CaixaBank, en el foco: Goirigolzarri presentará su renuncia voluntaria a la presidencia
- Aprovechará el consejo de administración de hoy tras "haber cumplido sus objetivos"
- Es una renuncia voluntaria y no cobrará indemnización por irse
- El banco tiene ahora un único vicepresidente, Tomàs Muniesa, un directivo histórico
elEconomista.es
CaixaBank acapara hoy todos los focos de la jornada. José Ignacio Goirigolzarri, presidente de la entidad, aprovechará el consejo de administración que celebra este miércoles el banco para presentar su renuncia voluntaria al cargo, según ha podido confirmar elEconomista.es de fuentes próximas al histórico directivo, que aseguran que "ya ha cumplido sus objetivos". Las mismas fuentes explican que se trata de una renuncia voluntaria y no cobrará indemnización por irse ni una pensión millonaria. "Quizás lo que tenga acumulado de cobros plurianuales por objetivos o lo que sea pero no indemnización", detallan.
El cambio en la cúpula del primer banco español no tendría por qué tener efectos inmediatos y podría materializarse más adelante, aunque es posible que hoy mismo se conozca el nombre de su sustituto. CaixaBank tiene ahora un único vicepresidente, Tomás Muniesa, un directivo histórico de La Caixa, que es la primera accionista del banco, con un 31,7 %, a través de Criteria Caixa, mientras que el segundo accionista es el FROB con un 18 %. Todo apunta a que será Muniesa (72 años) quien sustituya a Goirgolzarri en la presidencia, aunque el todavía presidente de CaixaBank se quedará en la Fundación de la entidad. El banquero vasco, que cumplió 70 años el pasado mes de febrero, ocupaba su puesto desde marzo de 2021.
A diferencia de lo ocurrido en su salida de BBVA, del que percibió una pensión de 52,5 millones de euros, Goirigolzarri no tendrá una pensión millonaria de CaixaBank. Según consta en el Informe de Remuneraciones de la entidad, el dirigente no disponía de un plan de ahorro a largo plazo, como si tiene el consejero delegado, Gonzalo Gortázar, que tiene reservada una aportación de 471.240 euros al año.
Tampoco contará con una indemnización, al tratarse de una salida voluntaria.
Recientemente, el Banco Central Europeo (BCE) publicó un borrador sobre gobernanza de las entidades bajo su tutela en el que daba un nuevo impulso al modelo de estricta separación de los presidentes de bancos de las funciones ejecutivas, para centrarlas exclusivamente en las de tutela de los equipos directivos. Este modelo de presidencias ejecutivas es una exclusiva española en la eurozona, ya que los tres grandes bancos, Santander, BBVA y CaixaBank, comparten la característica de que sus presidentes mantienen funciones de ese tipo.
En esta línea, hace unos días el consejero delegado de Criteria, Ángel Simón, aseguró respecto a la doctrina del BCE sobre las funciones de los presidentes de los bancos que "nosotros estamos en línea con lo que propugna el BCE. Por lo tanto, como accionista de CaixaBank, iremos en la misma línea del BCE". Sin duda, el mandato del BCE limitaba mucho las funciones de Goirigolzarri.
Bajo su responsabilidad tenía las áreas de secretaría del consejo, comunicación externa, relaciones institucionales y auditoría interna, una decisión que se tomó en 2020, tras la integración de Bankia en CaixaBank. Gonzalo Gortázar, consejero delegado, asumía el resto de funciones, riesgos y relación con el BCE, reportando directamente al consejo de administración.
46 años en banca y cuatro fusiones
Nacido en Bilbao, el banquero deja la primera línea ejecutiva del mayor banco del país con 71 años cumplidos el pasado 4 de febrero (nació en 1954) y cierra posiblemente trayectoria más longeva en el mundo bancario nacional. Respetado por todos en el sector, con un carácter amable, conciliador y de escucha con su equipo, el ejecutivo vasco pasó a presidir CaixaBank en 2020 a raíz de la fusión con Bankia que lideraba por entonces. En su primera intervención pública defendió la operación como la "mejor alternativa" para recuperar las ayudas públicas de 24.069 millones aportadas en su día por el Gobierno al grupo Bankia.
