Opinión
China da una nueva lección de competencia a Occidente: el mercado de coches eléctricos es despiadado pero funciona
- La industria china de vehículos eléctricos es el mercado más competitivo en este momento
- El mercado se ha disparado, con más de seis millones de vehículos eléctricos vendidos en 2024
- China puede ser un estado comunista. Pero también cree que la competencia es lo que da resultados
Matthew Lynn
Madrid,
China nos ha demostrado que la competencia es lo que impulsa el crecimiento económico, y elegir "campeones nacionales" y apuntalar las industrias en quiebra solo lo destruye. Claro, en casi todos los demás aspectos no querríamos ser gobernados como China, pero Occidente necesita redescubrir su vena despiadada, porque eso es lo que funciona.
La industria china de vehículos eléctricos es el mercado más intensamente competitivo del mundo en este momento. Es posible que solo estemos familiarizados con algunos de los grandes nombres como BYD en este país, pero ahora se estima que hay 130 marcas diferentes que luchan por cada venta en China. Con una mezcla de actores regionales y empresas que ingresan al mercado desde otras industrias, como el fabricante de teléfonos Xiaomi, China tiene más marcadores de automóviles nacionales que cualquier otro lugar del mundo.
¿El resultado? Los vehículos eléctricos son muy baratos en China, con modelos populares como el Seagull de BYD que se venden por solo 58,000 yuanes, poco más de 7000 euros, un precio increíblemente bajo para un automóvil nuevo bien hecho. El mercado en general se ha disparado, con más de seis millones de vehículos eléctricos vendidos el año pasado. Y se caracteriza por una rápida innovación, con empresas que añaden constantemente nuevas funciones y realizan grandes avances en la tecnología de baterías, como el cargador de cinco minutos de BYD. Mucha gente sigue engañándose a sí misma pensando que los vehículos eléctricos chinos están acaparando una parte cada vez mayor del mercado occidental porque el Estado los está "deshaciendo". En realidad, es porque fabrican buenos coches a precios muy competitivos y, como era de esperar, a los clientes les gusta eso.
Es cierto que al gobierno chino le puede preocupar que el mercado se esté saliendo de control. La semana pasada, emitió una advertencia a 16 de las empresas más grandes, incluidas BYD, Nio y SAIC (propietaria de la histórica marca británica MG) para que no permitan que la competencia de precios se vuelva tan feroz que todas terminen destruyéndose entre sí. Nadie piensa realmente que más de 100 empresas automotrices sobrevivirán, o que sería saludable que lo hicieran. Muchos de ellos quebrarán, y muchos más serán conducidos a fusiones por funcionarios del gobierno antes de que se ahoguen en tinta roja. Surgirán tres o cuatro conglomerados gigantes, como lo hicieron en las industrias automotrices emergentes en EEUU y Europa hace cien años.
El punto importante, sin embargo, es este. China está permitiendo que una lucha darwiniana por la supervivencia decida quiénes serán los ganadores y los perdedores. Lo vemos de manera más dramática en la emergente industria automotriz, que ha surgido de la nada para enfrentarse a los gigantes de Japón, EEUU y Europa en poco más de una década. Y, sin embargo, vemos el mismo proceso en la fabricación de teléfonos, donde docenas de marcas como Huawei, Xiaomi, Oppo y Vivo han surgido en muy poco tiempo; en las aerolíneas, donde ahora hay docenas de aerolíneas nacionales, y empresas como China Eastern están emergiendo como importantes actores internacionales; o en los televisores, donde marcas como Hisense y Skyworth dominan la industria. La lista sigue y sigue. A nivel macro, China puede estar dominada por una planificación estatal de arriba hacia abajo, con préstamos blandos otorgados a los empresarios favorecidos y objetivos establecidos para las industrias elegidas. Pero a nivel micro, también se caracteriza por una intensa competencia, con empresas que luchan ferozmente por cada venta. Claro, será un proceso desordenado y feo. Pero podemos estar seguros de una cosa. El puñado de compañías automotrices que sobrevivan estarán fabricando grandes autos a precios bajísimos, y será prácticamente imposible competir con ellos. Lo mismo ocurrirá con los teléfonos, la electrónica de consumo o casi cualquier otra industria. China puede ser teóricamente un estado comunista. Pero también cree que la competencia es lo que da resultados.
El contraste con Occidente es doloroso. Nuestros líderes políticos e industriales están obsesionados con interminables rondas de consolidación, con la creación de "campeones nacionales" y con la creación de alianzas con el gobierno para "elegir a los ganadores" en las "industrias del futuro". Y estamos gastando más tiempo y dinero en apuntalar industrias en declive que en crear nuevas industrias. Pero con la única excepción de Airbus, casi todos los "campeones nacionales" que se han creado en Europa en los últimos cincuenta años se han convertido en un costoso fracaso, mientras que es poco probable que el historial en EEUU desde que el presidente Biden lanzó su programa masivamente costoso de subsidios industriales sea mejor.
En casi todos los aspectos, no querríamos ser como China. No querríamos copiar a su Estado de partido único dominante; ni su falta de democracia; tampoco lo es la vigilancia masiva de la población; ni su pésimo historial en materia de derechos humanos. Y, sin embargo, acierta en una gran cosa. Como ha demostrado su industria de vehículos eléctricos en auge, pero también brutalmente competitiva, también cree en la competencia y en obligar a las empresas a competir por cada venta. Es la única manera de asegurarse de que se fabriquen mejores productos a un precio más bajo, y al final eso es lo que triunfa. Occidente lo sabía hace cien años, pero lo ha olvidado en gran medida desde entonces. En realidad, si Europa y también EEUU quieren tener alguna posibilidad de hacer frente al creciente poderío económico de China, tienen que redescubrir la racha de crueldad que impulsa los negocios. Si no lo hacemos, los vehículos eléctricos serán solo el comienzo, y seguiremos perdiendo el liderazgo en cada vez más industrias importantes.