habría tenido tiempo.
¿No le da miedo lo del muñeco de cera?
Para nada. Me ha gustado tanto que he preguntado cuánto cuesta una copia para tenerla en casa.
¿Cómo está con su ex, José Manuel Díaz Patón?
De momento estoy un poco enfadada con él.
Dicen que el día del apagón en el tren montó un numerazo muy desagradable…
Totalmente mentira. Fue justo lo contrario: me hice muy amiga del grupo. Viajaba con una amiga, y cuando el tren se paró, le pedí que comprara comida en el bar antes de que se acabara. Yo no llevaba dinero ni batería en el móvil, pero te aseguro que no perdí los nervios. La Guardia Civil fue muy amable. Les pregunté si podía salir del tren y me dijeron que sí. Como estábamos a dos kilómetros de un pueblo, me fui. Durante el día lo llevé bien, gracias al libro que llevaba, pero pasar la noche ahí… Le pregunté a un señor si podía llevarme a Zaragoza, y no solo se ofreció él, sino que muchos querían hacerlo. Al final me fui con un militar que hacía ese trayecto y logré contactar con una amiga para quedarme en su casa.
Sé que ha retomado la amistad con su ex Luis Miguel Rodríguez.
Sí, me ha dicho que vendrá a comprar alpargatas.
¿Va a ir a los toros con él?
No, a los toros no. Somos muy amigos, pero ese plan no.
¿Puede haber una segunda parte?
No. Sabes que somos muy amigos y nos reímos mucho, pero sus vicios son sus vicios.
Al menos ha conseguido reírse con un ex.
Eso es maravilloso. Pero es que Luismi es muy simpático y divertido, como tú bien sabes.
Patón no es tan divertido…
Con el tiempo se me pasará, pero ahora… Tengo mucho respeto a la prensa y no me gustó verlo reírse de los periodistas cuando negaba que era él. Hay que saber respetar a la gente. La verdad es que fue muy fuerte lo que hizo cuando apareció en televisión. No me lo esperaba.