Se busca constreñir la visita de Juan Carlos I a un formato privado marcado por la discreción. También se trata de evitar su sobreexposición en Sanxenxo, que no suceda lo que el año pasado. Perimetrar su exposición es como poner puertas al campo porque el interés por su persona es de máximo nivel, va de suyo. Por tratarse del ex jefe del Estado y por su ausencia indefinida.
Su agenda británica non stop (se ha dejado ver en el club súper exclusivo club Oswald, cenando con unos amigos en el barrio de Mayfair, y en el estadio Stamford Bridge) no ha hecho más que alimentar el interés mediático por el emérito. De Londres a Vigo. Cuando ha aterrizado en tierras gallegas, pasadas las 13:30 de este miércoles 19 de abril, la expectación ya era incontenible.
Por eso, esto de la visita de perfil bajo a España ya era batalla perdida desde el minuto uno que trascendió el viaje. El aeropuerto vigués de Peinador estaba lleno de cámaras de televisión preparadas para grabar el momento en que el padre de Felipe VI pisaba suelo español. 160 medios acreditados en la zona. La historia se repite.
¿Cómo se puede reducir esta alerta, este estrés informativo que despierta el emérito en España? Primero, normalizando sus visitas. Si viene más, hay más imágenes suyas. Si hay más fotografías, enmarcadas en lo privado, se reduce su expectación.
El estrés informativo que genera es altísimo y lo seguirá siendo por tres motivos: por el hecho ser quien es, vivir autoexpatriado en Abu Dabi y por pisar suelo patrio una vez al año. El interés aumenta aún más por la polémica que genera su figura en el debate político. Su compleja relación con Casa Real, que parece que cada uno va por su lado, no ayuda. Como tampoco ayuda nada que los medios no tengamos confirmaciones de sus movimientos (sobre todo si ese movimiento es la ya célebre no reunión con Carlos III, tal y como ha confirmado El Mundo). Esto aumenta la especulación y ceba aún más el interés informativo por su persona.
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