Pymes y Emprendedores

El virus de los 'calientasillas' ataca a la productividad

  • Los empleados no se marchan a casa hasta que no lo hace el jefe
  • La cultura de la presencia sigue imponiéndose a los resultados
Autor: Getty.

Ramón Oliver

"Varón, de mediana edad y contrato estable". Este es, según Javier Blasco, director jurídico del Grupo Adecco, el retrato robot de una especie laboral que sigue muy viva en las empresas españolas: el presentista. Un presentista o 'calientasillas' es alguien que, si bien cumple escrupulosamente -o incluso lo excede- con su horario de trabajo, se dedica durante buena parte de ese tiempo a asuntos que poco tienen que ver con su actividad laboral.

El hábitat natural del 'calientasillas' son aquellas culturas empresariales en las que se sigue prefiriendo el control a la productividad. Y es que en muchas compañías "se sigue pensando que los únicos que trabajan son los que se van a casa más tarde que el jefe", lamenta Estela Martin, abogada y dircom de Sincro Business Solutions. En la misma línea, la psicóloga laboral Elisa Sánchez indica que hay muchos jefes que sienten la necesidad de, literalmente, comprobar que sus colaboradores están físicamente en su puesto. "Porque solo así tienen la seguridad de que están realmente trabajando", explica.

"El 35% de los trabajadores españoles permanecen en su puesto más allá de las siete de la tarde, mientras que países de nuestro entorno como Alemania, Francia, Gran Bretaña o Italia esa estadística tiende a cero"

La Comisión Nacional para la racionalización de los Horarios (ARHOE) lleva años denunciando las prácticas calientasillas de las empresas. Su presidente, José Luis Casero, advierte de que un país presentista está condenado al fracaso desde el punto de vista productivo. "El 35% de los trabajadores españoles permanecen en su puesto más allá de las siete de la tarde, mientras que países de nuestro entorno como Alemania, Francia, Gran Bretaña o Italia esa estadística tiende a cero", señala. La consecuencia es una espiral de cansancio acumulado. "Los horarios de ocio se descontrolan, se come tarde y mal, no hay tiempo para hacer deporte y se duerme poco. Y así nadie es capaz de rendir al día siguiente", argumenta Casero. Este especialista urge a las empresas a que empiecen a valorar "el talento y el desarrollo de sus trabajadores por encima de la mera compra de tiempo".

Cuestión de liderazgo

Eva Rimbau, profesora de la UOC, cree que el presentismo más que la enfermedad es el síntoma de que algo no funciona cómo es debido en una organización. "O bien realmente hay mucha carga de trabajo porque la empresa no contrata a las personas necesarias o no pone los medios adecuados, o bien los mandos organizan mal el trabajo del equipo y no saben cómo hacer un buen seguimiento del mismo. Por eso su principal criterio para valorar si sus colaboradores son o no buenos trabajadores son sus horas de presencia".

Los expertos coinciden en que las empresas en las cuales el reloj es meramente un objeto decorativo acostumbran a tener un problema de liderazgo. "La cultura de trabajar muchas horas suele venir de los fundadores de la empresa y de la alta dirección, que están 'enamorados' del proyecto y exigen la misma dedicación a sus trabajadores", comenta Rimbau. Pero que un jefe no tenga vida fuera de la oficina no implica que al resto de la plantilla le suceda lo mismo. Los jefes adictos al trabajo son, de hecho, los más peligrosos, ya que arrastran a su equipo a la dinámica de jornadas interminables. Elisa Sánchez los describe como "esos que convocan reuniones a última hora de la tarde y que harán cualquier cosa con tal de no tener que irse a sus casas".

