Opinión

España 2014-2024: Resiliencia y Retos

  • La productividad sigue siendo a día de hoy uno de los principales retos de España
Uno de los retos a los que se enfrenta España: la falta de consolidación en algunas de sus empresas

Salvador Marín Hernández
Madrid,

Hace unos días se hizo público el estudio Evolución económica, social, empresarial e institucional de España en el período 2014-2024, que elaboran conjuntamente el Servicio de Estudios del Consejo General de Economistas de España y el de la Cámara de Comercio de España. A lo largo de estos últimos diez años, España ha demostrado capacidad para adaptarse a crisis globales, consolidar su presencia empresarial y de negocios internacionales y resistir en su estructura productiva local. Sin embargo, persisten retos estructurales que deben abordarse.

Uno de los aspectos más destacados ha sido el papel clave de la denominada sociedad civil, las instituciones, los autónomos y las empresas en la resiliencia económica del país. Junto a ello, la internacionalización del tejido empresarial español ha sido un factor crucial en la solidez de la economía, con las exportaciones alcanzando un peso del 40,9% del PIB en 2024, superando a economías como la italiana y la francesa.

Además, la inversión en sostenibilidad ha crecido un 72,5% en la última década, reflejando un compromiso empresarial con el medioambiente y la responsabilidad social, con rasgos muy definidos en estrategia y sosiego. Experiencia de la que quizás se podría copiar desde todas las otras partes del entramado sostenible.

Otro factor positivo ha sido la capacidad de recuperación tras crisis como la pandemia del COVID-19 y los conflictos geopolíticos que han afectado a la economía global. El sector turístico, que representa el 12% del PIB y emplea al 13% de la fuerza laboral, ha mostrado una extraordinaria resiliencia tras el paréntesis de la pandemia, reafirmando al sector y a España, a pesar de esas voces que lo critican, como uno de los destinos turísticos líderes del mundo.

Los datos analizados en el informe nos marcan la estabilidad y fortaleza de nuestras instituciones, aquellas de las que nos hemos ido dotando desde la transición española, como un pilar fundamental de esta etapa de la economía española, que además ha coincidido con la primera década del ascenso a la Jefatura del Estado de SAR Felipe VI. Esto nos llevó a reflexionar sobre la clara necesidad de seguir impulsándolas y reforzar su independencia, ya que son sin duda una excelente carta de presentación, motor esencial de salud democrática y prosperidad.

La descentralización administrativa ha avanzado, otorgando mayor autonomía a las comunidades autónomas y promoviendo la transparencia en la gestión de los recursos públicos. A pesar de los avances, es normal que en un período amplio, 10 años, se señalen varios puntos críticos que entendemos limitan el crecimiento sostenible de la economía española.

La productividad sigue siendo uno de los principales retos, ya que el crecimiento en este indicador ha sido reducido en la última década. Esto podría estar ligado, entre otros factores que se apuntan, a la alta proporción de pequeñas empresas, que representan el 95% del tejido productivo, y cuya capacidad de innovación y escalabilidad es menor en comparación con otros países europeos. Más que un problema –las pymes no lo son– las vemos como una oportunidad. Se debe pasar del discurso, de la música, a la letra y darse cuenta de que debemos dotarlas de un ecosistema, unas condiciones en las que les sea fácil crecer, innovar y seguir aportando. O dicho de otra forma, necesitan de algo sencillo de implementar, como así se indica: menos regulación, menos trabas fiscales, menos problemas a la contratación y más libertad para desarrollar sus capacidades.

Otro problema estructural es la baja inversión en I+D+i. Aunque ha habido una mayor dedicación desde 2014, el gasto en investigación y desarrollo solo representa el 1,4% del PIB en 2022, muy lejos del objetivo del 2,1% fijado para 2027. Sin un impulso en este ámbito, España corre el riesgo de quedar rezagada en competitividad tecnológica frente a otras economías avanzadas.

En el mercado laboral, si bien la tasa de desempleo ha disminuido en la década, sigue siendo superior a la media europea, especialmente entre los jóvenes y los mayores de 45 años. La inflación acumulada de casi el 20% en la última década ha sido otro factor de preocupación, ya que ha erosionado el poder adquisitivo de los hogares. En muchos ámbitos que favorecen o dejan de perjudicar al ciudadano, no les ha sido trasladada –como por ejemplo la deflación del IRPF–.

Poniendo en el centro del debate nuestra distancia en renta per cápita en comparación con nuestros homólogos europeos, se sugiere en el trabajo una serie de reformas clave. En primer lugar, mayor esfuerzo en políticas de innovación y digitalización, con incentivos que permitan a las empresas ganar en competitividad y productividad.

Además, se debe trabajar en mejorar el entorno regulador y fiscal para favorecer la escalabilidad empresarial y la inversión extranjera. El mercado laboral requiere atención. Se justifican políticas que fomenten la inclusión de los colectivos más afectados por el desempleo, la gestión ordenada de la inmigración, así como estrategias que permitan la adaptación a los cambios tecnológicos.

La apuesta por la seguridad y la defensa, tanto como valor de identidad europea como germen de industria e investigación –fácilmente trasladable al resto de sectores–, es algo que no debemos dejar de señalar. Por otro lado, la sostenibilidad fiscal debe ser prioridad. A veces, los economistas tenemos la sensación de que, de tanto decirlo, parecería que fuera algo personal, pero no lo es. La gestión de la deuda pública requiere medidas que garanticen su sostenibilidad a largo plazo, sin comprometer el crecimiento económico.

Del mismo modo, la inversión en infraestructuras públicas y estratégicas debe ser prioritaria. Los números analizados nos muestran que ha estado algo abandonada y es esencial para evitar la descapitalización del país y mejorar y coadyuvar a la competitividad estructural.

No se ha evidenciado, en esta serie larga, que existan graves problemas –al menos así nos lo dicen los datos– en el denominado gasto social, así como en los ámbitos de educación o sanidad, entre otros. ¿Qué hay cosas a mejorar en esos ámbitos? Siempre, y así se indican. Pero se alcanzan mejor en un entorno de crecimiento que en uno regresivo. De esta forma, entendemos que se lograrán ensanchar las bases imponibles y no actuar sobre aquellas que ya existen. Crecer y prosperar significa eso.