Bankia, punto y final a nueve años de travesía en el desierto
- No ha podido resistir a la crisis del coronavirus en solitario y pone fin a su historia
Fernando Tadeo
Bankia pone punto y final a su corta historia con su absorción parte de CaixaBank. Tras nueve vagando en la travesía del desierto, a la que tantas veces hacía referencia su presidente, José Ignacio Goirigolzarri, la entidad dejará de existir. No quedará ni rastro de su marca. Nació en la primavera de 2011, en pleno crash financiero, fruto de la escisión de negocio bancario de la unión de Caja Madrid, Bancaja y otras cinco cajas pequeñas, con el objetivo de salir a bolsa. Y ya lo hizo con ayudas del Estado bajo el brazo. Hoy, en medio de otra crisis (la sanitaria por la pandemia del coronavirus) desaparece.
En todo este tiempo, la herencia recibida ha sido una losa y no ha podido ver la salida a ese arenal. En el camino ha encontrado innumerables piedras, que han imposibilitado que el proyecto terminara por cuajar. La primera de todas fue la nacionalización y la repentina salida de su anterior, presidente Rodrigo Rato (hoy en prisión); después, los sucesivos escándalos judiciales por la fraudulento debut en bolsa, la venta de preferentes y de hipotecas con cláusulas suelo y el uso de las tarjetas black; posteriormente, unos tipos negativos que han impedido una recuperación aceptable de los ingresos; y por último, como colofón, una recesión económica por el Covid-19.
Con todos estos contratiempos ha tenido que lidiar su equipo directivo, comandado desde 2012 por José Ignacio Goirigolzarri, que a pesar, de contar con una mochila pública de 24.000 millones a sus espaldas (incluidas las ayudas del antiguo BMN, absorbido en 2018), ha tenido que tirar la toalla definitivamente. No le ha quedado más remedio que acordar una fusión, que los mercados y los supervisores veían desde hace tiempo como si de una crónica anunciada se tratara.
En la actualidad, aunque sus números han ido mejorando con el tiempo, presenta uno el tercer peor ratio de rentabilidad del sector español y las previsiones no eran nada halagüeñas, por lo que al banco se ha visto obligado tender puentes con CaixaBank. La presión de los reguladores y del Gobierno, accionista mayoritario de la entidad, han hecho mella en una cúpula que hasta hace unos meses pensaba que su gestión serviría para alcanzar con el tiempo la ansiada meta de unos retornos de capital cercanos al 10% para salir del desierto.
Una idea que estaba basada en un 2019 histórico para el banco en cuanto capitación de negocio, algo de lo hacía gala Goirigolzarri, y permitía soñar. De hecho, mantenía la esperanza de poder iniciar en 2021 la devolución de una parte del rescate con la entrega de un superdividendo de unos 1.600 millones en el marco del plan de repartir 2.500 millones a sus socios en tres años, debido a su excedente de recursos propios, su gran logro.
Hasta el momento, El Estado no ha percibido ni euro de lo inyectado porque los 3.000 millones que la matriz de Bankia, BFA ha logrado con dos ventas parciales de acciones y con los dividendos de la entidad han ido tapar agujeros, como las indemnizaciones por la salida a bolsa.
Ahora, con la integración en CaixaBank, el erario público intentará recuperar lo máximo posible del rescate, ya que contará con una participación del 16% en el grupo resultante.
El equipo de Bankia ha trabajado sin descanso y con ilusión en todo momento. Así, lo ha repetido innumerables ocasiones Goirigolzarri. Pero no ha sido suficiente porque el final del desierto está aún demasiado lejos. Toda esa labor, si bien, se refleja en unas cifras mucho mejores que en los inicios y sobre todo, desde la nacionalización y, lo que es más significativo, en el cambio cultural de la entidad.
Cambio radical de modelo
Hoy nada tiene que ver la Bankia actual con la Bankia que se lanzaba en Valencia bajo el timón de Rato. No hay rastros de politización en sus órganos de Gobierno, aunque el Estado sea su principal dueño; sus prácticas comerciales se ajustan a los códigos de transparencia; ha dado un salto de gigante en la transformación digital para afrontar los desafíos tecnológicos del futuro; y ha puesto los cimientos de la banca verde o sostenible.
Asimismo, es una entidad mucho más saneada y eficiente operativamente gracias a la desinversión de grandes cantidades de préstamos morosos y de inmuebles adjudicados y a los planes de ajuste de personal llevados a cabo.
Todos estos avances también son destacables y son tenidos en cuenta por CaixaBank en el proyecto de fusión de la creación del mayor banco de España, además, por supuesto del volumen de negocio que hay detrás. En los próximos meses, una vez culminen todos los trámites administrativos, Bankia ejecutará la sentencia la sentencia de muerte dictada este jueves.