Cómo convertir al CO2 en un aliado del planeta
- Cumplir los objetivos de cambio climático requiere tecnologías que retiren emisiones de la atmósfera
Gonzalo Urdiales
Madrid,
El próximo 4 de noviembre se cumplirán cinco años de la entrada en vigor del Acuerdo de París, un compromiso histórico para combatir el cambio climático y emprender acciones que conduzcan a una economía baja en carbono. Este tratado, adoptado por 195 países además de la Unión Europea en la Conferencia de las Partes (COP21) sobre cambio climático en diciembre de 2015, ha sentado las bases de la conversación global sobre el clima y, sobre todo, ha fijado un objetivo claro: limitar el calentamiento global muy por debajo de 2 °C y hacer todo lo posible por no superar los 1,5 °C respecto a los niveles preindustriales.
El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) evalúa cada año los progresos en este sentido. En su Informe sobre la brecha en las emisiones del 2020, este organismo concluye que "a pesar de una ligera caída en las emisiones de dióxido de carbono (CO2) causada por la pandemia de Covid-19, el mundo todavía se dirige a un aumento de temperatura de más de 3 °C este siglo". Es por ello por lo que los esfuerzos se centran ahora en lograr que la recuperación económica tras la pandemia sea "baja en carbono", lo que según el PNUMA "podría reducir un 25% las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) esperadas para 2030".
Las tecnologías de emisiones negativas se basan en la naturaleza para retirar CO2 de la atmósfera
En todo caso, el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) reconoce que, para alcanzar la ambición de 1,5 °C, medidas como la eficiencia energética o la reducción de la demanda no serán suficientes y por eso todos los escenarios que despliega a futuro incluyen la investigación para desarrollar soluciones que podrán marcar la diferencia en los próximos años.
Soluciones naturales
Es importante señalar que la naturaleza cuenta con tecnologías propias -en esencia, bosques y océanos- capaces de absorber cerca del 50% de las emisiones de CO2 causadas por el hombre. La Unesco estima que, sin los sumideros oceánicos y terrestres, los niveles de CO2 atmosférico serían un 50% mayores que los registrados en 2019.
Pero estos sumideros naturales no bastan para contrarrestar el cambio climático. Y ahí es donde aparecen las NET (tecnologías de emisiones negativas, por sus siglas en inglés), desarrollos tecnológicos que se basan en la propia naturaleza para retirar CO2 de la atmósfera. Entre las de más directa aplicación hoy figuran las soluciones forestales, como la aforestación -plantar árboles en áreas donde no los ha habido en los últimos 50 años-, la reforestación de zonas recientemente deforestadas o degradadas, la gestión de los bosques y la conservación de masa forestal, "una actuación esencial porque los bosques tienen una importante capacidad para absorber CO2", explica Antonio López, gerente de Transición Energética y Cambio Climático de Repsol.
Por fortuna, existen iniciativas dedicadas a este tipo de acciones, como Motor Verde, un proyecto pionero de Fundación Repsol para impulsar la compensación de emisiones a través de reforestaciones a gran escala en España. Esta iniciativa apuesta por las soluciones climáticas naturales y persigue un triple impacto: social, generando empleo local e inclusivo en la España vaciada; económico, apoyando al tejido empresarial en el ámbito rural, y, por supuesto, medioambiental, creando nuevos bosques como sumideros de carbono. En este proyecto participa también Grupo Sylvestris, una compañía española con más de 30 años de experiencia en el sector forestal, participada por Fundación Repsol.
"Debemos reducir todo lo posible el CO2 emitido. Esa mitigación tendrá un límite y encontraremos emisiones que no se puedan abatir, por lo que también deberemos recurrir a estas tecnologías naturales que nos permitan fijar carbono en suelos, bosques u océanos y evitar nuevas emisiones de CO2 por pérdida de grandes masas forestales", añade López.
De contaminante a materia prima
Entre las NET con más recorrido destacan también los proyectos de uso y almacenamiento de dióxido de carbono (CCUS, por sus siglas en inglés) y la captura directa del aire (conocida como DAC). Como explica la Agencia Internacional de la Energía (IEA), el CO2 puede almacenarse de manera permanente en formaciones geológicas profundas o utilizarse como materia prima en la producción de combustibles, químicos, materiales de construcción y otros productos. Cuando el CO2 se almacena geológicamente, se elimina de la atmósfera, lográndose con ello emisiones negativas.
"El despliegue de proyectos CCUS puede ser una contribución importante para descarbonizar el sector industrial europeo sin dañar la competitividad de nuestra industria, sometida a unas exigencias medioambientales mucho mayores que en otras regiones del mundo", afirma Antonio López. Un buen ejemplo es la construcción de una de las mayores plantas de producción de combustibles sintéticos cero emisiones netas del mundo a partir de hidrógeno verde y del CO2 capturado por la refinería de Petronor, un proyecto pionero que Repsol está desarrollando actualmente.
En esa misma línea, varias compañías del sector del petróleo y el gas trabajan de manera conjunta en la Iniciativa Climática de Petroleras y Gasistas (OGCI) para promover avances tecnológicos contra el cambio climático. El desarrollo de estas técnicas de uso y almacenamiento de CO2 es uno de sus principales objetivos, al que ha destinado la mitad de los 1.000 millones de dólares con los que está dotado su fondo de inversión.
El catálogo de NET incluye otras propuestas tecnológicas de diferente complejidad, como la fertilización de los océanos, la meteorización mejorada -que implica el uso de minerales que absorben CO2 y lo transforman en otras sustancias en presencia de agua- o las técnicas de producción de energía con biomasa y captura del carbono (conocidas por las siglas BECCS). Esta NET, que retira emisiones a través tanto de los cultivos empleados como biomasa como del almacenamiento geológico del dióxido de carbono generado en su combustión, podría contribuir a que "otros sectores económicos como la agricultura, silvicultura y otros usos del suelo que generan el 25% de las emisiones de GEI de origen antropogénico, reduzcan su huella de carbono", señala López.
Cero emisiones en 2050
La mayor parte del camino hasta 2030 se puede recorrer con las tecnologías existentes. Pero en 2050 casi la mitad de las reducciones necesarias deberán venir de desarrollos que hoy solo están en fase de pruebas. No existe una solución única ni sencilla para cumplir los compromisos globales en materia de clima y, al mismo tiempo, garantizar la seguridad energética. Reducir las emisiones es la tarea más urgente, pero la mejora y el despliegue de NET supone un avance esperanzador en la carrera hacia un planeta más sostenible.