Opinión
El país de Leonor
- La Monarquía es la única institución en la que se asienta la continuidad de la libertad democrática
José María Triper
Miré los muros de la patria mía, si un tiempo fuertes ya desmoronados. Hoy, mientras la princesa Leonor jura la Constitución, probablemente no seré el único que evoque los inmortales versos del genial Francisco de Quevedo, al comparar la España con la que Leonor se compromete a guardar y hacer guardar las leyes, con la que se comprometía su padre hace 37 años.
Aquel 30 de enero de 1986 España acababa de consumar su ingreso en la Comunidad Económica Europea, la actual UE, hecho que supuso un reconocimiento internacional para la entonces joven democracia española, que unos meses después -el 12 de marzo- votaba mayoritariamente a favor de la permanencia en la OTAN, y el PSOE de Felipe González y Alfonso Guerra gobernaba con una desahogada mayoría absoluta y era uno de los más firmes pilares y garantes de la Constitución, de las libertades y del sistema político del 78.
La entrada de España en la Comunidad Económica Europea aceleró y fortaleció el impulso económico iniciado, requirió que el país abriera su economía con un fuerte incremento de las inversiones extranjeras y un impulso modernizador de la empresa española ante la competencia exterior. También se produjo un incremento de la inversión pública en infraestructuras y un tirón en el consumo y un efecto de enriquecimiento provocado por la subida de la Bolsa y del valor de los inmuebles.
En 1986 el PIB creció una 3,3% respecto a 1985, tasa diez veces mayor que la de 1985 y el PIB per cápita aumento en 426 euros, con lo que España ascendió al sexto lugar en el ranking de los 26 países más industrializados. Teníamos una clase política con sentido del Estado, que venía a servir a España y a los españoles. Y España era un país respetado y admirado internacionalmente. Felipe González era uno de los jefes de gobierno con más peso en Europa y en América Latina, y el Rey Juan Carlos I la personalidad más reverenciada y considerada a nivel mundial.
Hoy 37 años después, España es un país políticamente envilecido y secuestrado. Económicamente empobrecido y endeudado. Internacionalmente desprestigiado y marginado. Y con la sociedad civil anestesiada y secuestrada.
Los españoles somos hoy más pobres que hace 23 años. Y lo dice Eurostar, la oficina de Estadísticas comunitarias que constata como nuestro poder adquisitivo es hoy un 0,7 % inferior al del año 2.000, siendo sólo superados en este ranking negativo por Italia y Grecia. Pero si la comparación la hacemos con respecto al año 2019, coincidiendo con los gobiernos de Sánchez, el poder adquisitivo de los españoles ha caído nada menos que un 7,85%, la mayor de todos los países miembros de la OCDE.
Tenemos un 26% de la población española, más de 12.189.000 personas, en riesgo de pobreza o exclusión social. Y si hablamos de la situación del mercado laboral vemos que el número de desempleados registrados en los Servicios Públicos de empleo se elevaba en septiembre a 3.212.807 y subiendo. Que lideramos la tasa de paro de la UE, duplicando la media de la Unión, que más de un millón de personas están en situación de subempleo y que se está creando una situación donde tener un contrato indefinido no implica tener un salario que permita llegar a fin de mes.
Tenemos también la peor clase política en el peor momento. El PSOE es la primera víctima de Sánchez y el sanchismo. Un partido lanar, sin ideología definida ni principios, sometido a los caprichos de los independentistas y los herederos de los terroristas, sólo interesados en la supervivencia personal y en el servilismo del caudillo. Y enfrente una derecha desnortada y dividida que debería empezar a preguntarse ¿qué parte de culpa tienen ellos de que siga gobernando Sánchez?
Con este panorama la Monarquía es hoy la única institución, junto a los jueces, en la que se asienta la continuidad y la supervivencia de las libertades democráticas, de la Constitución y de España como nación. Porque la Monarquía está íntimamente vinculada a la Constitución y quienes atacan a la Monarquía lo hacen para atacar a la Constitución, a España y a la democracia. Los mismos que se ausentaron en la Jura de Leonor.