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La historia de Philips, la empresa tecnológica que dejó de fabricar bombillas

  • Las bombillas, la radio, la televisión y el CD son su grandes éxitos
  • La competencia asiática provocó una gran crisis entre los 80 y los 90
  • Ahora se ha especializado en el campo de la salud y el cuidado personal

Javier Calvo, Carlos Reus, Remo Vicario
Madrid,

En los rincones industriales de Eindhoven, una pequeñísima ciudad holandesa, que en los inicios del siglo XIX superaba por poco los 2.000 habitantes, se gestó la historia de una empresa que desafió los límites de la innovación y acabó conquistando el mundo. En sus más de 130 años de vida, la compañía, que empezó fabricando bombillas, ha liderado avances en campos tan diversos como la iluminación, la electrónica de consumo o la atención médica.

Todo surge de la cabeza de Gerard Philips, nacido en la ciudad holandesa de Zaltbommel en 1858. Tras graduarse como ingeniero mecánico, se va a trabajar a los astilleros de Glasgow. Es en la ciudad escocesa donde despierta su interés por la bombilla eléctrica, que allí ya se utilizaban a gran escala para iluminar barcos, fábricas, tiendas... incluso cuenta con alumbrado público por las calles. Tal es su pasión que compagina su empleo con los estudios nocturnos sobre luz eléctrica y transmisión de energía.

Alumno destacado, deja Escocia para irse a trabajar a Londres y Berlín, adquiriendo experiencia en la producción, la instalación, la gestión empresarial y el comercio internacional. Conoce a Emil Rathenau, fundador de AEG, la compañía que contaba con la licencia de las patentes de Thomas Alva Edison en Alemania, que le pide que represente a su compañía.

Es entre 1890 y 1891 cuando sienta los cimientos científicos de sus bombillas, y cuando llega a la conclusión de que su futuro no está ni en el comercio ni en la instalación, sino en la fabricación.

En 1891, cuando tiene la suficiente confianza en el producto que quiere producir, compra una antigua factoría en Eindhoven, donde va a comenzar a fabricar sus bombillas de filamento de carbono. Sin suficiente dinero, recurre a su padre, Frederik Philips, banquero (además de primo de Karl Marx, pero esa es otra historia). Él se encarga de financiar el proyecto, convirtiéndose en socio fundador.

Los primeros años son muy complicados, con un sector, el de las bombillas, con fuerte competencia, controlado por las compañías alemanas, y en el que los precios están cayendo.

El papel de Anton Philips

En 1895, con la compañía al borde de la bancarrota, llega a la empresa Anton Philips, hermano menor de Gerard, mucho más joven, que se incorpora como representante comercial. Autodidacta en ese campo, sus aportaciones son clave para el éxito de la compañía. Comienza a viajar por Países Bajos, Bélgica y el oeste de Alemania, cerrando numerosos contratos.

Gracias a esos ingresos, la compañía progresa rápidamente, desarrollando mejores bombillas, y sobre todo más duraderas, que eran la clave del éxito en aquel momento. Avanza tan rápido que logra competir con las principales empresas europeas del sector: las alemanas AEG y Siemens. En 1898, viaja a Rusia, donde cierra un acuerdo clave con el mismísimo Zar: un contrato de 50.000 bombillas para iluminar el Palacio de Invierno de San Petersburgo. Suponía la mitad de la producción de Philips. Un año después, se convierte en copropietario de la empresa.

La labor de Anton no se limita al ámbito comercial de la compañía, sino que implementa una nueva forma de gestión, siguiendo ideas estadounidenses, que incluyen nuevas formas de dirección, potenciando las estructuras de marketing, ventas, contabilidad... Además, se convierte en un pionero en el desarrollo del bienestar de los empleados, al desarrollar programas de vivienda, atención médica o deportes, en una especie de responsabilidad social corporativa.

La compañía también se ve favorecida por los cambios sociales y económicos dramáticos que se viven en los inicios del siglo XX. Philips se convierte en el mayor empleador privado de Países Bajos, con más de 2.000 trabajadores, gracias a una industrialización masiva.

