El monarca británico cumple con su agenda institucional mientras atraviesa una compleja batalla oncológica. Su actitud, combinada con sentido del humor y cercanía, ha vuelto a captar la atención pública.
En medio de su lucha contra el cáncer, el rey Carlos III, de 76 años, ha vuelto a demostrar que no está dispuesto a dejar que la enfermedad condicione su papel como jefe de Estado. Fiel a su compromiso institucional, el monarca ha retomado progresivamente sus obligaciones públicas y esta semana ha protagonizado un emotivo y simbólico acto en el castillo de Lancaster, donde ha sorprendido a todos con una recomendación inesperada: seguir bebiendo whisky para mantenerse en forma.
As King Charles III left #LancasterCastle, he met with crowds outside who had gathered to witness this historic occasion.
— Lancashire County Council (@LancashireCC) June 9, 2025
During the King's visit, he was also welcomed by county council leader, Stephen Atkinson and chairman, County Cllr Alf Clempson. pic.twitter.com/UHXomDeMZc
Durante la tradicional ceremonia de entrega de llaves del castillo —una costumbre que se remonta a mediados del siglo XIX—, el soberano se reencontró con un viejo conocido: Richard Brock, veterano de guerra y testigo de algunos de los capítulos más duros del siglo XX. El encuentro entre ambos, más que protocolario, fue cercano y distendido. Con admiración por el buen estado de salud del veterano, el rey no dudó en bromear con afecto y le animó a continuar con un hábito que, según él, podría explicar su longevidad: "Siga bebiendo whisky", le dijo con una sonrisa. La anécdota no solo arrancó risas, sino que sirvió para aliviar la solemnidad del acto y recordar el lado más humano del monarca.
El comentario, aparentemente trivial, es reflejo de una actitud que Carlos ha intentado mantener a lo largo de estos meses: naturalidad, resiliencia y una dosis de buen humor frente a la adversidad. No es una tarea sencilla, teniendo en cuenta la presión que implica liderar una institución milenaria mientras se enfrenta a una enfermedad de tal magnitud. El monarca fue diagnosticado hace más de un año y aunque se ha mantenido la discreción sobre el tipo exacto de cáncer, sus allegados han señalado que su evolución está siendo positiva y que se encuentra fuerte y animado, dentro de las circunstancias.
A pesar de los altibajos y de las recomendaciones médicas de reducir el ritmo, Carlos III ha insistido en mantener su presencia activa en la vida pública. No se trata únicamente de un deber real, sino de una convicción personal. Ha delegado temporalmente algunas funciones en la reina Camila y en el príncipe Guillermo cuando la situación lo ha requerido, pero en ningún momento ha considerado dar un paso atrás definitivo. De hecho, ha reiterado en diversas ocasiones su intención de seguir sirviendo al país mientras tenga fuerzas para hacerlo.
El acto en Lancaster no estuvo exento de tensión. A las puertas del castillo, un grupo de manifestantes antimonárquicos se hizo notar con pancartas y consignas cuestionando la vigencia de la Corona. Sin embargo, fueron muchos más los ciudadanos que acudieron para mostrar su apoyo al soberano. Algunos llegaron desde primeras horas de la madrugada, armados con termos de té, sillas plegables y un respeto sincero por la figura del Rey. Entre ellos, destacaban dos amigas cercanas a Carlos: Joan Hardcastle, de 103 años, y Barbara Graham, de 93, quienes explicaron que no querían perderse la oportunidad de verle. "Trajimos croissants y mantas, sabíamos que habría que esperar, pero merece la pena", comentó una de ellas.
La presencia del monarca en este tipo de actos tiene una doble dimensión: por un lado, reafirma su compromiso institucional; por otro, ofrece un mensaje simbólico de resistencia y normalidad. Para una sociedad acostumbrada al hermetismo de las Casas Reales, ver a un Rey enfermo que sigue adelante con sus responsabilidades es una imagen poderosa. Y lo hace sin dramatismos, sin excesos, sin apariciones calculadas. Simplemente, cumple. Eso no significa que no haya momentos de debilidad. De hecho, antes de un reciente viaje oficial a Italia, Carlos III fue ingresado brevemente para realizar controles médicos rutinarios, una medida preventiva ante los efectos secundarios del tratamiento. Su entorno asegura que fue un susto pasajero y que el Rey se encuentra bien, pero lo cierto es que su salud sigue siendo vigilada de cerca por un equipo médico de confianza.
The Lord-Lieutenant of Lancashire, Amanda Parker, officially greeted His Majesty the King as he arrived at Lancaster Railway station earlier.
— Lancashire County Council (@LancashireCC) June 9, 2025
Mark Wynn, chief executive of Lancashire County Council was among those who greeted King Charles on his arrival into Lancaster.
The King… pic.twitter.com/Lv7tjbLyml
También su nuera, la princesa de Gales, Kate Middleton, se enfrenta a una situación similar. Diagnosticada de cáncer a principios de 2024, ha optado por una recuperación mucho más privada, alejada del foco mediático y centrada en su familia. Su silencio y discreción han generado respeto, pero también preocupación entre quienes siguen con atención los movimientos de la Casa Real. Carlos III, sin embargo, ha elegido un camino distinto: permanecer visible, activo y conectado con su pueblo. No solo como soberano, sino como ser humano. Y en medio de su particular travesía, es capaz de ofrecer una sonrisa, una palabra de ánimo e incluso un consejo tan inesperado como encantador: "Siga bebiendo whisky".
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