La elección de León XIV como nuevo Pontífice no solo marca el inicio de una nueva etapa en la historia de la Iglesia católica, sino que confirma, con el paso del tiempo, lo que muchos en el entorno vaticano ya intuían: el Papa Francisco preparó meticulosamente a su sucesor, el cardenal Robert Prevost. Desde sus primeras palabras como Papa, León XIV ha dejado claro que el legado de Francisco no solo le inspira, sino que define el tono de su pontificado. "Recojamos esta valiosa herencia y retomemos el camino", afirmó ante los cardenales, subrayando la huella imborrable de su predecesor.
El vínculo entre ambos se remonta a décadas atrás, cuando Jorge Mario Bergoglio era arzobispo de Buenos Aires y Robert Prevost ocupaba el cargo de prior general de los agustinos. Aquellas primeras conversaciones, mantenidas durante visitas pastorales en Argentina, sembraron una relación que se consolidaría con el paso del tiempo. La sorpresa de Prevost fue mayúscula cuando, ya convertido Francisco en Papa, lo reconoció inmediatamente en su primera misa pública en la parroquia de Santa Ana del Vaticano. Lejos de ser una amistad meramente simbólica, Francisco fue construyendo un camino de responsabilidad e influencia para el religioso estadounidense. Su elección como obispo de Chiclayo en 2014 marcó el inicio de un ascenso sostenido.

Nombrarlo prefecto del Dicasterio para los Obispos
Desde ese momento, Bergoglio confió en Prevost para misiones clave en América Latina y, más adelante, en la propia estructura de la Iglesia. En pocos años fue incorporado a las Congregaciones para el Clero y para los Obispos, además de asumir responsabilidades en el Callao y, finalmente, en la curia romana. En 2023, Francisco selló esta confianza al nombrarlo prefecto del Dicasterio para los Obispos, uno de los organismos más influyentes del Vaticano, encargado de proponer el nombramiento de obispos en todo el mundo. Esta posición estratégica, junto con su posterior creación como cardenal, consolidó a Prevost como una figura central del pontificado de Francisco. Durante sus últimos años, los encuentros semanales entre ambos en el Vaticano reforzaron no solo una relación de mutua estima, sino también una especie de traspaso informal del testigo. La puntualidad, los consejos y el afecto compartido en esos encuentros revelan una complicidad poco habitual. Francisco, incluso en sus últimos viajes y hasta su hospitalización, confió en Prevost como su más estrecho colaborador. Hoy, León XIV recoge ese testimonio, convertido en el nuevo líder de la Iglesia, forjado en la cercanía y bajo la tutela de quien creyó en él desde el primer día.