Opinión

Transición energética: el desafío de las energías renovables


    Ana Mosquera

    La transición energética es el gran reto de los gobiernos en los próximos años. En este contexto, el desarrollo de las energías renovables se erige como protagonista. No en vano, esta fuente de energía limpia e inagotable también representa el componente perfecto para combatir la variabilidad de los mercados de combustibles fósiles, de los que tanto dependemos. Aspirar a cambiar esa dependencia energética por una no dependencia tecnológica e industrial es el gran desafío al que se enfrenta Europa, cuyo objetivo más inmediato es conseguir energía en las mejores condiciones de seguridad y precio en el corto y largo plazo. Teniendo en cuenta las características del ecosistema de energía, no se trata de una empresa fácil.

    En la actualidad, estamos asistiendo a la mayor crisis del sector energético desde el año 73. La situación, derivada de varios acontecimientos, tales como la recuperación de los mercados asiáticos tras la pandemia o el escenario geopolítico que estamos viviendo, se ha visto agravada en los últimos tiempos por el conflicto armado en Ucrania. Todos estos factores coincidentes en el tiempo han generado una especie de "tormenta perfecta" de precios altos de electricidad en todo el viejo continente.

    En cuanto a la recuperación, los pronósticos más optimistas auguran una vuelta a los valores considerados normales no antes del 2024 o 2025. Sin embargo, las perspectivas en cuanto a los futuros de electricidad de los próximos años en España son muy halagüeñas, situándonos en una posición privilegiada con respecto a países de nuestro entorno como Italia, Francia o Alemania, con precios que rondan los 10-40€ por megavatio más baratos. Es más, se estima que para para finales de esta década estaríamos en menos de la mitad.

    No podemos olvidar que en España contamos con el sol y el viento, considerados el petróleo y el gas del futuro. Y esto no es baladí, si nos atenemos a la misión que tenemos por delante: crear un sistema eléctrico altamente competitivo, tanto en el sector industrial como en general para toda la sociedad.

    Y en este escenario convulso, las compañías eléctricas ya están activando palancas para abordar los retos de crecimiento exponencial dentro de las energías renovables. Para muchas de ellas, conseguir emisiones netas cero en 2050 es el gran reto y en esta dirección están encaminando todos sus esfuerzos, sin olvidar la rentabilidad. Algunas buscan crecer en orgánico, pero también en inorgánico; establecer objetivos cuantitativos; diversificar geográficamente sus líneas de negocio; convertir su meta en un propósito social que trascienda el ámbito empresarial e impacte a los diferentes grupos de interés.

    En cambio, otras ven la transición energética como una nueva revolución industrial en la que la tecnología permite generar un modelo de transformación, suministro y utilización de la energía significativamente más eficiente que modelos anteriores, desencadenando así un proceso de reconversión en el que resulta clave utilizar la electricidad para más cosas que para las que se ha destinado hasta ahora.

    Como ya destacara el Grupo Capgemini en su informe Fit for Net-Zero en 2020 -se identificaron 55 tecnologías de alto impacto con una mayor probabilidad de producir resultados transformadores con suficiente rapidez y a la escala adecuada-, la tecnología contribuirá a que los países vean garantizados sus objetivos de emisiones de gases de efecto invernadero durante los próximos años.

    En muchos casos, para que este proceso se lleve a cabo con éxito y el valor sea capturado, las eléctricas se apoyan en los PPAs, que posibilitan esta dinámica de transformación y convierten a la industria en un elemento absolutamente imprescindible en ese cambio de modelo en el que la demanda, en general la gran olvidada, sea partícipe de este proceso. Por tanto, la industria está en el upstream de un modelo descarbonizado, al cambiar un modelo de suministro energético basado en combustibles de importación por un modelo de bienes de equipo y tecnología, que puede, si se hace bien, no ser tan de importación.

    España es a día de hoy uno de los países más avanzados para establecer marcos contractuales de PPAs. De hecho, es el país que más PPAs ha desarrollado hasta ahora y en cuyo mercado más clientes industriales las están demandando. Pero, para todas ellas, el problema es el mismo: el retraso por parte de la Administración en la aprobación de proyectos.

    Mientras tanto, algunos expertos ya hablan del almacenamiento como el gran olvidado y la gran dificultad a la que se enfrentan las renovables. El sector pide prudencia. A pesar de que el coste tecnológico de ese almacenamiento es tremendamente importante, hay otras soluciones que permiten dar estabilidad al sistema hasta que haya una evolución tecnológica o tecnología madura que facilite el proceso a un coste asequible.

    Al fin y al cabo, el mercado eléctrico es muy particular. Las empresas necesitan dar no solo cobertura en forma de energía sino también estabilidad en forma de servicios de balance y seguridad de suministro a través de mecanismos y garantías de capacidad. En efecto, en los últimos 15 años, en Europa hemos tenido cierta sobrecapacidad. Ahora, estamos en un escenario distinto en el que no tenemos esa garantía de sobrecapacidad porque nos enfrentamos a un contexto en el que el combustible puede ser extremadamente caro. Si, además, las empresas dejan de tener capacidad instalada y potencia, sumado a la dirección que está tomando el modelo de renovables -con costes fijos altos y pequeños costes variables-, será necesario rearmar el puzzle para mantener el principio de mercado.

    Si algo se ha puesto de manifiesto en un mercado de la energía tan cambiante como el que tenemos en la actualidad, es la necesidad de combatir la situación actual para salir de la crisis del sector energético y la sostenibilidad de la economía europea y española. En nuestras manos está la responsabilidad de acelerar este proceso y mirar a un futuro ilusionante que nos permita alcanzar una gran ventaja competitiva para nuestra industria y sociedad en su conjunto, cumpliendo los tan necesarios objetivos de transición energética.