Cafés, cigarros y mucho Internet

Pero echarles toda la culpa a los mandos sería tan injusto como facilón. José Luis Casero prefiere hablar de co-responsabilidad. "Porque también abundan los trabajadores que creen que por pasar muchas horas en su puesto van a hacer méritos para conseguir una promoción o evitar que los despidan", puntualiza. En cuanto a las actividades de escaqueo predilectas, el V Informe Adecco sobre Presentismo Laboral identifica el acceso a Internet y a las redes sociales con fines personales (ya sea desde el ordenador o desde el smartphone) como la más extendida (la sufren el 90% de las empresas). Cafés, almuerzos y comidas consumen también buena parte de estas pérdidas de tiempo. Las excesivas pausas para fumar completan este poco edificante podio.

Otro de los grandes problemas de los calientasillas es que resultan difíciles de identificar. Según Adecco, al menos un 20% de las compañías no saben cómo detectar a sus empleados presentistas. Sin embargo, hay síntomas que los delatan. "Para empezar, son siempre los mismos los que, casi todos los días y sin razón objetiva, permanecen en su puesto hasta después del fin previsto para la jornada de trabajo", destaca Javier Blasco. Otras pistas: Se lamentan a los cuatro vientos de la gran cantidad de trabajo que acumulan, sus maratonianas jornadas son tema recurrente de conversación con amigos y familiares y, a pesar de tanta aparente dedicación, sus resultados son más pobres que los de otros compañeros que sí se marchan a su hora.

Blasco opina que el presentismo está directamente relacionado con la ausencia de métodos eficaces de medición de la productividad en las compañías. "Cuando los sistemas de evaluación del desempeño y rendimiento son deficientes, la única métrica que queda es el tiempo de permanencia en el lugar de trabajo". Y, claro, tercia Elisa Sánchez, cuando esto sucede algunos trabajadores razonan: "Si en lo único en lo que mi empresa se va a fijar de mi trabajo es el tiempo que paso en él, eso será lo único que reciban de mi".

Registro de jornada obligatorio

Hasta hace apenas unos días, lo de 'fichar' de 9 a 6 en el trabajo parecía el anacrónico argumento de un episodio de Amar es para siempre. Sin embargo, una novedad normativa ha devuelto esta práctica laboral a la plena actualidad. Desde el pasado 12 de mayo el registro de la jornada laboral es obligatorio en España. La medida fuerza a las empresas a guardar registro de las horas de entrada y salida de sus trabajadores y a conservar esos datos durante cuatro años. Sobre el papel, el objetivo de esta norma es evitar los abusos en las horas extra y la prolongación no justificada de la jornada laboral. Sin embargo, otros expertos alertan de que también puede suponer reabrir la puerta a la lacra del presentismo.

"El modelo productivo y los sistemas del trabajo han cambiado sustancialmente en los últimos años"

Las generaciones de profesionales millennial y centennial con sus nuevas escalas de valores, los progresos tecnológicos en materia de teletrabajo, las conquistas en conciliación, las metodologías agile, los horarios flexibles, la gig economy y su filosofía de trabajo por proyectos… todos estos avances parecen chocar frontalmente contra el registro de jornada. "El modelo productivo y los sistemas del trabajo han cambiado sustancialmente en los últimos años. Ya estábamos empezado a salir de esa concepción arcaica en la que el trabajo consiste en 'estar' en un sitio determinado y a ponderar otras cuestiones como innovación, productividad, eficacia… Pero todo esto puede quedar relegado con el nuevo control horario", avisa José Juan Martín, CEO de Open HR.

Estela Martin también ve en la medida como un retroceso. "Ojalá me equivoque, pero creo que muchas empresas pueden utilizar el registro de jornada como excusa para no favorecer el teletrabajo. Y lo mismo sucede con la flexibilidad horaria o la dirección por objetivos". Respecto a esta última, la DirCom de Sincro piensa que registro de jornada y dirección por objetivos son, sencillamente, términos antagónicos. "Porque si una empresa ha diseñado un buen plan de dirección por objetivos se focalizará en que el empleado cumpla con los resultados que se le piden. Y le dará exactamente igual si entra a las 10:00 y sale a las 15:00, o si ha completado sus tareas en la oficina, en su casa o desde una tumbona en la playa".