En ese éxito inicial juega un papel clave la ubicación. Eindhoven era una ciudad pequeña, donde los costes laborales eran mucho más bajos. Y además, su ubicación, cercana a Bélgica y Alemania, favorece el comercio internacional.

En busca de nuevas vías de negocio, lanza una radio y entra en el sector de la tecnología de la salud

La innovación fue siempre parte del AND de la compañía, que en 1914 inaugura el Philips Nat Lab, su primer laboratorio de investigación. Entre sus misiones estaba el impulso del desarrollo de nuevas fuentes de luz, o nuevas líneas de innovación. Es en ese espacio donde nace, por ejemplo, el desarrollo de tubos de vacío, que permitieron la introducción en el negocio de la tecnología de la salud.

En la misma época, Philips se hace con una importante cuota de mercado en los mercados de Reino Unido, Francia o Rusia, aprovechando el boicot a los productos alemanes a raiz de la I Guerra Mundial, en la que Países Bajos se mantuvo neutral. Los productos germanos, objetivamente mejores, no eran competencia.

Poco después, con el conflicto finalizado, Gerard ya jubilado y Anton al frente de Philips en solitario, se centran aún más en el desarrollo de nuevas líneas de negocio. Así nace, por ejemplo, la radio, otro hijo del laboratorio de investigación. Son capaces de desarrollar y fabricar todos los componentes, y se convierten rápidamente en uno de los líderes de este incipiente mercado. En 5 años se habían convertido en el mayor fabricante de radios del mundo.

Una radio de Philips del modelo 930A, lanzada en 1931.

Para potenciar la venta de transistores, crean sus propias emisoras, con una programación entre la que destaca, por encima de todo, el programa The Happy Station Show, uno de los más longevos de la historia, en emisión desde 1928 hasta 2020.

En su apuesta por nuevos nichos de negocio, en la década de los 30 se introducen en el sector de las máquinas de afeitar. Presenta una afeitadora eléctrica rotativa, la Philishave. Con una imagen moderna, se convirtió en un éxito instantáneo, y sentó las bases para el desarrollo de productos atractivos y centrados en el cliente.

Por supuesto, no dejan de lado el negocio de las bombillas. De hecho, es en esa época cuando se produce una de las grandes polémicas en la historia de la compañía. En 1924 se reúnen en Ginebra los principales fabricantes del mundo, incluyendo a Osram, General Electric o la propia Philips. Establecen el cártel Phoebus, cuyo objetivo era repartirse el mercado mundial y controlar la fabricación y el comercio de bombillas. Y, lo más polémico, sirvió para establecer un nuevo estándar en la duración de las bombillas, que en aquella época rondaba las 1.500 o 2.000 horas, y que se fijó en 1.000.

Las acusaciones de reducir la duración por mera avaricia, y de limitar los avances tecnológicos, no tardaron en llegar, y de hecho han durado hasta nuestros días, a pesar de que el cártel solo estuvo vigente 15 años. Las compañías siempre han defendido que a partir de esas 1.000 horas la eficiencia descendía y el desperdicio energético se disparaba.

Judíos en la II Guerra Mundial

La II Guerra Mundial es un shock para la compañía. Siendo los Philips judíos, cuando en 1940 les avisan de que Alemania va a invadir el país, huyen a Estados Unidos, incluyendo a Anton Philips, que acababa de dejar la presidencia pero que tenía cargo de asesor, y su yerno Frans Otten, al frente de la compañía en aquel momento. Se llevan a América gran cantidad del capital de la empresa, y siguen operando desde allí a través de North American Philips Company. Mientras que la sede social se trasladó a las Antillas Holandesas, para mantenerse a salvo de los nazis.

Las instalaciones de la compañía fueron bombardeadas en varias ocasiones. Frits, el hijo de Anton, fue el único que se mantuvo en Países Bajos, y aprovechó su posición para salvar la vida de 282 judíos, al convencer a las autoridades nais de que eran indispensables para mantener la producción. Una especie de Schindler holandés. Llegó a estar meses recluido en un campo de concentración, por una caída del rendimiento de la fábrica.