"Con esta integración los contribuyentes estamos mejor que antes", expuso, subrayando que la oportunidad de crear un "banco con una mayor robustez y rentabilidad sostenible en el futuro" cuando la crisis provocada por la pandemia del Covid y los tipos de interés al 0% acorralaban al sector bancario. Por entonces se gestó también la fusión, igualmente defensiva, de Liberbank con Unicaja y BBVA y Sabadell negociaron una unión que finalmente saltó por los aires.
Goirigolzarri pasó de gestionar un banco con 218.455 millones de euros en activos, 8 millones de clientes y 15.947 empleados, a presidir un grupo con 664.027 millones en activos, 23,4 millones de clientes en España y Portugal y una plantilla de 51.536 trabajadores. Decidió, personalmente, seguir al frente del proyecto junto a Gonzalo Gortázar, consejero delegado del banco, para ayudar en el ensamblaje de ambas entidades aunque sus funciones quedaban limitadas y del equipo decidieron salir algunos de sus más estrechos colaboradores como José Sevilla, hoy presidente de Unicaja y entonces "número dos" en Bankia.
Aunque ha ejercicio una presidencia ejecutiva del consejo de administración, de él dependían directamente los departamentos de Comunicación, Secretaría y Auditoría Interna. La limitación de funciones se decidió en línea con las indicaciones del BCE al conjunto de la banca, de que no haya presidencias ejecutivas para evitar una acumulación de poder en un solo ejecutivo.
Apasionado del Athletic de Bilbao, su carrera está vinculada con el mundo financiero desde sus inicios. Estudió Económicas y Empresariales en la Universidad de Deusto, y en 1978 empezó a trabajar en el Banco Bilbao, donde fue escalando responsabilidades hasta que en 1992 se convirtió en su director general. Por entonces, el banco ya se había fusionado con el Vizcaya (la operación ocurrió en 1988) y figuraba en la liga de los grandes bancos del país.
En 2000 tiene lugar la integración de esta entidad (BBV) con Argentaria presidida por Francisco González y que acabó conformando el actual BBVA. Goirigolzarri estuvo al frente de la gran expansión e internacionalización del grupo por Latinoamérica y Estados Unidos, con la exitosa compra del mexicano Bancomer que varias décadas después construye casi la mitad de la cuenta en BBVA.
González le pone al mando de la gestión del negocio del grupo como consejero delegado en 2001, pero en 2009 el banquero vasco decide retirarse del banco por las discrepancias con la manera de plantear la estrategia y el negocio. Antes había visto salir de la entidad a otros exBBV, incluyendo Emilio Ybarra, quien fuera copresidente con González en la fusión, a raíz de que estallase el escándalo de los fondos de Jersey.
El banquero salió con una indemnización de 69 millones y el deseo de parar su más que longeva y fructífera carrera profesional. Pero estalla la crisis, el país encadena una doble recesión y las dudas sobre la salud de la banca penalizan doblemente. Buena parte de la atención estaba puesta en Bankia, y la incapacidad de que atendiese las crecientes cargas regulatorias de provisiones, impuestas en sucesivos decretos por el Ministerio de Economía para disuadir cualquier duda sobre la vulnerabilidad de la banca.
El Ejecutivo de Mariano Rajoy le llama en 2012 para que tome el relevo al frente del banco de Rodrigo Rato, exvicepresidente económico de un Gobierno también del PP, y le pide resolver el mayor problema que tenía entonces el país. Goirigolzarri aceptó el desafío por el sentido de servicio, con una entidad que acabó nacionalizada previa inyección de 24.069 millones. Se topó con una clientela enfadada, al ser haber visto reducirse a la mínima su inversión en muchos casos por acudir a la salida a bolsa del banco o adquirir sus preferentes. Se encontró también con un plantilla abatida, cuando parte de la solución en la entidad era además acometer el mayor expediente de regulación de empleo vivido en la banca española.
En 2020, cuando la crisis del Covid urge de nuevo las fusiones y el Gobierno ve en la unión a CaixaBank la mejor manera de proteger las ayudas públicas, Bankia había dado la vuelta a la difícil situación, anticipándose, incluso, a los objetivos estratégicos que se había marcado.
Ahora da un paso al lado con una CaixaBank con beneficios récord y la promesa de un macrodividendo de 12.000 millones de euros. Deja paso, cansado según sus allegados tras una trayectoria tan intensa, cuando el banco enfila además la nueva hoja de ruta para transitar el negocio en un escenario con tipos de interés a la baja.