Tras la guerra, los Philips regresan a Eindhoven, donde son recibidos por miles de vecinos, que agradecen su actuación durante el conflicto, y la colaboración en la recuperación, con el suministro de ropa y calzado para gran parte de la población. Apuestan aún más por la innovación, para tratar de acelerar la recuperación. Desarrollan nuevos productos, entre los que destacan la luz ultravioleta para matar bacterias, luces fluorescentes tubulares, nuevos materiales magnéticos y de cerámica, un audífono, un gramófono... Además, modernizan sus tecnologías estrella, la radio y la máquina de afeitar, a las que además reducen el tamaño.

La llegada de la televisión

Pero la introducción más significativa fue la televisión. Es una tecnología que llevaban décadas investigando. En 1951 realiza su primera emisión la televisión pública holandesa. Era una experiencia revolucionaria para el consumidor, que dispara las ventas de Philips, a niveles como los vividos en los años 20.

El audio sigue siendo importante para la compañía. Incluso lanzan su propio sello discográfico. Lanzan el primer reproductor de audio Compact Cassette, que fue un éxito instantáneo, y estableció un estándar mundial para la grabación de cintas. En esa línea, le siguen el primer reproductor compacto estéreo, reproductores portátiles y para automóviles.

En los 80, desarrolla el LaserDisc, aunque retrasa su lanzamiento para no canibalizar su rentable negocio de grabadoras de vídeo. Es en 1982 cuando se alía con Sony para revolucionar toda la industria, al lanzar el disco compacto. Fue uno de sus grandes éxitos. La alianza con la compañía japonesa se extendería durante décadas, para lanzar también el DVD y el Blu-ray.

La crisis

No podían imaginarlo, cuando estaban viviendo una de sus etapas más gloriosas, pero fue en esa década en la que la compañía estaba iniciando su decadencia. El margen de beneficio de Philips cayó por debajo del 1%, y para 1990 las pérdidas superaron los 2.000 millones, la cifra más altar registrada nunca por una empresa holandesa. Tuvieron que aplicar un ERE masivo, como no se había visto nunca en Europa: despidieron a 45.000 de sus 250.000 trabajadores.

Y los problemas no hacían más que aumentar, perdiendo el status de líder en electrónica. La competencia de las empresas japonesas era feroz. Además, Philips no fue capaz de adaptar su estructura global para ganar eficiencia.

La compañía trata de impulsar sus resultados ganando cuota de mercado, mediante el desarrollo de nuevos productos o directamente comprando empresas. El problema es que muchas de sus inversiones salen mal. Y la tecnología evoluciona a un ritmo muy rápido, y cualquier error te deja fuera de la carrera. Suman numerosos fracasos en campos como el de los ordenadores o los teléfonos móviles.

Uno de los teléfonos móviles diseñados por Philips, guardado en el Museum of Design in Plastic.

Por el camino suma cambios de denominación, reorganizaciones directivas, nombramientos, nuevos presidentes... Deja de lado numerosas líneas de negocio y vende muchas de las empresas que había comprado. De hecho, desde 2016 ni siquiera fabrica bombillas, el producto con el que empezó todo. Sacó a bolsa esa división, ya que no veía mucho más recorrido. Ahora es una empresa completamente independiente, que se llama Signify, que sigue utilizando la marca Philips en sus productos, y que ha logrado grandes resultados, entre otras cosas gracias a su visión para apostar por las bombillas inteligentes.

Philips ya no es una empresa tecnológica. De hecho, en uno de sus cambios de denominación eliminaron la palabra 'electronics' de su nombre. Hoy está enfocada al 100% en la línea del cuidado personal, con los cepillos eléctricos como punta de lanza; y en la tecnología de la salud, a la que dedica gran parte de su desarrollo de I+D, para no quedarse atrás en la carrera por la telemedicina o la implantación de la inteligencia artificial en el sector.

La tecnología es un sector complejo, en el que es fácil quedarse atrás, pero a medida que el mundo ha evolucionado, Philips ha sabido adaptarse y reenfocar sus esfuerzos, manteniendo una gran relevancia en un panorama empresarial en constante cambio, aunque ya no fabrique bombillas.